-
Gran Vía, 11 - 7º
Madrid (Centro)
Gran Vía (Línea 1)
91 523 79 80
25 - 45
Air Lounge perteneciente al restaurante del Hotel de las Letras situado en la mismísima Gran Vía madrileña, con una apuesta por el nuevo concepto de ofertar al mismo tiempo cocktails y latas aliñadas en horario nocturno. Dispone de zona WIFI. Abierto de 19:00 a 2:00 de Jueves a Sábado y de 19:00 a 00:30 de Domingo a Miércoles. No se admiten reservas en el ático, sólo en el restaurante. No cierra ningún día de la semana.
2,0
FlashBack: Motivados por la creciente aparición de terrazas situadas en áticos de calles y edificios emblemáticos en la capital, nos dirigimos al Ático de las Letras, para comprobar de primera mano las excelencias de este tipo de espacios al aire libre que, sin duda, son de agradecer en temporada veraniega.
Se encuentra situado en el hotel del mismo nombre cuya reciente reforma dista de la fecha actual apenas un par de años. Este autodefinido Air-Lounge de los cielos de Madrid forma parte del restaurante del propio hotel situado en la planta baja que ofrece una cocina de autor con variaciones según la temporada y una notable influencia de la gastronomía japonesa.
Nos acecha el temor que esta clase de sitios suele generar: o resultan poseer precios muy elevados o la calidad acaba brillando por su ausencia. De cualquier forma, decidimos no hacernos una idea del mismo hasta comprobarlo con nuestros propios ojos.
La forma de llegar es abierta y sencilla a través del restaurante, situado en la confluencia de las calles Caballero de Gracia y Virgen de los Peligros, cruzando hasta el final de la vanguardista barra que dispone para degustar pequeños bocados o cocktailes durante todo el día.
Es posible además el acceso desde la recepción del hotel que se encuentra en la calle Gran Vía donde nos recibe una colorista y concienzudamente iluminada entrada que no pasa nada desapercibida, a la siguiente foto me remito. Hagamos uso de cualquiera de los dos caminos, llegaremos al recibidor donde deberemos pulsar en el ascensor el botón que nos lleve a la última planta y una vez allí subir unas pequeñas escaleras que nos dejarán en un pequeño pasillo que nos conduce a la entrada del ático.
Lo primero que nos encontramos tras cruzar la puerta, a mano derecha, es la barra donde se preparan las diferentes bebidas que deseemos tomar: refrescos, zumos, cervezas, vinos, orujos y todo tipo de destilados. Al contrario y debido al escaso sitio, los platos son preparados en la cocina situada a ras del suelo y enviadas a las alturas posteriormente.
Con un aspecto parecido al de un quiosquillo de helados playero, debido a su tamaño y a su lateral abatible, se integra con el resto del mobiliario haciendo uso del aluminio y de material plástico azul translúcido, que contrasta con los tonos verdes de las mesas y el trasparente puro de las sillas de metacrilato.
A pesar de tratarse de un espacio no especialmente amplio, nos encontramos plantas suficientemente cuidadas en cualquiera de sus rincones, sobre todos en aquellos como éste de la foto en el que su uso por los clientes es algo más complicado.
La solución a lo anterior parece haberse encontrado usando sillas altas y mesas sorprendentemente estrechas cuyo uso parece más orientado al consumo único de bebidas, lo cual no sería inconveniente si el reclamo y la gran parte de la carta no se centrara en la oferta de platos confeccionados a base de latas y sus aliños.
Con esto se consigue un aforo de aproximadamente unas 40 personas sentadas. Aunque el diseño resulta muy atractivo no se puede decir lo mismo en cuanto a la comodidad, que obliga a reposar los pies en una discreta varilla que cruza de pata a pata en el interior de estas pequeñas mini barras. De lo contrario, por muy altos que seamos nuncan llegaremos a tocar suelo.
Permanece un carácter muy contemporáneo en la decoración, incluso en pequeños detalles como el altavoz ovalado que nos embauca con su música chill-out o las pequeñas luces que se nos parecen a unas pequeñas claraboyas de camarote de barco y que se sitúan en las paredes de madera que conforman el perímetro externo del recinto.
Si tenemos suerte, podemos ocupar al final de la terraza dos tumbonas pensadas para quienes acuden a su hora de apertura y desean dejar caer sobre sí mismos unos rayos de sol o simplemente disfrutar de un tiempo de relajación a cualquier otra hora.
Es posible disfrutar de unas vistas que con cielo despejado nos permiten ver la sierra de Madrid y la parte superior de los edificios que rodean el hotel, como es el caso del conocido reloj realizado a base de luces rojas en la cima de la sede de la compañía Telefónica.
De cualquier forma deberemos de luchar contra las numerosas antenas de televisión para poder apreciar otros grandes emblemas de Madrid más cercanos a nuestro horizonte. Otro gran enemigo para nuestro deleite es el gran muro de madera que nos lo pone realmente difícil debido a su altura. Aunque las sillas, como comentaba anteriormente son altas, es común que se acerquen personas a él para, asomándose y de puntillas, poder comprobar qué se encuentra al otro lado.
Una vez tomamos asiento pedimos un par de cañas, que se pueden ver en la crítica de Ninillas, para ir abriendo boca y acompañar nuestra cena. Se nos sirven acompañadas de unos aperitivos japoneses y sentimos cual va a ser la apuesta de la velada puesto que cada una de ellas se consigue al nada despreciable precio de 4 € más iva. Quizás nos sorprende incluso más puesto que venimos de un bar cercano donde una jarra bastante más grande y una cerveza mucho más fresca acompañada de un aperitivo de mayor calidad podía degustarse por tan sólo 1,5 € iva incluido.
Decidimos olvidar lo anterior y echamos un vistazo a la carta titulada De las Latas ‘07, donde la oferta central son Las Latas y sus aliños, entre los que observamos diferentes productos del mar, patés y espárragos. Se completa con aperitivos para picar, donde encontramos quesos, pescado, carne y carpaccios.
Entre todas estas opciones decidimos probar uno de los blocs de foie que se sirven acompañados de crostini y pequeños trocitos de pan tostado. Sin embargo, el plato todavía no aparece en la foto puesto que el primero de ellos tardó en llegar aproximadamente unos 45 minutos desde que lo pedimos. Si la terraza no estaba llena y se consumía preferentemente bebidas en el resto de mesas, ¿se habrían perdido en el ascensor?
De cualquier forma el primero en llegar resultan ser los Pimientos del piquillo rellenos de bonito. Servidos ligeramente templados, sin una presentación demasiada cuidada. Una cantidad no muy ostentosa pero con un gusto sabroso y apropiado.
Aparece finalmente en segundo lugar el Bloc de foie gras natural de pato con reducción de forum y avellanas. Su sabor muy bueno aunque la cantidad como se aprecia puede llegar a considerarse ridícula. Lo que no parece de recibo es que los pequeños panecillos que veíamos previamente más que trocitos resultaran ser migas con las que había que realizar un puzzle para poder untar algo de foie.
Visto que no nos llegaba a convencer la idea de seguir cenando de latas que tardaban en aparecer tiempos desmesurados y tras observar que nuestra minúscula mesa se encontraba repleta de platos finalizados que no se retiraban decidimos dirigirnos directamente al postre.
Puesto que se tratan de helados de tarrina industriales al fantástico precio de 4 € más iva, optamos por las 12 trufas de chocolate, el único elaborado de forma artesana en el local.
Debo reconocer que en este caso, acertamos gratamente. Muy bien preparadas, ligeras y deliciosas.
A lo largo de nuestra cena, comienza a caer la luz estrepitosamente con lo que comprobamos el aspecto que toma el ático tras colocarse sobre sus mesas diversas velas verticales de gran tamaño, que aportan un cierto aire romántico.
Se podría decir que la iluminación es perfecta al anochecer pero una vez el sol ha finalizado por esconderse comienza a sentirse un exceso de falta de luz, siendo bastante cómico el ver la lentitud, aún incluso mayor ahora, con la que se desplaza el servicio debido a esta causa.
Esto no ocurre en un pequeño reducto de la terraza en la que se asientan unos sofás blancos corridos que os muestra Ninillas y resulta ser el rincón más acogedor de este lounge, en contraposición con el resto de espacios.
Vemos como, entrada la noche, algunas mesas parecen a encontrarse demasiado arrinconadas. El aspecto menos cuidado de toda la estancia es sin duda la iluminación.
El Ático de las Letras se puede considerar como un enclave original con unos platos caracterizados por ingredientes de gran calidad a los que no les acompaña en absoluto la cantidad. Al igual que su situación es elevada, lo son igualmente sus precios no justificables cuando el servicio obliga a los clientes a estar contínuamente en situación de alerta en lugar de favorecer una agradable velada.
Ninillas: En verano, ya sabemos lo que pasa, la gente se dispersa. Nuestra situación cucharetil no es muy distinta, Rayo anda por allá, por “Gallaecia”, por tierras del Apóstol; Flashback intermitente, lo mismo está que no; y yo… pues aquí, en los madriles, por obligación, pero aquí. El caso es que en una de éstas le dije a Flashback que ya era hora de buscar una terraza de verano en condiciones, porque ya sabemos que con el estío la capital está repleta de terrazas, pero encontrar algo realmente diferente no es tarea fácil, sobre todo porque lo que hoy en día pega fuerte son las copitas en las azoteas y áticos.
Tras una larga y ardua búsqueda, nos decidimos por El Ático de las Letras situado en la séptima planta del Hotel de las Letras H&R, en plena Gran Vía, que además de las copas nos ofrecía la posibilidad de una cena informal a base de lo que ellos han denominado “Las Latas y sus aliños”.
El Ático de las Letras tiene acceso por dos frentes, el caso es que, optes por el restaurante o por la entrada principal del hotel, vas a llegar al mismo punto: un ascensor al lado del cual Julio Cortázar te recuerda cómo se deben subir las escaleras. En la secuencia de fotos que os muestro arriba están los pasos a seguir para llegar al ático: ascensor hasta la sexta planta, a patita hasta la séptima, pared azul de entrada a la terraza y… ¡ya estamos!
Las vistas, pues como podéis imaginar son un recorrido por tejados y antenas de la ciudad porque para ver la Gran Vía desde las alturas hay que empinarse y bastante, ya que el muro revestido de madera es bastante alto, supongo que por motivos de seguridad, aún con todo está bien, sobre todo al atardecer.
En lo que se refiere al espacio creado, es acogedor, sofisticado sin pasarse y aparte de estar destinado a la clientela internacional del hotel no sé dónde leí que estaba pensado para “gente guapa”. No sé, desde luego, yo por guapa no me tengo… Tal vez sea por eso que nos fue como nos fue. De cualquier forma, ahí os dejo unas plantitas y el resto ya os lo enseñaré después de la cena, por llamarlo de alguna forma.
Es en este momento cuando llegó lo que yo denomino “estado de Santa Paciencia” y que paso a describir: llegamos a las 8:30 PM, nos sentamos en sus antiergonómicas sillas de metacrilato con la sensación de equilibrio continuo, salvado únicamente por la barrita de la mesa, pues bien, la terraza para “gente guapa” no estaba llena ni mucho menos, pero desde luego hasta las 8:50 nadie fue a preguntarnos si deseábamos pedir algo. Hombre yo creo que 20 minutos ya le llega…
Pedimos dos cañas, o mejor dicho cañitas -4 euritos cada una- y que venían acompañadas por aperitivo japonés, poquito, porque los guapos deben comer cortito, claro que como nosotros no somos guapos deberían habernos puesto más.
Como no sabíamos el resultado de pedir a base de latas y viendo el tamaño de las cañas, decidimos pedir una lata y un bocado gourmet y ver qué tal resultaba la cosa, si iba bien ampliaríamos. La carta estaba estructura en dos secciones. Por una lado “Las Latas y sus aliños” donde encontramos: Bonito en escabeche con aceite de arbequina (8 € +IVA), Ventresca de atún claro con tapenade y cebollitas (9.50 € +IVA), Sardinillas en aceite picante con coulies de manzana y sidra (16 € +IVA), Mejillones en escabeche con aliño, parmesano y rocula (21 € +IVA), Espárragos “cojonudos” (29 € +IVA). Y por otro, la sección denominada “Para picar” con Jamón de bellota (21 € +IVA), Ensalada de cigalas con mahonesa de albahaca (15 € +IVA), Tartar de vieiras con aliño de wakame y caviar de arenque (21.50 € +IVA), Carpaccio de pato con aceite de foie y trufa (15.50 € +IVA).
Nos decidimos por el Bloc de foie gras natural de pato con reducción de forum y avellanas y esto fue lo que nos trajeron exactamente después de 50 minutos. Bajo mi punto de vista, 50 minutos son muchos para la tarea requerida.
Del “fuá” como decía la camarera, pues hombre, estaba bueno, a 21 € +IVA… La cantidad, en verdad escasita, veo la foto y engaña horrores. Era como una loncha de salchichón que no llegaba al medio centímetro de grosor. Ahora, lo mejor eran los crostini y los “trocitos” de pan tostado para untar, los crostini imagino que eran para ponerlos de banderillas, en cuanto a los trocitos de pan, no hace falta ser un lince para saber que si algo no coge en un sitio no se rompe para que quepa. Tuvimos que hacer juegos malabares para poder untar el “fuá” porque no había manera.
Llegaron a continuación los Pimientos del piquillo rellenos de bonito. Con una presentación removidita, porque claro, tú pides, pero el calentamiento en microondas y elaboración se hace en el restaurante de la planta baja, de modo que luego hay que subir el plato en ascensor, a patita una planta y finalmente servirlo en la mesa. Conclusión, el plato bastante guarrote y templado. El sabor… pues una lata de buenos pimientos rellenos de bonito, pero a una temperatura poco idónea.
Y en este punto debíamos decidir si pedíamos algo más, pero qué queréis que os diga, no nos sentíamos con fuerza para esperar otros 50 minutos, así que pedimos directamente el postre: 12 trufas caseras, el resto eran tarrinas de helado comercial. Eran 7 € +IVA, en una palabra: caras, pero estaban buenas. Eso sí, nos las trajeron tras 25 minutos de rigor.
Por supuesto, mientras cenábamos llegó la noche, y con ella la oscuridad (nunca mejor dicho), porque una cosa es darle un aire íntimo a la terraza y otra que no se viera al que tenías enfrente.
En la foto os muestro la barra, a modo de chiringuito, de cristal azul y acero.
La decoración ha corrido a cargo de Virginia Figueras. Cuentan con lo que ellos llaman la zona chill out, donde hay unos sillones de cuero blanco a modo de rinconeras y que es la única zona de la estancia donde hay una luminosidad adecuada.
A continuación, dos tumbonas, que la verdad es que tenían pinta de ser cómodas, no como los taburetes.
Por lo demás, y como ya os comenté antes, maderas, plantas, ambiente íntimo aportado por las velas (que por cierto encendimos nosotros) y amenizado por música chill out, jazz o ambient, eso sí… a un volumen adecuado.
Otra fotillo con el Edificio Telefónica al fondo.
Ésta es la mesa de la discordia, la cambiaron cuatro veces de ubicación y no se ocupó en ningún momento, no llegué a entender el misterio de la mesa.
Por supuesto, también visité el baño, muy sencillo, pero la verdad es que me gustó.
Y ahora, detallitos, detallitos y más detallitos. El fundamental: uno de los peores servicios que haya visto, son despistados y desatentos. No sólo atienden tarde, mal y nunca (los de la mesa de al lado se fueron desesperados sin llegar a consumir) sino que una vez te sirven, ahí te quedas, allí no retiraron ni los platos. Veamos, está pensado para unas 40 personas sentadas, 10 mesas en total, y había 3 camareros, quitemos a uno que esté subiendo y bajando, quedan 2; dejemos a uno fijo en la barra y a otro atendiendo mesas, puede que 10 sean muchas mesas para uno sólo, pero es que como mucho se ocuparon 5… No tiene disculpa era un servicio pésimo. Por lo demás, pues hombre, lo de las latas es original, pero lo que no entiendo es para qué lo ponen si no pueden darle cobertura. No se puede preparar 7 plantas más abajo y tardar en servir 50 minutos una lata. En cuanto a la decoración, me gustó hasta que anocheció, porque una vez se hizo la noche allí no veías ni firmar la cuenta. Mención aparte merece el mobiliario, muy moderno y funcional, pero tremendamente incómodo, tanto los taburetes como las mesas (en ese espacio era imposible removerse con los platos y eso que sólo éramos dos).
En conclusión, he ido, lo he visto, me he gastado 26 € y no creo que vuelva. Pero no porque me parezca caro, que desde luego lo es, claro que también sabía dónde estaba y que por supuesto iba a pagar el sitio, sino porque uno no puede ir a una terraza de verano y estar esperando continuamente a ser atendido, lo siento, eso se lo dejo a la clientela internacional y a la “gente guapa”.
Cucharete: Un ático en verano en Madrid es sin duda alguna un reclamo para todo aquel que además de romanticismo busque distinción y disfrute, pero esta vez además de todo eso encuentra “un inconcebible tiempo de espera”. Mi equipo cenó por 26 €/persona, siendo una lata y caña por persona y un único postre compartido entre dos.
Materias primas de los platos adecuadas. Decoración y ambientación vegetal. Música discreta y agradable. Dispone de Zona Wifi. Aceptan cheques de comida (únicamente de los tipos ticket restaurant y cheque gourmet).
Precios excesivos para las cantidades que se ofrecen. Servicio despreocupado, lentísimo y nada detallista. Vistas no tan sorprendentes como cabe esperar.
2,0
11 comentarios a “Ático de las Letras”
Escribe un comentario
IMPORTANTE: Por favor, intenta que tu comentario tenga que ver directamente con el restaurante analizado. Para cualquier otra comunicación tienes disponible la sección de contacto.
Debes estar identificado para escribir un comentario.
Parece por vuestra crónica que no es un sitio demasiado acertado para cenar, pero si puede ser un buen sitio para tomarse algo en plan tranquilito. ¿Se puede ir a solamente a tomarse una copa o es imprescindible reservar para cenar?
Un saludo y seguid así que lo estais haciendo de arte.
Gracias por tu comentario Iván. Efectivamente sería deseable la mejora de muchos detalles en nuestra opinión. En cuanto a lo que comentas, es posible tomarse cualquier refresco (4 € + iva) o copa (12 € + iva) sin necesidad de reservar. Únicamente se admiten reservas en el restaurante de la planta baja.
Un saludo.
¿Dos cucharetes? ¿es por la decoración (!!)? Por lo que narráis esta terraza era firme candidata al cucharete negro. ¿Tres cuartos de hora para serviros dos latas cuando en un restaurante al uso te presentan platos elaboradísimos en 20 minutos? No entiendo vuestra puntuación.
Un saludo
La puntuación de un restaurante con cucharetes viene determinada por un conjunto de apreciaciones individuales que engloban: la cocina y las materias primas (en primer grado), la decoración, el servicio, la atención, lo a gusto que se está en el local… Son muchos los factores que intervienen en el resultado final de la valoración en cucharetes.
Pero eso no es lo importante e imprescindible, lo verdaderamente transcendente de este blog, son las opiniones (tanto las nuestras -muy extensas- como las de nuestros lectores) pues indican honestamente el discurrir de una cena con todo detalle (incluidas las fotografías). Leyendo detenidamente el texto (y no dando excesiva importancia a la puntuación), es la única forma de hacerse una idea de cómo ha fluido nuestra degustación y tomar una decisión propia de si visitar o no el restaurante en cuestión.
Nuestra experiencia en el local es lo que lees y lo que ves. La puntuación (sean estrellas, cucharetes, tenedores…) es algo más personal que para unos puede ser mayor o menor.
Yo estuve cenando en el restaurante de la planta baja del hotel, y como bien decis, la comida fue escasa y el precio excesivo, ya que pagamos 26€ por un plato ralo y un postre compartido, hay restaurantes por la zona bastante mejores que este.
Un saludo y espero que sigais asi de acertados en vuestras criticas.
Subí con un amigo. Pedí en barra mojitos. Os los servimos en la mesa. tic tac tic tac. 30 min, perdona los mojitos? ahora (con cara de asco). tic tac tic tac 30 min. Nos largamos sin decir ni mu y no volveré. Los gafapastas/rayosuva/pijazosflekillo/modernostendencieros de las demás mesas deben tener más paciencia que yo. Ah, y somos muy guapos.
Vaya decepción, mira que me gusta probar sitios nuevos, a pesar de ciertos comentarios que leo en este blog, pero reconozco que una vez más acertais de lleno.
Despues de dos cervecitas esperando esos pimientos del piquillo… para probar antes de continuar… se nos quitaron las ganas (DE LATA CON UN POCO DE TOMATE POR ENCIMA) y viendo ésto nos tuvimos que marchar con la típica cara de ” …no, si no teníamos hambre…” y sin unos cuantos euros en el bolsillo.
Lo dicho, vaya decepción
hola a todos!!
sere breve. la terraza e el atico es espectacular, la encotre de casualidad cuando pregunte por el restaurante, ra veranito y descubri un rincon en la cima de madrid que me conquisto. desde entonces repeti varias veces, por que aunque las bebidas y los cockteles son carillos, en ambiente es genial. sin embargo el restaurante que hay e la planta baja del hotel…deja mucho que desear. la decoracion hace del sitio un lugar acogedor, pero la comida…na de na. trabajo en un restaurante de lujo y quizaspor eso sea bastante critica con la comida, por que he tenido oportunida de probar lo mejor, pero el precio no hace justicia a la calidad que ofrecen en absoluto. camareros muy serios e incluso alguno un poco desagradable. decepcion total. no volvere con seguridad. estoy de acuerdo con vuestra puntuacion!! un 2 raspao…
Pues no entiendo como le podeis dar dos cucharetes, será por la decoración y la musica, seguramente y por el enclave.
Estuve en la terraza y fue la primera vez en mi vida que hice un “Simpa” en toda regla, es que lo estaban pidiendo a gritos, al igual que vosotros, no nos hicieron ni caso cuando llegamos, al fin despues de muuuucho tiempo nos traen las cervezas, calientes, puesto que no les debe funcionar bien la maquinaria en las alturas. pedimos y después de 1 hora todavía no había llegado nada, reclamamos y ni caso, nos fuimos sin pagar y los dos camareros ni caso, les daba exactamente igual, hasta se despidieron.
A ver cuento tiempo dura.
Vaya decepción… voy a madrid un par de veces al año y habia leido en una revista sobre este restaurante-bar de copas…y por lo que me contais creo que no me acercaré a conocerlo la próxima vez que suba a madrid.
Muchas gracias. Un saludo a todos los que habeis puesto algún comentario, por cierto el del “simpa” tuvo to el arte.
Supongo que en general los comentarios se suman a los anteriores. La intención es la de ir a un lugar con vistas estupendas a la gran vía, música ambiente excepcional donde poder tomar algún cocktel algo elaborado y rico. El resultado es que las vistas no son en absoluto estupendas (nos acercamos con cámara de fotos incluida y no pudimos aprovecharla); Pedimos una carta de cockteles y nos dijeron que solo tenían mojitos y caipirinhas. Pedimos un batido de fresa y tampoco tenían batidos. En la mesa de al lado pidieron una coronita y les dijeron que tampoco tenían. Por no tener no tenían ni carta. Eso sí, al pedir la cuenta, podimos comprobar como sí tenían unos precios bastante elevados. Todos sabemos cuando vamos a un sitio así que nos cobrarán algo más de los normal, pero uno no se espera un mojito por 14€ y una coca cola, a falta de otro refresco, por 4,50€. Sobre todo porque la variedad, las vistas y comodidad ( o tienes suerte y pillas pole, o te encuentras en una mesa estrechísima ocupando el espacio vital de otro) no lo merecen.
El audio es muy agradable y el cielo de Madrid nunca decepciona. Hoy malva, rojo y rosado. Increible. Esto, por suerte, gratis.