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Libertad, 16
Madrid (Centro)
Chueca (Línea 5)
91 521 69 04
25 - 45
Restaurante italo-argentino de nueva apertura en Madrid en pleno barrio de Chueca, que reinventa La Carmencita y sus más de 150 años de historia. Sala de fumadores y no fumadores debidamente separadas. De lunes a viernes dispone de un menú del día a 15 €. Conocido por sus fantásticos cócteles que se acompañan de aperitivos los domingos por la noche. No cierran. Admite reservas excepto los fines de semana por la noche (viernes y sábado), con lo que conviene asistir pronto, en los que el local abre a las 21 horas.
3,9
Rayo: Renace cual fénix la nostálgica Taberna Carmencita fundada allá por el 1850, esta vez con potentes y atractivos tonos azules que no dejan indiferente a ningún viandante que pasee por el barrio de Chueca dispuesto a disfrutar de una inusitada velada: el restaurante 800 (Ottocento).
Desde el 2 de febrero de 2007 Guillermo Pepe -propietario- y Martín Mercado -chef y socio- miman al cliente desde un local en el que prima el buen hacer en todos los sentidos. Marisa -muy amable siempre- al frente del servicio, y su hermano Leo -barman y sumiller- deleita los paladares con trabajados cócteles, uno de los éxitos de este local azulón.
A la entrada, nos recibe y da la bienvenida el célebre azulejado de la afamada Carmencita. Preciosa barra gobernada por Leo, en la que expresa con arte la combinación de alcoholes y sabores.
El interior del comedor, relaja… los tonos azul claro -perfectamente combinados con los oscuros de su fachada- consiguen esa sensación de paz y tranquilidad a la vista del comensal, apoyados por la distancia entre mesas que consigue que la velada discurra con cierta intimidad.
La veterana araña ilumina el espacio en tonos cálidos ayudada por pequeños apliques que dan un guiño de luz y color a sugerentes mensajes que conforman la decoración, muy seductor el de su fachada: “Ama el momento”.
Las parpadeantes y pequeñas velas, dan ese toque elitista a la madera de sus mesas, rodeadas siempre de ese reconfortante azul que nos acompaña desde la entrada.
Las ceras, amenizan la degustación entre plato y plato, ya que nos permiten dibujar en los mantelitos individuales de papel, donde creo que el local se equivoca, pues desentona completamente la calidad del papel utilizado con el resto del lugar, es excesivamente inelegante. De todos modos podéis observar cómo a lo largo de la cena disfrutamos esbozando al Cucharete.
Conos de luz iluminan frases impresas en las paredes acompañadas de sus genios creadores: Picasso, Gasmann y Richard Branson, iconos del pensamiento libre y creativo. Completan la peculiar decoración una estatua de Karl Schwein y un gracioso cerdito alado -Otto- que divisa los viandantes invitándoles a entrar, seña de identidad de la casa.
Llegado el momento, optamos por consultar a Marisa para que nos indicase las especialidades recomendadas del restaurante. De primero no podíamos elegir otro plato que no fuese la Provoleta dúo ya que tenía una pinta muy sabrosa. Aunque finalmente, la estrella de los primeros fue De las pampas -un trío de empanadas de estilo argentino- que muestra FlashBack. ¡Muy sabrosas! De la provoleta, aunque correcta… esperábamos más.
La carne es otra historia, recordad que nos encontramos en un local con aire argentino, realmente sabrosa. Personalmente disfruté mucho de mi elección: Bife a la parrilla -chuletón de carne argentina con patatas o ensalada a elegir, acompañado de chimi churri de la casa-. Estaba realmente bueno.
Como podéis ver, el boceto de Cucharete empezaba a coger forma en el “mantel”. Respecto a la espera entre plato y plato, no se hacía larga, pues el espacio transmite bienestar por los cuatro costados. Se estaba realmente muy a gusto.
El tamaño de las raciones es más que correcto como podéis observar en esta fotografía.
Llegados los postres optamos por probar y compartir un poco de todo de las cinco sugerencias que muestra la carta: Tarta tain de bananas al ron con helado de vainilla, Copa de tiramisú desfragmentada y Chocolate en tres texturas.
Yo me quedo con el de chocolate, aunque cierto es que todo es cuestión de gustos, pero los que somos chocolateros somos de piñón fijo. Aquí ya estaba el Cucharete en todo su explendor presidiendo la mesa.
Finalmente, no nos podíamos despedir del Ottocento sin haber saboreado sus cócteles. Más que nada porque nos percatamos de que prácticamente todas las mesas lo hacían, prueba fehaciente de su éxito. Así que me decidí -entre una gran variedad- por el Frozen Margarita (tequila, cointreau, limón y azúcar) que puso el broche final de una notable cena.
El precio del cóctel dispara la cena 8,90 € más IVA, pero según en qué ocasión acudamos, merece la pena. Lo considero un restaurante francamente recomendable.
FlashBack: En la esquina entre las calles Libertad y San Marcos, donde durante tanto tiempo se encontró situada la histórica taberna Carmencita, lugar de reunión de grandes artistas, escritores y toreros, aparece hace unos escasos meses Ottocento, restaurante italoargentino que ha sabido mantener los aspectos decorativos de su predecesor combinándolos con un estudiado lavado de cara.
Del tradicional rojo y los ornamentos tradicionalmente castizos, se ha evolucionado a tonos azulados muy elegantes acompañados de elementos vanguardistas, apostando por crear una atmósfera que impresiona al descubrirla al mismo tiempo que resulta especialmente acogedora.
En comparación con otras apuestas recientes, nos encontramos ante un concepto de restaurante familiar en el que su servicio aporta un ambiente y trato excelentes, cuidando a su clientela con exquisita atención.
Las mesas son un claro ejemplo de todo lo anterior, mezclándose las antiguas sillas restauradas de forma tan peculiar con mesas de madera mucho más actuales. Las sencillas velas situadas sobre ellas aplican el toque de romanticismo que cabe desear en un establecimiento de esta clase.
En nuestra cena disfrutamos del salón para fumadores, no desmereciendo en ningún caso la estancia inferior para quien prefiera evitar los humos, compuesta por mesas orientadas hacia parejas o pequeños grupos en un clima muy íntimo e igualmente sosegado.
Todo ello acompañado de unos guiños de originalidad como son sus manteles de papel que vienen acompañados de unas pequeñas pinturas de cera muy útiles para acompañar nuestra conversación durante la cena con elementos gráficos que apoyen nuestras aportaciones a una sosegada velada, así como desarrollar nuestra creatividad. Tan sólo recomendaría personalmente el uso de un papel con algo más de grosor y calidad que no desentonara tanto con el resto del conjunto.
Igualmente se nos brinda la posibilidad de disfrutar de una gran variedad de cócteles presentados en una bonita carta con forma de abanico, tanto al comienzo de nuestra cena como para añadirle un broche final, realizados por Leo, barman y sumiller del restaurante. Su precio de 8.90 € más IVA puede parecer alto si no se tiene en cuenta la calidad con que son realizados y la exclusividad de que se nos preparan en el mismo instante en el que los pedimos.
El restaurante cuenta incluso con la presencia de su tarjeta de visita, el simpático cerdito Otto, característico por su piel de cebra y alas plateadas, cuyo nombre da inicio al del propio local aprovechando el juego de palabras que su separación en dos favorece. Si lo observamos atentamente se desprende de su pose y cabeza alta el orgullo de presidir un restaurante cuanto menos fuera de lo convencional.
En un primer momento y, tras estudiar la carta de cócteles con la que nos recibe Leo, decidimos decantarnos por ir directamente a los platos entre los cuales el primero en aparecer es el entrante De las pampas, un trío de empanadas a elegir entre carne, pollo y maíz o jamón y queso. Como se puede apreciar elegimos que fuera una de cada variedad. El sabor realmente bueno, crujiente y sorprendentemente ligero. Me encantaron.
Pedimos recomendación a Marisa debido a la confianza que nos inspira y, como no puede ser de otra forma en un restaurante con influencias argentinas, me veo en la auto-obligación de pedir un buen Solomillo argentino, acompañado de ensalada puesto que esta vez mi estómago no exigía patatas fritas, la otra opción a elegir. Como siempre la pido al punto del cocinero y he de reconocer que el que le dio fue de mi satisfacción. Un deleite el disfrutar de tan buena carne tras aplicar por su superficie superior un buen baño de salsa chimi churri, con la que viene acompañado en una elegante cuchara.
Compartimos, para remate de la velada, unos apropiados postres. El nombre del primero promete, Chocolate en tres texturas, chocolate negro alrededor de una sopa de chocolate blanco al curry y tarta tibia en dos colores. La columna central es deliciosa debido al fino tubo de chocolate negro que soporta chocolate blanco licuado en su interior, aunque las otras dos texturas, se me pueden llegar a hacer algo pesadas. Eso sí, reconozco que algo en mi contra es que el exceso de chocolate me empalaga.
Algo más tarde, hinco mi cucharilla en la Copa de tiramisú desfragmentada. ¡Cuidado con el cacao de la superficie! Por alguna extraña razón, los torpes siempre acabamos tosiendo con él. Ideal si te gustan los sabores del queso mascarpone y el café entremezclados. Realmente se aprecia el gusto de la bebida realizada a partir de sus granos molidos.
Y, esta vez sí y, aunque los habituales de este restaurante prefieran tomarlo como aperitivo, se nos antoja un buen cóctel de los muchísimos que se nos ofertan tales como el Tequila sunrise, compuesto por tequila o vodka, zumo de naranja, granadina y licor de frambuesa. Muy fresco y digestivo.
Un restaurante que destaca por ambiente relajado, en ningún momento experimentamos sensación alguna de agobio. La carta se encuentra muy estudiada y es una gran iniciativa el modificar los platos en función de la temporada y gusto de los clientes. Con una decoración no espectacular pero sí original. En cuanto al precio, quizás algo elevado pero se sale completamente satisfecho.
Felicidades a todo el equipo de sala como de cocina por la creación y, ánimo desde nuestra parte, porque estamos seguros que de vuestra apuesta por la satisfacción del comensal es segura y mi deseo personal en que continuando en este esfuerzo adquiera un lugar importante en el plantel de ofertas gastronómicas de nuestra ciudad.
Ninillas: Íbamos paseando por el Barrio de Chueca, buscando dónde ir a cenar, nuestra “no experiencia” en el Wagaboo nos había dejado con el culo al aire como quien dice. Sin reserva y a pesar de la gran oferta de la zona, la empresa se nos antojó cuando menos complicada.
Pero a veces ocurre que, cuando menos lo esperas, aparecen joyitas, y desde luego aquel día encontramos una.
Se llama Ottocento, imposible pasar desapercibido con su fachada de color azul, y sí, miras, vuelves a mirar y te das cuenta de que efectivamente ahí estaba la Taberna Carmencita, un restaurante con más de 150 años de historia y donde, según cuenta la leyenda, el Rey iba a comer cocido los domingos.
No lo pensamos dos veces y entramos. El restaurante estaba lleno, pero por suerte para nosotros, quedaba una mesa libre.
De su predecesora Carmencita queda la barra con sus típicos azulejos, sus molduras del techo, su preciosa lámpara de araña o sus barras metálicas donde antaño los comensales dejaban sus sombreros, pero por encima de todo queda su calidez y encanto, ese toque que sólo se consigue cuando un lugar goza de historia y ha conseguido sobrevivir a lo largo de los años.
El resto ha sido redecorado, reinventado por sus propietarios y también cocineros, Guillermo Pepe y Martín Mercado, que a través de una iluminación muy adecuada y el sugerente azul que inunda todo el local han conseguido crear un espacio tremendamente acogedor donde conviven en armonía lo clásico y lo moderno.
Las mesas están distribuidas en dos salones, uno para fumadores en la planta superior, y otro para no fumadores, más pequeño, pero muy coqueto y tal vez más indicado para una cena romántica.
En cuanto a su montaje, cada mesa está marcada con una velita que le da ese puntito íntimo, aunque vajilla, cristalería y cubertería han quedado a mi juicio un poco olvidadas. Del mantel, como ya han comentado mis compañeros, es de papel y va acompañado con unas ceras para pintar sobre él. Si bien esto puede, en un momento dado, resultar original, lo cierto es que conforme discurre la cena te vas dando cuenta de que como siempre, el mantelito de papel se moja y lo original del principio se convierte en poco práctico al final.
Ya en la mesa, Marisa, encargada y hermana de uno de los propietarios, nos trajo la carta de cócteles, pero en ese momento la verdad es que no nos apetecieron. Yo soy más bien de cañita o como mucho vermut antes de comer, aunque bien es cierto que en el resto de la mesas sí que se habían animado ante la oferta.
Nos trajeron la carta, que según nos indicó Marisa era nueva, pues la habían adecuado para la época estival.
Se trata de una cocina de fusión italo-argentina con influencias mediterráneas. En ella dan cabida a ensaladas, tartares, rissotos y por supuesto múltiples variedades de pasta como ravioli, tallarines, sorrentinos y ñoquis. Mención aparte merecen sus carnes, traídas directamente desde Argentina cada semana y platos como Suprema fugazzeta, pechuguitas de pollo rellena de hierbas en zócalos de tres arroces con baño de 5 quesos y corona de cebolla morada.
En cuanto a los vinos, no tienen una carta extensa, pero están bien seleccionados y aportan interesantes caldos italianos y argentinos. Además cuentan con Leo, que aparte de ser quien prepara los fabulosos cócteles hace las veces de sumiller, por lo que se cuenta en todo momento de la ayuda necesaria a la hora de seleccionar un vino determinado.
Mientras ojeábamos la carta, nos trajeron el servicio de mesa; y ahí, debo decir que, aunque el pan fuera casero, me pareció un poco deficiente. La impresión que me dieron los cuatro panecillos y las tres lonchas de embutido fue la de una escusa perfecta para cobrar 2 euros por comensal, porque ni los panecillos, ni el embutido eran nada del otro mundo.
Como entrantes pedimos Provoleta dúo -Por un lado crocante y cremoso. Por el otro, fresca con ensalada de espinacas y radicchio rosso. Todo en marinada de orégano-. La Provoleta estaba bien, en cuanto a la ensalada, era correcta sin más, pero desde luego no se quedó en el plato.
En cuanto a las empanadillas debo decir que me sorprendieron más, sobre todo la de pollo-maíz y la de carne.
De segundo cada uno eligió a su gusto, pedimos opinión al camarero quien nos aconsejó encarecidamente que degustásemos sus carnes y los Ravioli de solomillo y setas italianas.
No lo pensé dos veces y eso es lo que pedí: Ravioli de solomillo y setas italianas en baño de fondue de quesos. La pasta estaba al dente, el relleno delicioso, lo único que podría objetar es que la fondue de quesos estuviera un pelín fuerte, pero por supuesto esto va en gustos, porque el plato estaba bueno y la cantidad era más que suficiente.
Ya habíamos cenado y quedaba el colofón: los postres. Por supuesto en un restaurante italo-argentino no podía faltar el Panqueque de dulce de leche con helado de nata, pero a mí personalmente, el dulce de leche me empalaga mucho y decidimos elegir Panna cotta de pistachos, Tarta tain de bananas al ron con helado de vainilla y Chocolate en tres texturas. La Panna cotta debía estar buena porque ya nos les quedaba, así que elegimos de nuevo y pedimos Copa de tiramisú desfragmentada.
El Tarta tain de bananas al ron con helado de vainilla, estaba buena, llevaba también un hilillo de dulce de leche, pero era tan leve que contrastaba perfectamente con el resto de ingredientes.
El Chocolate en tres texturas -negro encamisando una sopa de chocolate blanco al curry y tarta tibia en dos colores-, era básicamente un brownie caliente muy ligero, entraba solo, acompañado de helado, también muy bueno y un cilindro de chocolate que en su interior tenía chocolate blanco. A mi parecer esto último es lo que le sobraba al plato, pues el chocolate blanco se hacía demasiado pesado.
La Copa de tiramisú desfragmentada también tenía su punto, cuchara en ristre, de arriba a abajo para coger todos los ingredientes y “pa la boca”. Si ejecutabas correctamente la operación, al final llegaba a tu paladar el café que descansaba en el fondo de la copa.
Ahora sí, ya habíamos cenado, no había estado mal, no era una cocina de sobresaliente, pero había estado bien. Y aunque el estómago ya estaba lleno, lo cierto es que estábamos tan agusto allí, que no teníamos ganas de levantarnos. De modo que: “¡Un cóctel por favor!”.
Todos los de la carta me seducían, de modo que sencillamente me limité a pedir el primero de ellos: Otto -maracuyá, frutas rojas, zumo de naranja y azúcar-, bueno, muy bueno. Su precio: 8,90 más iva.
Para que os hagáis una idea, cuando llegamos al restaurante todas las mesas estaban llenas, eso fue hacia las 10 de la noche, tres horas y cuarto más tarde, los únicos que quedaban allí éramos nosotros tres y Cucharete pintado por Rayo en el mantel, y la verdad es que nos daba pena irnos porque nos encontrábamos allí como en casa.
Conclusiones, detalles, pormenores… Sí, eso es lo que me queda ya por decir.
Lo de los mantelitos, vajilla, cubertería, cristalería… ya lo he comentado, de modo que dicho queda. El servicio de mesa, mejorable, muy mejorable. Cobrar 2 euros por lo que pusieron…
Los baños, pues… mal ubicados. Veréis, se encuentran en la planta inferior y al lado justo de la cocina, así que no te da muy buena impresión cuando vas a visitarlos. Pero a veces estos locales es lo que tienen, la solera que les da ese encanto tan especial, también hace que uno no pueda mover tabiques a diestro y siniestro. Son edificios con muchos años y no nos engañemos, los desagües están donde están.
En cuanto al servicio, fantástico; son agradables y simpáticos, no meten prisa. Todo va al ritmo que tiene que ir. Es posible, que a alguno le pueda parecer que tardan en traer los platos. A mí desde luego no me lo pareció, porque si hay algo que subrayaría de este restaurante es su ambiente, el fluir de los acontecimientos, en definitiva su armonía. El sitio perfecto para cenar y charlar tranquilamente con un grupo de amigos.
Con respecto a la cocina, destacaría sobre todo sus carnes, son realmente de buena calidad, en el resto de la carta hay de todo, unos platos sobresalen más que otros. A mí parecer, en conjunto le daría un notable.
En cuanto al precio, nosotros salimos por 43 euros/persona, con agua y cóctel. Sin duda, el cóctel es lo que elevó considerablemente la cuenta, aún así, sin cóctel 33 euros, barato, lo que se dice barato, no es.
Sólo añadir una cosa, que sí, que ya termino. Nosotros fuimos a cenar un miércoles. De domingo a jueves es necesario reservar, pero los viernes y sábados en cambio, no admiten reservas. Me he quedado con la espinita clavada de saber si en fin de semana, sigue existiendo ese “feeling” que nosotros experimentamos. Seguramente tendré que volver para comprobarlo.
Cucharete: Restaurante de cocina italo-argentina. Ofrece buenas carnes, pastas y risotos. También tienen muchísimos cócteles. Preferible reservar entre semana para evitar sorpresas. Viernes y sábados noche, aconsejamos ir pronto porque no admiten reservas para la cena. Mi equipo cenó por 43 €/persona, con agua y cóctel.
Un ambiente familiar y tranquilo. Un trato excelente. En los platos se emplean productos de muy buena calidad. Fantásticos cócteles.
El precio, un poco elevado, pero merece la pena. Los 2 euros de un servicio de mesa testimonial. Las ceras para dibujar tienen su gracia, pero el minimantel de papel es de muy baja calidad. Todavía no admiten cheques de comida, aunque está en trámite.
3,9
14 comentarios a “Ottocento”
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Cucharetes, seguid asi.
Sabeis que me gusta lo que haceis, respecto a lo anterior, quien pierden son ellos, hasta otra.
Tenéis una página muy interesante, os visitaré a menudo!!! Felicidades por vuestro trabajo, seguid así
un abrazo
El ottocento es un restaurante estupendo, sobre todo los postres, pero me gustaba más la taberna carmencita. Lo bueno del ottocento es que por lo menos han invertido para reformar los baños y el local.
Ottocento, me parece uno de los mejores resturantes jovenes de la zona, me gusta su gastronomia, tiene unos postres estupendos, además de los cokteles.
me he llevado una bonita experiencia, aparte de ser agradable y acogedora ideal para quedar con amigos, su atención a sido muy buena.
Unas de mis recomendaciones es el tatare de atún, los raviolis de solomillo y setas, el crocanti y sus carnes con esa tan rica salsa chimichurri.
Los precio si son un poquito elevados pero la verdad vale la pena por el excelente servicio y gastronomia.
Gracias por brindarnos la oportunidad de degustar su comida. Les deseo muchos exitos y que sigan así, la verdad que espero mucho más de vosotros.
adelante y mucha suerte.
Hola Cucharetes! estuve este fin de semana en ottocento y tengo q decir que es un restaurante para recomendar. Aunque personalmente, iba con la ilusión de las ceras de colores y al preguntar por ellas me dijeron que justo el día anterior habían decidido retirarlas. Destaco la amabilidad de los camareros, en nuestro caso dos chicas argentinas que hacían la cena encantadora. Además nos comentaron que iban a cambiar la carta y nos recomendaron los platos nuevos, pulpos bebé con crema de albahaca y ravioli de una solomillo con tapenade de aceitunas y anchoas. Nosotros no probamos ninguno pero vimos los pulpitos en las mesas de al lado. Tampoco estaban las empanadas y nuestro provolone venía sin ensalada, pero estaba muy muy bueno. Los raviolis de solomillo exquisitos, y las milanesitas porteñas eran algo muy simple a pesar de que el nombre del plato, a nuestro parecer, prometía mucho. Eso sí, buenas. De postre pedimos el plato fuera de carta, más que nada porque nos sabía mal rechazar todas las novedades que tan bien nos ofrecían las chicas. Era una mousse de avellana cubierta de chocolate y con un poco de dulce de leche, y helado de leche merengada. A mí que soy chocolatera al máximo me resultó muy empalagoso el chocolate, quizá porque era negro. Me quedé con las ganas de probar vuestros postres. Como había un poco de prisa no pudimos probar los cócteles, pero tenían buenísima pinta! El sitio precioso, como bien decís los baños regular ubicados, pero desde luego un sitio para recomendar. Precio de dos primeros, dos segundos, un postre, dos copas de vino y una botella de agua: 66 euros. Ah! y ya no ponen lonchas de mortadela, sino una especie de crema Philadelphia con algún tipo de hierba, no estoy muy segura, pero muy buena.
Estuve hace unas semanas comiendo aquí, llevé a unos amigos.Lo conocí por internet y me pareció que podia ser interesante el visitarlo y comer aquí.La verdad es que para ser sincera, no me agrado en absoluto, nada, ni la estética ni lo que es más importante la comida,en relación a la calidad precio me parecio caro para la comida tan deficiente,y esto no es solo una opinión mía particular, mis amigos la compartieron totalmente.Una carta muy escueta,un restaurante muy pequeño unas mesas pegadas unas a otras, sin ninguna intimidad y la comida bastante mala.
Hola, estuve cenando el viernes pasado en Ottocento. La comida estaba buena, y el sitio es bonito y bien decorado. La nota negativa vino cuando la camarera se nos acercó a la mesa, mientras estábamos tomándonos unos cócteles después del postre, y nos dijo que nos teníamos que ir, porque tenía otra reserva a las 12 de la noche…
Es triste la costumbre que se está imponiendo en muchos bares y restaurantes de Madrid, de hacer turnos para cenar. Me parece una práctica penosa y grosera con los clientes. Este restaurante no es precisamente barato, y si sirven cócteles, lo lógico es estar de sobremesa el rato que al cliente le apetezca. Para comer como los borregos ya está el Mc Donald’s.
No pienso volver, evidentemente. Tampoco hablaré bien de este sitio a mis amigos y conocidos.
¡¡OJO CON ESTE SITIO!!!
Quiero escribir acerca de este restaurante porque hoy mismo hemos estado allí para comer. No era la primera vez que ibamos, ya habíamos estado algunas veces anteriormente, aunque hace ya algunos meses. La primera sorpresa que nos hemos llevado es que estaba vacío (solo había una mesa ocupada con tres personas), cuando lo normal era que no se pudiese comer sin reserva, por falta de mesa. Esto ya resultaba raro…..Después hemos descubierto que ya no tienen el menú, ahora sólo se puede comer de carta. “Bueno, ya que estamos aquí…”. Los precios en principio parecían un poco altos, pero igual merecía la pena. Vamos allá!!
Hemos pedido de entrada empanadilla de carne y empanadilla de humita (maiz). Nunca mejor dicho lo de empanadilla, porque eran verdaderamente diminutas y cada una nos ha costado 5 euros!!!!, y no lo valen, porque aparte de pequeñas, no son nada del otro mundo en cuanto al sabor. A continuación habíamos pedido raviolis de calabaza y raviolis de solomillo. Cada plato 8 euros de media, pero ¡atención! si quieres acompañar la pasta con una salsa (cosa bastante normal cuando uno come raviolis), debes pagarla aparte, siendo la mas económica a 4,95 euros (salsa de queso). Pero lo peor llega cuando finalmente te presentan el plato en la mesa ¡¡¡6 raviolis!!!! Así que cada uno te sale a mas de un euro. Un auténtico
palabra no permitida!!!! Que uno pude pagar eso si está disfrutando la cocina de Paco Roncero, pongo por caso, pero esto????. Total, que al final, contando con el agua, y el pan, y por supuesto sin postre ni café, ni nada de nada, nos han cobrado 45 euros. Y hemos comido una empanadilla y 6 raviolis!!!!!!.De verdad, en Chueca hay miles de restaurantes para elegir, la mayoría con su menú de mediodía, muy ricos y mucho mas económicos, y también otros no tan baratos, pero infinitamente mejores que este Ottocentro, al que, como sigan por este camino, le pronostico un breve, breve, breve futuro, que la gente no es tonta. Desde luego nosotros no vamos a volver y confío en que, los que leais esto tampoco lo hagais, que con un par de pardillos que paguemos la novatada, es suficiente.
Hemos estado cuatro personas hoy domingo a comer.
Hemos tomado ocho cervezas, una botella de agua, cuatro empanadillas y una ración de champiñón (cuatro champiñones).
De segundos dos bifes de 200 gr y dos risottos del bosque. Hemos terminado con tres postres, tres cafés y un gin-tonic. La casa nos ha invitado a tres chupitos de hierbas.
La factura ha ascendido a 150,87 €.
La comida normalita.
El servicio amable y correcto.
Me parece muy caro. Es difícil volver ya que no ha habido nada que lo justifique.
Vamos a ver, si en comer se llama estupendo a fritura normalita de la que se come en cualquier sitio, pasta discretita, postres que no son nada del otro mundo… sobre mantel de papel, ruidos y olores nada aconsejables y precio de Restaurante de postín…. pues no, señores… y creo que la gente debe educarse mejor antes de ir a un establecimeinto a pagar más de lo que pueden proporcionales. Para cenar así, me hubiera ido a una pizzería, sin más.
frase no permitidaSin más, desaconsejable.
El chef, Martin Mercado, hace tiempo que ya no está, y el restaurante nunca volvió a ser lo que era cuando abrió.
Una pena.
Estuvimos 7 amigos, y la atención estupenda. Íbamos un vierenes con una reserva para 5 y no nos pusieron pegas. La comida fenomenal, el rissoto del bosque increíble!!el camarero un poco despistado pero la encargada estaba todo el rato pendiente, así que sin problema. Un sitio con mucho encanto, repetimos fijo! y no nos pareción nada caro 20euros por persona. Volveremos!
Sábado festivo, llegamos una hora tarde por culpa el aparcamiento y no no pusieron ninguna pega, por la reserva. Excelente atención. deliciosos platos (el mejor Carpaccio que jamás he degustado) , milanesitas celestiales, empanadas argentinas al punto, y unos postres que te trasladan al septimo cielo. Calidad precios acordes a la alta cocina que se disfruta, y encima platos abundantes! Repetiremos por supuesto, por cierto cambiaron de Chef no hace mucho, y se nota(Marcelo)!
NO RECOMENDABLE. Estuvimos un grupo de 4 personas para cenar un sabado a las 10. Para empezar no tenian varios entrantes, se les habia acabado. Igual con algun plato principal. El servicio dejaba que desear.las raciones…escasitas mas bien. En un momento debieron quitar la calefaccion porque empezó a hacer frio. Ya lo ultimo fue que no admitian tarjetas de credito (parece que se les habia estropeado el datafono aunque mas bien el cartel que lo indciaba en la puerta estaba impreso en papel a color,….como si no acabase de ocurrir precisamente. Justo en la mesa al lado dijeron que no admitian un sabado a la noche ticket restaurante. Sin comentarios, el tema esta claro.