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Zurbano, 13
Madrid (Chamberí)
Alonso Martínez
91 319 31 16
40 - 50
La calle Zurbano, exactamente en su número 13, da vida a un restaurante de nueva apertura en Madrid: el Restaurante Conlaya. Nos ofrece una cocina de mercado con ciertos toques de autor y claras tradiciones cántabras, hasta el límite de traer a diario el pescado directamente de la lonja de Santander, así como sus carnes, que también proceden de tierras pasiegas. Dispone de dos comedores con una capacidad total para 48 comensales -uno de ellos puede privatizarse para no fumadores-, y además en la barra podemos disfrutar de sus excelentes pinchos, así como de gran parte de los entrantes de su carta. A mediodía, de Lunes a Viernes, incluyen un “Plato del día” a 12 € +IVA que varía a diario. Su horario de apertura es de 11:00h a 16:00h y de 20:00h a 00:00h. Hay WIFI disponible. Cierra los Domingos todo el día y los Lunes por la noche.
4,9
Rayo: En esta ocasión… ¡Nos vamos al Norte, lectoras y lectores cuchareteros! Y… ¿Cómo se come en el Norte? ¿Cómo? ¡Respóndanme ustedes! Porque la respuesta es bien sencilla… ¡Exacto! Es justamente la misma que la que nos viene a todos los de nuestra generación a la cabeza gracias a un entrañable recuerdo de nuestra infancia, cuando unos divertidísimos payasos nos preguntaban una y otra vez: “¿Cómo están ustedes?”
Pues así es… ni más ni menos… se come muy, pero que muy… ¡BIENNNNNNNNNNN! Y prueba fehaciente de ello es el elegante e inmaculado restaurante que os presentamos hoy, donde una sabrosísima cocina de mercado con influencia cántabra se consolida en el Distrito de Chamberí de Madrid, exactamente… en el nuevo Restaurante Conlaya de la calle Zurbano. ¡Y habéis leído bien! ¡He dicho “nuevo”! Y es que ha abierto sus puertas hace apenas mes y medio, por lo que ¡está completamente a estrenar! Y todos sabéis que este concepto -como diría el Sr. Pazos de Airbag- constituye una ocasión única que no debemos dejar escapar, para permitirle que nos seduzca, que nos corteje, y que nos gane como clientes para futuras visitas. ¡Es el momento de que nos enamore! ¡A ver si hay flechazo!
¡Con nosotros lo logró! ¡Y de qué manera! Pues salió airoso por la puerta grande. Una cena exquisita que nos permitió disfrutar de una inolvidable noche gastronómica en compañía de nuestros amigos, vamos… que por mucho que os cuente… ahora lo vais a ir viendo poco a poco a lo largo del reportaje. ¡Se os va a hacer la boca agua! Y… ¡Merece la pena llegar hasta el postre! Ya os enteraréis del porqué.
Capitaneando los fogones del Restaurante Conlaya tenemos a Jesús Laya, quien, gracias a la maestría adquirida a lo largo de sus 35 años dedicado a la cocina, se encarga de elaborar minuciosamente una carta con platos y creaciones que ya han triunfado en Santander en otro de sus locales: “La Brocheta” -con el que llevan tres años ganando la conocida “Quincena del pincho de Cantabria”-. La idea consiste en trasladar la cocina de Cantabria a Madrid, y es en la capital donde José Antonio Llorente se encarga de que todo esté a punto en cocina para el disfrute del paladar del comensal.
Y aprovechando que hemos nombrado los pinchos -que tanto nos gustan a todos, sean del norte o del sur, del este o del oeste-, debemos matizar -como buenos cucharetes observadores que somos- que uno de los detalles que despierta la atención de cualquiera que entre a primera hora en el Restaurante Conlaya, es el momento en el que la barra se va llenando de sugerentes pinchos, a cada cual más interesante y coqueto que el anterior. Fijaos en la primera fotografía, que muestra la barra a la hora de apertura del local -hora de nuestra reserva- y comparadla con la que viene a continuación, realizada unos minutos después, mientras esperábamos a que nos sentasen. ¡Menudo “manjar pincheril”! ¡Madre mía!
Engatusado por su cuidada elaboración, no dudé en quedarme en la barra unos instantes para hacerles una fotografía a cada uno de ellos -¡Se lo merecían!-, mientras mis compañeros se dirigían hacia el comedor.
Y aquí tenéis el primero, con el que incluso te obsequian si pides una caña en la barra, por lo que he podido observar -y que me confirman que cambian cada 4 o 5 días-. Se trata de una Crema de calabaza con langostinos y gambas, y crujiente de langostino. Que, gracias a Dios… ¡Pude disfrutar en primera persona! Porque fue el que nos pusieron como aperitivo de la cena -como podéis comprobar en la sección de Ninillas-. ¡Riquísimo!
También ofrecen pinchos más elaborados que se facturan a 2,50 € -buen precio-, fijaos en el que viene a continuación: un Turnedó de solomillo ibérico con base de queso de cabra y crujiente de parmesano. Si tenéis la oportunidad de probarlo… ¡Decidme cómo está en un comentario! Porque la pinta que tiene… ¡Quita el hipo! Yo sólo pude olerlo mientras lo fotografiaba -y únicamente con eso, sólo tengo palabras buenas para definirlo-.
Os dejo otra imagen de un apetecible Pastel de berenjena gratinada. ¡Y eso no es todo! ¡Todavía hay más! Echad un ojo a la sección de Ninillas, porque os muestra más pinchos que recorrían la barra del Restaurante Conlaya el día del Juicio Final -digo… de la Cena Cucharetera-.
También encontramos -correctamente presentadas- unas Patatas fritas caseras con un toque de pimentón. Vamos… que la barra del Restaurante Conlaya es ideal para hacer tiempo y esperar por tu mesa cuando el restaurante está a tope, no cabe duda alguna, o incluso para pasarse y tomarse unas cañitas “bien acompañadas” -por buenos pinchos, claro está-.
Si penetramos en el interior del local -bajando unos escalones- y dejamos atrás la zona de barra, el Restaurante Conlaya nos da la bienvenida bajo un manto blanco -que luce sobre un llamativo suelo negro- cuya pureza inspira limpieza, elegancia, garbo, distinción… Un sinfín de adjetivos que nos hacen ver que nos encontramos ante un comedor peripuesto, en el que si la cocina va acorde con lo que el sentido de la vista nos muestra, el conjunto reinará en armonía. Y reinó… vaya si reinó… que os lo digo yo.
Las mesas invitan a sentarse a los que las observan de cerca -no hay más que prestar atención a la siguiente imagen-, pero si no tienes reserva… difícilmente consigues una. ¡Es lo que tienen los restaurantes de nueva apertura en Madrid! ¡Que todo el mundo quiere probarlos! Nosotros los primeros, por supuesto.
La luz que sale de los apliques dibuja sombras longitudinales en todas direcciones, otorgando al lugar un baño de líneas rectas en diferentes tonalidades que recorren todo el abanico de grises. Un espectro que culmina en el blanco inmaculado de su mantelería y de su vajilla, que por cierto es Vista Alegre, a la que acompañan una cristalería de Schott y una cubertería de Amefa, muy elegantes todas ellas, sin perder de vista la sencillez y la funcionalidad.
Cada una de las mesas está previamente marcada con la carta que, al venir encuadernada en negro, contrasta divinamente con la pureza de su vestimenta. Presidiendo alguna de ellas encontramos lienzos abstractos que en ningún momento atosigan al comensal, sino que le hacen partícipes del placer de la buena mesa, sin desviar en demasía su atención, utilizando en todo momento colores suaves que ayudan a que el espacio resulte de lo más agradable. Aunque en alguna de sus esquinas, podamos disfrutar de la cercanía de un “Montesol” -como os muestra Ninillas-.
Las parejas no escapan de los planes de seducción del Restaurante Conlaya, y es que la notable separación de la que disfrutan las mismas es un reclamo en toda regla. ¡Ojalá todos los restaurantes de Madrid llevasen a cabo una política similar! Pero desgraciadamente es algo que se va perdiendo poco a poco, quizás la crisis que estamos viviendo consiga separar un poquito más las mesas… ¡No estaría nada mal! En el Conlaya… este “extra” tan cotizado viene de serie…
Cualquier rincón del Restaurante Conlaya resulta apetecible. Fijaos detenidamente en la siguiente instantánea, en la que se aprecia perfectamente el espaciado con el que son situadas las mesas. Las redondas son ideales para un grupo reducido de comensales, y las cuadradas ofrecen una anchura digna -aunque se unan para dar cabida a grupos superiores- de una velada cómoda en todos los sentidos. ¡Hasta en el del gusto! Como veremos próximamente…
Pero el Restaurante Conlaya tiene más sorpresas todavía, y para descubrirlas no hay más que subir los peldaños que nos llevan al comedor privado superior. ¡Aprovechad para reflejaos en un espejo que data de 1912! Prácticamente centenario… Muchas almas tiene que haber visto en su camino hacia su casa de hoy: el Conlaya… ¡Madre mía! Si pudiese expresarse… Miedo me daría… ¿Y las guerras que ha soportado sin romperse? ¿A quién habrá pertenecido? Interrogantes y más interrogantes que siempre me surgen cuando me encuentro ante objetos de este tipo…
Una vez arriba, tenemos un largo y blanco pasillo que nos lleva a los servicios -mostrados por Ninillas en el final de su sección-, en el que unas puertas de cristal traslúcido dejan entrever un nuevo espacio que sigue la línea marcada por su hermano inferior y que puede habilitarse para no fumadores, a pesar de que en todo el local está permitido fumar. Un comedor reservado que podemos utilizar como privado, para una comida o cena de empresa, de amigos, o para disfrutarlo en familia, sin que nadie participe -aunque sea pasivamente- en nuestras conversaciones.
Y visto lo visto… ¡Quién no tiene ganas de echar un ojo ya a la cocina que podemos disfrutar en el Restaurante Conlaya! Pues vamos allá… pasito a pasito, con buena letra, y mejor sabor.
Toda la materia prima viene de Santander, de la lonja, con lo que tenemos la garantía de estar consumiendo productos del mar que llevan un sello de sabor único, como diría un gallego como yo “Denominación de Origen del Norte” -y a ver quién es el que me lo niega-. Así que los cinco cucharetes que visitamos ese día el Conlaya… ¡Nos pusimos como el Kiko! Cuatro entrantes, cinco platos principales, tres postres… ¡Y una sobremesa cucharetera de pro! Con sus cafecitos y sus infusiones… Estábamos tan cómodos que… un poco más y nos tienen que echar.
Nada más llegar el aperitivo a la mesa, esa sabrosísima Crema de calabaza con langostinos y gambas, y crujiente de langostino que os enseña Ninillas, ordenamos nuestras elecciones dejándonos aconsejar en todo momento -¿quiénes mejor que ellos saben cuáles son sus puntos fuertes?-, y para los entrantes, nos decantamos por un blanco Ribera del Ansón 2008 de las Bodegas Vidular. Un Vino de la Tierra Costa de Cantabria elaborado con variedades albariño y chardonnay. Elegante a la vez que fresco y afrutado. ¡Magnífica elección! Un vino de la “tierruca” -como no podía ser de otro modo en un local como el que nos ocupa-.
En la carta de vinos -muy equilibrada, aunque con claro predominio de riojas y riberas- disponen de 45 referencias de vino, entre las que nos encontramos también dos tintos de Cantabria: Lusía y Picos Roble. Nos gustó a todos que la carta incluyese una pequeña nota de cata de cada una de las entradas, pues ayuda un poquito a la hora de elegir a todos aquellos que se sientan desorientados.
Prácticamente todos los entrantes se pueden picotear también en la zona de barra, y bajan un euro respecto a su precio en sala. También debemos tener en cuenta que nos ofrecen la posibilidad de ordenar medias raciones de algunos platos -aunque en esta ocasión no lo utilizamos-, como por ejemplo en raciones de croquetas, rabas, albóndigas, sardinas… -que salen a mitad de precio más un euro-.
Si en vez de a una cena vais al Restaurante Conlaya al mediodía, que sepáis que no sólo la carta está a vuestra disposición, sino que pueden sorprenderte con platos de cuchara de lo más apetecible, como pueden ser un Cocido montañés, una Olla podrida -muy rica a pesar de la imagen que transmite su nombre-, o un Marmite (típico de Santoña, que en Santander, Castro y Laredo es conocido como Marmita marinera, aunque realmente el nombre más llamativo es el que se le da en San Vicente de la Barquera: Sorropotún).
Pero nosotros estábamos de cenita… Así que… ¡Aquí tenemos el primer plato que aterrizó en la mesa! Unos fantásticos Lomos de sardinas ahumados con pimientos asados. ¡Excelentísima materia prima! ¡Riquísimos! Aceite, pimiento y sal mandón sobre unos lomitos ligeramente ahumados exquisitos. A quién no le guste el pescado, ¡que lo pruebe en todo su esplendor! Y ya veremos si cambia o no de opinión…
Ni que decir tiene que el plato con el que salgo en la fotografía causó sensación -y no por mi pose de pasmarote- sino porque esta Ensalada de bacalao y escalibada al pil-pil estaba de lujo. Una combinación de sabores perfectamente estudiada, en la que el aceite, el tomatito cherry, el bacalao, e incluso el crujiente de puerro que llevaba encima… conjuntaban -y jugaban- con las papilas gustativas de los presentes. ¡Riquísima!
¡Qué rico estaba el Carpaccio de atún del cantábrico! Me encantó ese ligero toque picante que dejaba al final. Venía con una guarnición de pimiento rojo y rúcula, un poquito de sal maldon, algo de limón para su maceración y… ¡aceite Cladivm! Que como todos seguramente sabéis, es un aceite hojiblanca de la D.O. Protegida Priego de Córdoba, que fue considerado el mejor del mundo en 2009, ganador absoluto en la categoría “afrutado medio” y objeto de una mención de honor del jurado de consumidores en el prestigioso “Olio Capitale 2009”. ¡Delicioso este carpaccio!
Vanesa os enseña la ración de Rabas de peludín, que como veis es muy generosa, con lo que la pudimos compartir todos los de la mesa sin problema alguno. Un rebozado típico tradicional cántabro da forma a esta exquisitez. Ni grasientas, ni blandengues, ni duras… ¡En su punto justo! Sin duda alguna un buen aceite les dio color…
Comenzamos con los platos principales, y no nos queda otra que recomendar a todo el mundo las Escalopas de salmonetes sobre espaguetis de calamar con puré del Restaurante Conlaya. Un guiño de mermelada de tomate y, sobre una pasta de chipirón, un excelente salmonete que va presentado en escalopes para evitar cualquier espina maldita. Se nos presenta en una ración de unos 200 gr., y se acompaña de patatas y cebollino. ¡Estaba riquísimo! Y aprovecho para matizar de nuevo la excelente materia prima que sale de la cocina del Conlaya, que nos permite deleitarnos con un plato poco habitual que no solemos encontrar en otros restaurantes de Madrid.
FlashBack no puso queja alguna sobre el Solomillo de atún rojo con salsa de soja y wasabi con el que aparece en la fotografía. Y es que no podía ni planteárselo… ¡Mi tenedor viajó tres veces a su territorio! Y no era para menos… ¡Estaba exquisito! Un toque de mango y un mézclum de lechugas acompañaban el sabroso y tierno dado de atún. Os lo recomiendo de corazón.
Llegadas las viandas carnívoras, aprovechamos para cambiar el “factor riego” a un tinto, y nos dejamos guiar en este tercio por el recomendado por la casa. Resultó ser un 100% tempranillo de la D.O. Ribera del Duero: Señorío de Bocos Roble, que presentaba una estancia en barrica de roble francés y americano de 4 a 6 meses. Buen tinto, y a muy buen precio -únicamente a 12 € +IVA la botella-. Fue calificado con 89 puntos para la Guía Peñín 2010, y la verdad es que presenta una estructura agradable.
Como solicitamos un chuletón, nos fue primeramente presentado en mesa antes de su preparación, algo que se agradece y que hace del Restaurante Conlaya un lugar sin complejos, pues puedes echar un vistazo “en vivo” a lo que te van a preparar. Qué mejor manera de comprobar su estado de conservación… Así da gusto.
Aquí tenéis a Roberto sonriente con el Chuletón de buey de la Tierruca, no podía tener mejor supervisión que la escolta de ese nombre afectivo con el que los cántabros designan a Cantabria, pues de allí viene el género. Se acompaña de patatas y pimientos, y no defraudará a los amantes de la carne, pues se trata de una materia prima notable que se disfruta en cada bocado. Por mi parte, ¡pasa la prueba con muy buena nota!
Como solicitamos un poquito de pimienta para la carne, José Antonio Llorente -el chef- se personó con un enorme pimentero de Peugeot de más de 30 cm. -Ya sabéis que, desde 1879, Peugeot disfruta de una reputación internacional en el mundo de la gastronomía gracias a sus pimenteros, con una cuidadosa estructura mecánica en su interior-. Y él mismo la molió sobre el chuletón, al gusto de Roberto.
Seguidamente hizo acto de presencia el Solomillo ibérico sobre manzana laminada y crujiente de parmesano. El nombre nos desvela los ingredientes principales del plato, aunque he de añadir que llevaba una salsita de pimiento que le iba al pelo. Muy sabroso y en su punto -que siempre tienen la deferencia de preguntártelo-. Un plato que -no sé por qué- me recordaba al casco con alas de Asterix y me hacía gracia.
Con patatas en su base llegaron estas Carrilleras ibéricas con salsa de vino y crujiente de zanahoria. Riquísimas también, y en una cantidad más que generosa. Por supuesto, entre bocado y bocado… un traguito de Señorío de Bocos, que cada vez estaba mejor.
Como os podéis imaginar, a estas alturas de la película -gastronómica- estábamos bien servidos, por no decir que nos iba a costar probar los postres… Pero cuando estás ante una carta que te presenta apetitosas sobremesas caseras… ¡No hay forma de evitar pasar por ese “suplicio”!
Gracias a respirar hondo y coger fuerzas para pedir algún postre -cayeron tres al final para los cinco- descubrimos la joya del Restaurante Conlaya. ¡Espectacular! Mejor… lo repito en mayúsculas: ¡ESPECTACULAR! Así es como definiría a la Torrija de sobao pasiego con su helado. Se sirve caliente y está realmente de infarto. En la imagen, es justamente lo que se ve al fondo… el sobao… ¡Madre mía que rico estaba eso! ¡Debería estar prohibido! ¡Porque dan ganas de pedirse otro!
Con la espectacular torrija, Ninillas pidió una copa de Château Megyer Tokaji Aszú 2005 (3 puttonyos), un vino húngaro de postre de color miel que, si para Luis XIV era el rey de los vinos, para el resto de mortales cuchareteros… ¡Bien bueno que está! Habrá que visitar algún día la cava de Château Megyer, pues está en la lista de lugares considerados “Patrimonio Mundial de la Humanidad” por la UNESCO, y así disfrutar en primera persona del ideal almacenaje de la producción que sale de los viñedos de las colinas de los Montes Cárpatos.
Pedimos también un Coulant con crema inglesa que, aunque estaba muy bueno, quedaba completamente eclipsado por la Torrija de sobao, ni punto de comparación. No se puede comparar un postre más habitual -por muy bueno que esté- a una verdadera maravilla del sabor, como era la torrija.
El resto de la mesa optó por unas copas de otro vino italiano de postre, que viene siendo como un moscatel con burbujas… Moscato D`asti 2009. ¡Muy rico! (Los dos vinos que pedimos para acompañar los postres, aparecen fotografiados en la sección de Ninillas)
Nada que objetar tampoco al Arroz con leche con crujiente de mandarina que nos ofrecieron como sugerencia fuera de carta. Llega a la mesa presentado de forma curiosa, a modo de velero que recorre los mares cántabros en busca de un viento que le lleve a buen puerto: El Restaurante Conlaya, por ejemplo.
No hay mejor broche para una cena cucharetera tan especial que unos buenos cafés y unos tés acompañados de una conversación llena de anécdotas de los viejos tiempos. ¡Si casi nos tienen que echar de allí! ¡Se está muy cómodo en el Conlaya! Además, a día de hoy me parece increíble que en un local de esta categoría los cafés estén únicamente a 1.50 € +IVA -y en barra 1,30 con IVA incluido- siendo además 100% puro de Colombia. ¡Otro “minipunto” para el Conlaya!
Un espacio elegante con una cocina que nos acerca Cantabria a Madrid. ¿Qué más se puede pedir? ¿Excelentes materias primas? ¡Las tienen! ¿Raciones generosas? ¡Las tienen! ¿Servicio profesional y educado? ¡Lo tienen! ¿Separación entre mesas? ¡La tienen! ¿Un postre de auténtico lujo que probablemente no hayáis probado jamás? ¡Lo tienen! Y para los más geeks… ¿Tienen WIFI? ¡Sí! ¡La tienen también!
El Restaurante Conlaya no os defraudará. ¡Palabra de Cucharete!
Ninillas: Tengo un único sobrino del que soy su única tía. Se llama Raúl y tiene 17 meses. También es el único nieto, tanto por parte materna como paterna y, como podéis imaginar, con tanto “único”, absolutamente todos estamos con un babero puesto cuando estamos con él. Para nosotros es el más guapo, el más listo, el más gracioso… ¡Qué os voy a contar! ¡Es nuestro niño! ¡Nuestro Raulillo! Ahora le ha dado por bailar, mete el culillo “pa dentro”, encoje los hombros… y empieza a dar vueltas como un poseído por Hathor -diosa egipcia de la alegría-. Sólo tengo una pena, enorme eso sí, y es la de no poder verlo nada más que cuando voy a Cuenca. Por eso, sentía la necesidad de que de una vez a otra se acordara de mí, que supiera que soy su tía y que lo adoro. Quería darle algo, un elemento diferenciador respecto a los demás para que supiera que yo, SOY SU TÍA. Así que, un buen día, me acordé del libro infantil “Abrazos de vainilla” de la escritora Fina Casalderrey, decidí cambiar abrazos por besos y empecé a darle muchos en diferentes sitios y cada uno con un nombre distinto: besos de chocolate -en el lóbulo de la oreja-, besos de fresa -muchos piquitos seguidos-… Pero hubo uno con el que no paró de reír, lo llamé “Besillo de melocotón”, no hay ninguna razón especial, sencillamente me gustó el nombre. Consiste en dar varios besillos al estilo gnomo para luego finalizar con un sonoro besazo en la nariz. Desde aquella primera vez que se lo hice, cada vez que vuelvo a verlo le doy unos cuantos “Besillos de melocotón”, Raúl sabe quién soy, y sabe que esos besos “especiales” SÓLO SE LOS DA SU TÍA, porque esos “Besillos de melocotón” son mi elemento diferenciador, son lo que me hacen ser especial frente a los demás.
Con los restaurantes, aunque parezca mentira, ocurre lo mismo. Hay miles de ellos, pero tal y como yo lo veo, un restaurante tiene que tener un elemento diferenciador, tiene que tener ese “algo” que lo hace especial y que lo caracteriza. Puede que sea un plato, puede que sea su decoración, su metre… El caso es que, de no tener ese “algo”… sólo será uno más. El restaurante de hoy, sabe de lo que estoy hablando y, desde luego, lo ha puesto en práctica, pero para saber qué lo diferencia del resto, tendréis que seguir leyendo. Por cierto, el restaurante se llama Conlaya, Restaurante Conlaya. Quedaos con el nombre porque aquí se come muy, pero que muy bien.
El Conlaya es un restaurante de nueva apertura en Madrid -aún no ha cumplido los dos meses de vida- ubicado en el barrio de Chamberí, concretamente en la calle Zurbano número 13. Con esta edad, podría pensarse que es inexperto y que no sabe de qué va el asunto, nada más lejos de la realidad, pues el Restaurante Conlaya no es sino la incursión madrileña del santanderino Restaurante La Brocheta. De hecho, ambos comparten el mismo espíritu y la misma carta, sin olvidar, por supuesto, sus orígenes pasiegos y el amor a la Tierruca, ésa que nos deja estampas tan maravillosas como las de las fotografías que cuelgan en sus paredes nada más entrar. La de la izquierda, corresponde al Paseo de Pereda en 1880, antes de que se produjera el gran incendio que asoló el barrio viejo de Santander. La de la derecha, es del faro de la isla de Mouro.
Acompañando esas bellas imágenes del Santander de ayer y de hoy, nos encontramos con esta coqueta barra. Es chiquitita, sin embargo… creedme cuando os digo que desde ella también se puede descubrir todo el encanto culinario del Restaurante Conlaya. En la imagen que os muestro no se ve en todo su esplendor, pero mientras nos bebimos una caña -son a 1,50 € las normales y a 2 € las dobles- aquello empezó a llenarse de colorido y nosotros empezamos a salivar al ver salir todos y cada uno de los pinchos que prepararon para aquella noche. El precio de los pinchos es 2,50 € y os podéis encontrar con bocados tan suculentos como el que os muestro a continuación: Patata confitada al aroma de laurel con ali-oli.
Además de los pinchos, en la barra también se pueden pedir prácticamente casi todos los entrantes que figuran en la carta del Conlaya, con la diferencia de que aquí salen 1 € más económicos. Pero, mientras os sigo contando, no os perdáis el que, sin duda, fue el pincho más espectacular de todos los que desfilaron ante nuestros ojos: Crujiente de langostino envuelto en bacon y kataifi. ¡Dios mío! Este pincho tenía que estar delicioso. Qué pena que no los probásemos.
Y, ¿qué me decís de la Tortilla preñada que viene a continuación? ¡Menuda pinta tiene! En la barra del Restaurante Conlaya elaboran tortillas preñadas de diferentes tipos: de atún, de jamón y queso, de morcilla, de bacon… El precio del pincho de tortilla es más económico que el resto y lo tienen a 2 €.
La verdad es que me estaba entrando un hambre fuera de lo común, porque cada pincho que salía me apetecía más que el anterior, no me extraña que hayan sido ganadores por 3 años consecutivos de la Quincena del Pincho de Cantabria con su Restaurante La Brocheta, porque no me digáis que este Rulo de queso de cabra caramelizado con frutos rojos y crujiente de jamón que viene a continuación, no está “pa’ comérselo”, hasta con palillo si me apuras.
Dejamos atrás la barra, que como habéis podido apreciar es perfecta para abrir boca y disfrutar de un tranquilo aperitivo, y pasamos al restaurante propiamente dicho. El Conlaya tiene capacidad para un total de 48 comensales distribuidos en dos salas, ambas para fumadores. La que os muestro a continuación es para 32 y la otra, situada en una planta superior, puede privatizarse y da cabida a otras 16 -que puede ser habilitada como comedor para no fumadores-.
Desde que entras a su comedor, te invade una sensación de sosiego, de paz, de tranquilidad… Qué duda cabe, que sus paredes de blanco inmaculado ayudan a ello, también esas líneas puras que no despistan al comensal y por supuesto, su música, que va recorriendo estilos tan dispares como el jazz, la bossa nova, el new age o la música clásica, sin perturbar y siempre al volumen adecuado.
En este ambiente sobrio y elegante, se puede disfrutar a las mil maravillas de una cena íntima de pareja o de una comida de negocios pues, como podéis apreciar, el Restaurante Conlaya ofrece numerosas mesas de dos y además con una separación considerable, lo que viene muy bien a la hora de preservar las conversaciones privadas.
Por el contrario, si el grupo se amplía… no hay problema, también disponen de mesas redondas de seis personas ideales para mantener una conversación fluida sin perder de vista al resto de comensales. Aunque bien es cierto que, en concreto, en la mesa que os muestro a continuación, habrá unos que podrán disfrutar del fantástico cuadro del pintor e ilustrador catalán Javier Ballester “Montesol” y otros que no, pero oye, es que todo no se puede tener. Sólo hay que estar un “poco listo” y sentarse enfrente.
De las paredes del Restaurante Conlaya cuelgan además otras obras, en esta ocasión abstractas. Yo soy más del “Montesol”, pero reconozco que éstas ponen la nota de color y ayudan a romper esa imagen un tanto fría que en un principio pudiera causar un espacio absolutamente blanco. No reconocí a ningún otro artista, es muy posible que se deba más bien a mi incultura pictórica. De cualquier forma, si conocéis alguno… Ya sabéis, un correo y… ¡listo!
Como ya he mencionado antes, el Restaurante Conlaya surge con la intención de trasladar la cocina cántabra a Madrid. Pero no una cocina cualquiera, sino la concebida por Jesús Laya -de ahí su nombre-. Jesús, lleva 35 años tras los fogones, de los cuales los 4 últimos los ha pasado capitaneando el restaurante La Brocheta de Santander, del que también es socio. Para su desembarco en la capital, llega desde Santander José Antonio Llorente, a quien tuvimos el gusto de saludar al pedir pimienta, pero eso es mejor que lo veáis en la sección de Rayo, para que os deis cuenta de lo que es un pimentero de verdad.
Este cuadro me recordó a una piruleta. Se parece, ¿verdad? Tan roja, tan brillante… Dan ganas de arrancarla del lienzo y meterla en la boca. Me quedé con las ganas de preguntar cómo se llamaba la obra, porque la verdad es que se me hace difícil ponerle un nombre. Tal vez… “Piruleta sobre fondo gris”. En fin, tonterías mías aparte, de lo que sí tengo el nombre es de su elegante vajilla, que era Vista Alegre, de su finísima cristalería llamada Schott y de su cubertería, que era de Amefa. Puede parecer una nimiedad, pero las cosas como son, se agradece cuando se cuidan los detalles y te presentan una mesa con empaque acorde a la cocina que sirven.
Por esta fantástica escalera de madera se accede a la planta superior, donde se encuentra el segundo comedor y los servicios. Nada más verla, me imaginé enfundada en un precioso vestido de noche, con unos 10 kilos menos eso sí, porque tal y como estoy ahora… más bien parecería una “michelina”. Pues eso, que me vi en ese maravilloso vestido, bajándola lentamente, peldaño a peldaño, como a cámara lenta, subida en unos Manolos y con unos labios rojos intensos a modo de “fem fatal” o tal vez de “chica Bond”. Bueno… No sé, el caso es que yo me vi allí divina de la muerte porque la escalerita se presta a ello y ¡qué demonios!, porque de ilusión también se vive.
El comedor de esta planta tiene capacidad para 16 comensales, como os comenté antes, y se puede privatizar para cualquier tipo de reunión, ya sea una comida con amigos, familiar o de negocios. La gracia de esta segunda sala -y concretamente de la mesa que os muestro en la siguiente imagen- es que desde ella se tienen vistas a la entrada del Restaurante Conlaya, a su magnífica escalera y a un precioso y descomunal espejo de 1912 que según nos comentaron adquirieron en un anticuario. Pienso en “ese espejo”, situado frente a “esa escalera” y me vuelvo a ver allí reflejada…
Llega la hora de meternos en faena, y esa noche hubo mucha y buena, como se suele decir. El Restaurante Conlaya nos ofrece una cocina de mercado con ciertos toques de autor y con claras tradiciones cántabras, hasta el límite de traer a diario el pescado directamente de la lonja de Santander, así como sus carnes, que también proceden de tierras pasiegas. Su carta no es excesivamente extensa, pero está muy equilibrada y presenta un buen número de entradas en sus diferentes secciones -incluso nos permite poder optar por medias raciones de algunos de sus platos-. Así, nos encontramos con 13 entrantes, 5 pescados -más uno del día según lonja- y 6 carnes. A mediodía, de lunes a viernes, han optado por incluir un plato del día a 12 € +IVA, que varía a diario. De ese modo, el lunes nos podemos encontrar con un Marmite de Santoña, el martes un Cocido montañés, o incluso una Olla podrida por ejemplo… un miércoles.
Aquella noche íbamos cinco personas: Roberto, Vanesa y los tres cucharetes. Hambrientos… no más que otros días, pero sí más ansiosos, sobre todo después de presenciar el desfile de pinchos en la entrada. De modo que pedimos, 4 entrantes, 5 principales y a los postres… Ya veríamos cómo llegábamos a ellos.
Lo primero que hizo acto de presencia en la mesa fue el aperitivo: una Crema de calabaza con langostinos y gambas, y crujiente de langostino. Venía presentado a modo de chupito y sólo hay que mirar la fotografía para que os podáis imaginar lo rico que estaba. Textura suave, sabor intenso… Una delicia.
No acostumbro a hablar de las aceiteras, pero ésta merece mención especial por dos razones. La primera, no sólo es bonita, sino que además no “se baba”, queda poco fino, pero es lo que suele pasar con el 90%. Segundo, el aceite que llevan es oliva virgen extra CLADIVM, elegido en 2009 como mejor aceite en la categoría Frutados Verdes Amargos por el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. Un oro líquido excepcional.
El primer entrante que seleccionamos corrió a cargo de estos Lomos de sardinas ahumados con pimientos asados. Estaban muy buenas, la sardinas estaban maceradas y ligeramente ahumadas, y simplemente se acompañaban con los pimientos asados en la base, un buen riego de aceite de oliva virgen CLADIVM y sal maldon.
Este primer plano pertenece a un plato que a mí, sencillamente, me volvió loca: Ensalada de bacalao y escalibada al pil-pil. Para mí fue todo un espectáculo. Ya sabéis que a mí el bacalao me pierde, pero si además se consigue un plato equilibrado y con sabores bien integrados… ¡Qué más se puede pedir! Además, lejos de presentarse como una típica ensalada con aliño y poco más, se jugaba con las texturas: un pil-pil en espuma, unos puerros en tempura fina y nada grasienta… Un imprescindible.
Flashback os muestra el Carpaccio de atún del Cantábrico. Un plato sencillo que tan sólo lleva atún de primera calidad macerado en aceite de oliva virgen extra CLADIVM, limón y sal maldon. Con un ligero toque picante al final. Si sois amantes de los carpaccios, como es mi caso, éste no os lo podéis perder porque se trata de otro imprescindible.
Y estando en un restaurante cántabro, no pudimos evitar anotar en nuestra comanda unas Rabas de peludín. Al igual que el atún, las rabas estabas fresquísimas, con el rebozado típico cántabro, bien fritas y nada aceitosas.
El plato que os muestro a continuación fue otro de los que más originales me parecieron junto a la Ensalada de bacalao, se trata de unas Escalopas de salmonetes sobre espaguetis de calamar con puré. Nuevamente unos fresquísimos salmonetes que se disponían sobre unos chipirones a modo de pasta, unas patatas con cebollino y una mermelada de tomate. Bueno… no, ¡buenísimo! Un plato sabroso, delicado y, como ya os he dicho antes, tremendamente original. Un acierto seguro.
Sorprendente también la excelente materia prima de este Solomillo de atún rojo con salsa de soja y wasabi. Llevaba como guarnición un mézclum de lechugas, mango y una crema que le daba el toque final, de la que se guardaron el secreto. El puntito exótico procedía de la soja y el wasabi.
El Restaurante Conlaya cuenta con 45 referencias en su carta de vinos, donde han optado por incluir caldos poco previsibles además de los clásicos Rioja y Ribera del Duero. Por supuesto, también han dejado su huequecito a los vinos de la tierra y nos presentan tres, dos tintos y un blanco, que es por el que optamos para los entrantes, un Ribera del Ansón 2008 de las Bodegas Vidular. Me agradó, no era nada excepcional, pero cumplió. Para las carnes seleccionamos un tinto Señorío de Bocos Roble de la D.O. Ribera del Duero, vino recomendado de la casa.
Cabe destacar que cada vino aparece en la carta con su cata correspondiente, detalle muy de agradecer aunque, por un poco más, podrían haber incluido las añadas.
Abrimos la sección carnívora con este Chuletón de buey de la Tierruca. El chuletón, como viene siendo habitual, lo sirven al peso a razón de 39 €/Kg + IVA. El nuestro pesó poco más de 400 gr. y tuvieron un gesto que no se ve tanto por ahí, que es de presentárnoslo en la mesa antes de cocinarlo. Se acompañaba de unas patatas fritas caseras, pimientos de padrón y, por supuesto, por encima llevaba la sal maldon. Era una carne de muy buena calidad.
Vanesa os muestra un Solomillo ibérico sobre manzana laminada y crujiente de queso. El solomillo estaba perfecto de punto y muy tierno, además se servía con una leve salsa de pimientos que le daba el toque final.
Y, ¡qué deciros de estas Carrilleras ibéricas con salsa de vino y crujiente de zanahoria! Extraordinarias… tiernas, plenas de sabor, con la salsita bien ligada… Casi, casi que un imprescindible.
Hasta el momento, la cena estaba resultando de lujo, pero quedaban los postres… Aunque algo me decía a mí que no iba a haber ningún problema. Pedimos tres, porque la verdad es que no podíamos más. Los precios están entre los 4,5 € y los 6,5 € del más exclusivo, que no es otro que el que os muestro a continuación: Torrija de sobao Pasiego con su helado. Por cierto, viene al pelo dadas las fechas en las que estamos. Este postre es obligatorio pedirlo si se va al Restaurante Conlaya. Si me preguntáis qué es lo primero que me viene a la cabeza al decir Conlaya, no hay duda, responderé automáticamente: Torrija de sobao Pasiego. ¡Impresionante! Por lo visto se elabora con sobaos Macho que están macerándose con ingredientes secretos -no nos los revelaron-, luego se añade el azúcar por encima y se quema con un soplete. Como acompañamiento, lleva también un helado de sobao, igualmente delicioso.
Acompañamos los postres con una copita de Chateau Megyer Tokaji Aszú 2005 (3 puttonyos) -4 € +IVA- y otras 4 de un vino italiano Moscato D`asti 2009 -3 € +IVA-. Me gustó más el segundo, viene a ser como un moscatel más suave y con burbujas. Seguramente si le preguntáis a un hombre os dirá que es un vino para mujeres y yo, que lo soy, certifico que a mí me gustó, pero también al resto de mis acompañantes.
Otro de los postres emblemáticos del Restaurante Conlaya es el Arroz con leche con crujiente de mandarina, presentado como postre de la casa. La opinión general fue buena, pero a mí me vais a permitir que me abstenga, porque el arroz con leche no lo probé ni de chiquitilla, así que… Poco puedo opinar si de entrada algo no te gusta.
Terminamos los postres con este Coulant con crema inglesa. Estaba rico, pero no sorprendió en demasía, tal vez porque está presente en prácticamente el 90% de los restaurantes y no llama la atención.
La sobremesa la acompañamos con buena conversación, tés y excelentes cafés -todos a 1,50 € +IVA-. En serio, el café era de grandísima calidad y tremendamente cremoso. Aconsejo pedirlo, sobre todo porque últimamente con el Nespresso, los restauradores se están volviendo muy cómodos y cada vez quedan menos sitios donde degustar un café de calidad bien hecho.
Aprovecho mi visita a los coquetos baños para daros algunos precios. El agua, botella de 1 litro a 2 € +IVA; pan y aperitivo… 2 €/persona.
Sólo me queda por plasmar algún que otro detalle, como por ejemplo su servicio, comandado por Igor Mate -socio del restaurante- y seguido por José Antonio, ambos muy amables y serviciales. El ambiente: sensacional, relajado, tranquilo… Un sitio discreto en el que realmente disfrutas comiendo o cenando. La cocina que, en definitiva, es a lo que se va, yo diría que es una cocina basada en un producto de excelente calidad, ya sean carnes o pescados, con elaboraciones sencillas y muy honestas, a las que se les unen otros platos que son capaces de sorprender por su originalidad y equilibrio de sabores. Por si aún no os ha quedado claro, en lo que respecta a ese “algo” que es capaz de hacer desaparecer la memoria de pez y que permite al Restaurante Conlaya sobresalir por encima de los demás… Yo diría que no es uno, sino que son tres “algos”: producto, elaboración y ¡Torrijas de sobaos pasiegos! Esos son los auténticos “Besillos de melocotón” del Restaurante Conlaya, al que estoy deseando volver.
Espero que os guste tanto como a mí y que disfrutéis de la Semana Santa, yo me voy para Cuenca ¡ya mismo! Que ya deben estar los turbos afinando sus tambores.
Cucharete: ¡Mucho disfrutaron mis chicos del Restaurante Conlaya de la calle Zurbano! ¡Y bien claro lo han dejado plasmado para la posteridad en su artículo! ¿Verdad? Si es que los productos del Norte… ¡Es lo que tienen! Sobre todo cuando nos referimos a unas materias primas de primera calidad, con las que tenemos prácticamente la batalla ganada. ¿Y los postres? ¿Habéis leído detenidamente lo que dicen de la Torrija de sobao pasiego? ¡No creo que tarden mucho en regresar para disfrutarla de nuevo! Os garantizo que se quedaron sin palabras cuando la probaron… “¡Exquisita!” Repetían una y otra vez… Mi equipo cenó por 43 €/persona, cinco personas con 4 entrantes, 5 platos principales, 3 postres, 2 botellas de agua, 2 cafés y 3 tés. A lo que tendríamos que añadir dos botellas de vino blanco -15 € +IVA cada una- y otra de tinto -12 € +IVA-, así como 4 copas de vinos de postre -a 3 € cada una- y otra más a 4 €.
La elegante presencia de su blanco comedor, muy agradable. Su interesante propuesta gastronómica, basada en una cocina de mercado con influencia cántabra. La excelente calidad de sus materias primas. La generosidad de sus raciones. Sus cuidados y premiados pinchos en barra. El ajustado precio de sus referencias de vino. Su relación calidad/cantidad/precio. La posibilidad de degustar medias raciones. El amable y atento trato del servicio en todo momento. Su amplia separación entre mesas. Su impresionante Torrija de sobao pasiego. Aceptan todos los cheques de comida.
Pequeños detalles, insignificantes.
4,9
9 comentarios a “Conlaya”
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Uy uy uy…que buena pinta tiene todo!! Ademés, estuve en Cantabria hace poco y me va a servir para revivir la inmensa cantidad de buenos sabores que hay por allí.
Saludos!
Estoy de acuerdo este restaurante le conceptuo como uno de los mejores de Madrid me parece un precio razonable para los platos tan exquisitos que sirven un 10.
Siguiendo vuestro consejo he estado recientemente en este restaurante y confieso que descubrirlo ha sido un gran acierto. Precios muy razonables, un servicio muy esmerado y atento junto con una muy buena calidad del producto. Salgo habitualmente a cenar por Madrid y con toda seguridad este será uno de los restaurantes que volveré a visitar
Un saludo
lo del sobao me ha llegado al alma… ha sido ese “algo” que me ha hecho decidirme a la hora de elegir restaurante para celebrar mi primer cumple casada!!! a mi novio (no me gusta nada la palabra marido, tan sólo llevo un mes casada y se me hace raro!) le encantan los sobaos, son su perdición!! espero que el restaurante esté a la altura de las circunstancias!! seguro que sí… confío en vosotros Cucharetes!!
Ninillas, probaré el Turnedó de solomillo ibérico y la brocheta de langostino!! ya os contaré.
Saludos y gracias por la recomendación!
que emoción!! acabo de reservar… estoy deseando hincar el diente a esos manjares… es más, creo que voy a estar sin comer todo el día para llegar a la cena con hambre!! este es el restaurante que he reservado con más ilusión… eso de estar casada te vuelve muy sentimental!
el sábado 29 (día de mi cumple por cierto) os cuento la crónica detallada…
chaoooo
hola cuchareteros!! ya por fin me pongo para contaros qué tal mi experiencia en el Conlaya… bueno, decir que al principio me “asusté”, ya que se veía un ambiente muy fino, y pensé: ¿dónde me he metido? pero la atención es tan buena, que hacen que te sientas comodísimo, como en tu casa.
Todo es blanco, simple, con pinturas preciosas en sus paredes y una música de fondo que hace de la cena un momento muy agradable. Lástima que teníamos al lado un grupo de gente y la música no la apreciamos mucho, ya que, como es natural, hablaban varios al mismo tiempo y había jaleíllo… pero si coincide que no está muy lleno, y sobre todo, que no hay un grupo, se puede disfrutar además de buena música!
Bueno, ahora paso a lo importante, que es la comida: nos pusieron un aperitivo buenísimo para ir abriendo boca, mientras nos decidíamos por qué platos elegir… nos gustaba todo, era increíble… la elección se hace difícil por eso. Por suerte, hay entrantes de los que puedes pedir medias raciones, por lo que finalmente optamos por media ración de lomos de sardina y media de albóndigas de pescado… ambas estaban impresionantes, sobre todo la primera. Además que la media ración de los lomos está bien porque en la entera te ponen 5, y en la media, 3… por lo que compensa. Como plato, mi marido pidió un solomillo de atún que estaba ES-PEC-TA-CU-LAR… yo creo que debería ser el plato estrella del restaurante… exquisito, muy bien preparado y se notaba con creces la calidad; yo elejí los salmonetes, que también me encantaron… también muy bien preparados y de muy buena calidad; y la presentación de ambos platos, magnífica. Yo no bebo vino, pero mi chico sí y pidió una copa de un verdejo, que probé y, para no gustarme el vino, me pareció que estaba bueno.
Ya por fin pasamos a los postres, y como no, pedimos el sobao… no tengo palabras, simplemente, decir que es EL POSTRE… el dulce más rico que he comido en un restaurante… esta exquisito, es original y además que te deja bastante bien!! es un postre contundente, de hecho, lo compartimos por sugerencia del camarero… no pudimos repetir, y eso que era la intencion! volveré a este restaurante aunque sólo sea por el sobao…
Salimos a 37 euros por cabeza… bastante bien teniendo en cuenta la buena calidad del producto, así como su preparación y presentación… y ni qué decir de la buena atención. Y el sitio, claro, que también se paga… una de las mejores zonas de Madrid. Volveré seguro.
Espero animaros!!!
Saludosssss
Tres amigos fuimos a cenar un día de diario a este restaurante, acogedor, no muy grande, pero suficientemente amplio y con una estética que auna lo moderno con tintes clásicos.
Lo primero, la atención impecable, rápida, muy profesional y certera en las recomendaciones, que seguimos al pie de la letra en los entrantes y sus cantidades (2 medias raciones) consistentes en una espectaculares lomos de sardinas ahumados con pimientos asados, y los más que correctas albóndigas, que vinieron precedidos por una riquísima crema de garbanzos de parte de la casa.
Como segundo, yo me decanté por la carrillera, absolutamente magnífica, y óptima en cuanto a su cantidad. Mis amigos comieron sendos solomillos (de atún e ibérico), que probé y me parecieron satisfactorios.
Como postre, y aunque soy un fanático del tiramisú, encontré tan sugerente la descripción de la torrija de sobao pasiego que en esta web se hacía, que no pude resistir pedírmela, sin lugar a dudas acerté, y mas aun después de probar el tiramisú que pidieron mis acompañantes, y que me pareció correcto, aunque no especialmente llamativo.
Sin ser un especialista también pude observar una amplísima carta de vinos y un amplio abanico para tomar una copa de los mismos. Destaco, por gusto personal, la presencia de “moscato” en las referencias, vino italiano dulce delicioso, no muy popular, y que sólo se encuentra en algún que otro restaurante italiano.
El precio, con agua, copa de vino, y alguna cocacola de aperitivo, unos 40€ por persona, equilibrado tirando a bien.
Sitio absolutamente recomendable
Fuimos a Conlaya con la oferta de cucharete y la verdad es que nos encantó!!
El servicio muy atento, el local impecable y comida espectacular!! como eramos todos muy golosos lo que más nos gustó fue la torrija de sobao… impresionante!!! Nosotros seguro que volvemos…
Estuvimos cenando con unos amigos en Conlaya y nos encantó!! todo estaba delicioso y el camarero un encanto. La cena perfecta y con oferta!! que más se puede pedir??