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Zurbano, 85
Madrid (Chamberí)
Gregorio Marañón
91 395 28 53
30 - 50
El Restaurante Lúa presume de no tener una carta propiamente dicha, ofreciendo un único menú degustación que permite disfrutar de la cocina que Manuel Domínguez y Pedro Espinosa cambian diariamente para sorprender a sus comensales. Basan su éxito en el concepto: “¿Qué hay hoy para comer?” que todos recordamos de la infancia, cuando lo preguntábamos una y otra vez a nuestras madres. Su acogedor comedor -para fumadores- da cabida a 28 comensales -aunque se puede extender a 32 para un evento privado-. Podremos disfrutar de un menú corto a 22 € +IVA -de Lunes a Jueves- o de otro largo a 39 € +IVA -todos los días de apertura- como únicas opciones, avisando en la reserva de cualquier alergia o circunstancia personal especial (Incluso existe un Menú Especial Maridaje por 65 € +IVA). Su horario de apertura es de 13:30h a 15:30h y de 21:00h a 23:30h de Lunes a Sábado. Cierra los Domingos, excepto para eventos y comidas concertadas. Dos horas gratis en el parking de la C/Fernández de la Hoz.
5,0
Actualización: Restaurante Lúa - Artículo Actualizado 2010
Rayo: Sencillamente… ¡Genial! Queridos lectores, de nuevo nos hemos encontrado con un espacio gastronómico que será una delicia para todos aquellos que disfrutáis semana a semana de esta guía cucharetera a la que dedicamos tanto tiempo y recursos, pues el Restaurante Lúa alcanza con maestría y sin complicaciones la calificación de… ¡Nuestros flamantes 5 cucharetes! ¡Y bien merecidos!
El Lúa saluda a cada uno de los viandantes de la calle Zurbano ofreciéndoles un menú único que Manuel Domínguez Carrete -gallego como yo- y Pedro Manuel Espinosa -Chefs del local- cambian cada día en la vitrina de su entrada. Un menú que veréis a lo largo de este artículo y que conseguirá encandilar vuestras papilas gustativas simplemente observando las diferentes fotografías.
Manuel todavía recuerda cuando -de niño- acompañaba a su abuela por las “feiras galegas” preparando un buen pulpo, y no ha perdido nada de esa maña a pesar de haberla adaptado a los nuevos tiempos. Pero dejemos el tema culinario para más adelante y centrémonos ahora en cómo es el local y por qué se está tan a gusto entre sus mesas.
Nada más entrar, nos sorprende a la derecha una cafetera de excepción -pues no pueden presumir de ella todos los locales madrileños-. Sólo con mirarla, se experimenta el deseo de tomar un café, y es que Illy presume de unos diseños muy exclusivos en los que, gracias a la cápsula, nuestro café llega directamente a la taza con las máximas garantías de placer. La visita había comenzado de la manera más interesante…
Cualquier hueco es bueno para -sobre madera- mostrar elegantemente parte de su bodega, no muy extensa pero sí con referencias bien elegidas en las que faltan muchos habituales que dejan hueco a algún que otro vino más atrevido que goza de muy buena salud en un mercado menos conservador. Las copas que los acompañan… ¡Impecables!
El espacio del que somos partícipes, confirma rotundamente el dicho de que los buenos perfumes vienen en frascos pequeños. Tened en cuenta que este restaurante consta tan sólo de 28 cubiertos divididos en tres espacios bien diferenciados: entrada, pasillo y fondo.
Frente a la barra, encontramos las primeras mesas presididas por los cuadros de Sara Poveda (sobrina de Manuel), que disfrutan día a día de los quehaceres de estos dos artistas de la cocina. ¡Y no se aburren! Se lo digo yo… Día a día analizando y desarrollando nuevos platos, para que el resto de mortales podamos experimentar nuevas y gratas sensaciones. ¡Para eso salimos fuera a cenar y no nos quedamos en casa! Y no nos defraudan… ¡Menuda cena! Continuad leyendo… que pronto llegaremos a las exquisitas viandas…
El pasillo que separa la zona de barra del fondo del establecimiento está medio escondido, un espacio secreto que nos ofrece un par de románticas y sugerentes mesas. Un ambiente muy cálido para disfrutar en pareja, que consigue un doble objetivo: deleitarnos con el/la acompañante que tenemos en frente así como con los sabores que visitarán la mesa en cada uno de los platos. Sin duda serán las más reservadas.
Las mesas están vestidas con mucho mimo… ¡Totalmente impecables! No hay más que adentrarse en el local y darse cuenta de la exclusiva mantelería hecha a medida, de las notorias servilletas de hilo, de una cubertería que luce coqueta, de una acreditada vajilla, y sobre todo, de una excelente cristalería austríaca de Riedel, conocida en los últimos años -lleva 250 fabricando- por sus finas copas de cristal de alta calidad especiales para el consumo de vino y otros licores.
Nos encontramos inmersos en un ambiente cálido que etiqueta al Restaurante Lúa como un lugar perfecto tanto para una cena íntima, como para una cena de negocios donde nada disturbe nuestro fin. Además, la comida lubrifica los negocios -como decía James Boswell-.
Tonos melocotón, anaranjados y castaños completan una gama que seduce al comensal, que le tranquiliza, que le hace sentirse a gusto, que en definitiva… le cuida. La degustación se torna agradable en todo momento, acompañada por la suave música que no molesta en absoluto.
En el comedor del fondo, una lámpara de cuarzo cristal de roca ilumina suavemente la mesa de servicio, y ayuda a crear ese clima de bienestar que nos acompaña desde que traspasamos la puerta de la entrada. Y es que… del frío de la calle a estar aquí calentito… ¡Hay un trecho! ¡Venid para dentro!
Esta instantánea, en la que podemos apreciar el comedor completo, nos revela el amplio espacio entre mesas del que disfrutan los comensales del Lúa, la conversación se queda en la mesa y la sensación de intimidad está garantizada. En nuestra velada coincidimos con Marina Castaño, prueba de que el restaurante está en boca de personas relevantes que seleccionan lugares tranquilos y discretos para sus escapadas gastronómicas.
Cómodas sillas que arropan la mesa como si de un artículo de lujo se tratase completan el conjunto. Todo está en su lugar. El azar corre a cargo de los destellos amarillos que brotan de las diferentes fuentes de luz que rodean el espacio. Paz y sosiego.
Nuestra mesa, con vistas a un moderno y minimalista jardín acristalado que refleja el aura del Lúa, cumplió su cometido y nos hizo cómplices de una velada de excepción. Un grato recuerdo surge espontáneo durante la escritura de este artículo: ¡Qué noche!
Acompañamos las viandas con dos magníficos vinos. Para los entrantes elegimos un Extranundi 2006, un D.O. Ribeiro de las bodegas de Pazo Tizón que lleva -a parte de treixadura- uva albariño, de ahí que esté tan bueno. Y para los platos principales nos decantamos por un Altos de Inurrieta Reserva 2003, un cabernet y merlot de la D.O Navarra que a pesar de llevar la carga de una calificación de añada lejos de excelente por el Consejo Regulador del las D.O. resultó una fantástica elección, muy recomendable.
Lo que veréis a continuación… ¡Será un menú que ya no podréis disfrutar! ¿Y eso por qué? -Os estaréis preguntando- Pues porque cada día es diferente, a cada cual más sorprendente que el anterior, pues tanto Manuel como Pedro no paran de crear, de experimentar, de combinar sabores… en definitiva: ¡De sorprender día a día al comensal! ¡Y doy fe de que lo consiguen!
Un menú degustación único diario que varía en función del mercado y que sigue el ritmo de las estaciones. Una selección de las mejores materias primas acompañadas de una excelente presentación. ¡Esa es la idea del Lúa! Un restaurante que apuesta por la novedad continua, por ofrecer a sus clientes una carta diferente en cada visita… una sorpresa que no esperan.
Su carta consta de un menú corto -22 € +IVA de Lunes a Jueves- y otro largo -39 € +IVA todos los días de apertura- como únicas opciones. El largo ofrece una degustación de 5 platos -2 entrantes, 2 platos principales y un postre- y el corto de 3 platos a elegir del largo. La bebida y el cubierto con el pan van aparte.
Personalmente, considero que el Restaurante Lúa es de esos lugares que enseñan a disfrutar de la gastronomía, que te invita constantemente a probar cosas nuevas, y te aparta de las típicas viandas que nada más verlas en carta son solicitadas una y otra vez al servicio. Te sorprende día a día con platos que probablemente jamás pedirías si tuvieses otra elección, y que finalmente logran seducirte experimentando nuevas sensaciones no vividas con anterioridad.
Comer o cenar en el Restaurante Lúa es disfrutar de los 5 sentidos, uno por cada cucharete asignado. Toda una experiencia.
¿Qué me decís de este Berberecho en gelatina con huevas de papaya que llegó como aperitivo a la mesa? ¡Qué pena que no podáis ni olerlo! ¡Ya no digo probarlo! ¡Fantástico! La presentación ya la veis… y el sabor… os lo digo yo… Mejor que el que os imagináis viendo la foto. ¡Vaya si no!
Elegimos el menú largo, ya que estábamos en un restaurante que nos había encandilado desde el principio no era para menos, y el primer plato en sorprendernos fue el Tartar de bonito con guacamole de lima y salsa de frambuesa. ¡Riquísimo! La presentación ya la veis, una apuesta torre que bien daría un jaque mate al paladar en una partida gastronómica.
Calentita llegó la Sopa de ajo con yema de huevo escalfado, palomita de arroz rojo y trufa negra -Ninillas os la muestra en todo su esplendor en su sección-. Estaba… ¡Cómo estaba madre mía! Un sabor que recordaba a lo más tradicional y casero, pero acompañado de un guiño vanguardista que la hacía única. ¡Buenísima! ¡Un poco más y mojamos con pan!
Llegado el turno del pescado, apareció una estupenda Merluza al pilpil de vainilla, decorada con polvo de azafrán sobre el plato, que resultó todo un éxito en la mesa. Muy buena materia prima, si es que en el Lúa… ¡Se lo curran!
Nada que envidiar al anterior tiene el Cochinillo confitado, decorado con puré de manzana reineta, caramelo de vino tinto y sobre una cama de boletus y níscalos. ¡El plato perfecto! -Y de los más elegantes como podéis ver en el primer plano que os muestra Ninillas-. ¿Qué os encontraréis vosotros? Porque recordad que cada día el menú es diferente… Seguramente con otra fantástica delicia creada por los “arquitectos gastronómicos” Manuel y Pedro.
Todos sabéis que a nuestro parecer, el postre debe ser la guinda perfecta de una gran cena, el broche de lujo que cierre una fantástica degustación, el crapicho que redondea la nota final hacia arriba o hacia abajo. ¡Y lo consiguió! Una Crema de queso idiazábal, sopa de mango y frambuesas que… ¡estaba de muerte!
Terminamos con una sobremesa de las que pasan a la historia, en las que se cuentan mil batallitas y anécdotas que consiguen que la cena en cuestión se recuerde de por vida, acompañando las vivencias con un café con leche para Ninillas y con un par de tés especiales -Darjeeling y Te Verde Japón Clásico- para FlashBack y para mí.
No creo que tenga nada más que decir sobre el Restaurante Lúa -sin carta pero con un fantástico y ambicioso menú único diario de 5 cucharetes- para recomendároslo, a no ser que sea que le echéis de nuevo un ojo a las imágenes, porque… ¡Qué ganas de volver! ¡Madre mía! Si lo peor de escribir un artículo en Cucharete es tener que recordar lo que disfrutaste días atrás… ¡Qué cruz!
Manuel y Pedro no os dejarán indiferentes. ¡Garantizado! El Restaurante Lúa es, y será… Uno de mis restaurantes favoritos de Madrid -de corazón os lo digo-.
FlashBack: En el discreto número 85 de la calle dedicada al agricultor, contrabandista y militar español reconocido por su participación en la Guerra de Independencia Española -Martín Zurbano-, se localiza una atrevida apuesta dirigida a los amantes de la evolución gastronómica bien interpretada. Aún con más razón, como vamos a poder comprobar inmediatamente, a quienes se enorgullecen de poseer un amplio paladar al que poder dejar encaminar por una sucesión de sorpresas culinarias controladas durante la que, sin duda, recordarán como una reunión nocturna distinta y especial.
Quien se acerca a esta casa, aprecia inmediatamente al llegar su impecable, ordenada, elegante y acogedora barra, la cual no es más que una primera presentación del proyecto que nos ofrecen Manuel Domínguez Carrete -nacido en O Carballiño (Ourense) que, tras acabar sus estudios en la Escuela de Hostelería de Villamarín de Ourense, emprendió su andadura en nuestra ciudad en establecimientos como Capicúa, Gaztelupe o Goizeko Wellington- y Pedro Manuel Espinosa Navalón -original de Madrid, donde acudió a la Escuela Superior de Hostelería y realizó una trayectoria por diversos restaurantes tales como Montepríncipe, Taberna Bilbao, Casa Marta o el Timbal antes de conocer al primero en Goizeko Wellington-.
Intentando dar un golpe de unicidad al espectro de la restauración en la capital, surge cual regalo correspondiente a la festividad de la Epifanía o de los Reyes Magos en el período navideño compartido por los años 2004 y 2005 -con lo que adquiere el honor de sobrevivir a sus ya prácticamente 4 años anteriores a la publicación de este artículo-, el primer restaurante que ofrece un menú que se reinventa cada día de su apertura permitiendo jugar siempre con productos extremadamente frescos y hacernos disfrutar con la indudable creatividad de sus jefes de cocina Manuel y Pedro. Si bien sus responsables nos intentan hacer retroceder a aquellos entrañables tiempos de nuestra niñez en los que uno regresaba al hogar y realizaba siempre la pregunta “¿Qué hay para comer hoy?”, prefiero considerar que el éxito del Restaurante Lúa parte de la célebre consigna de “Vive cada día como si fuera el último”. Una increíble ocasión de brindar a cada comida o cena la oportunidad de sorprender a nuestros sentidos constantemente.
Acudir a Lúa probablemente sea una experiencia similar a la de “ir a comer a casa de un cocinero” como en una ocasión expresó Diego Guerrero -jefe de cocina del Club Allard- a un conocido diario de la prensa escrita. Así pues y, como en nuestras casas solía ocurrir, no podremos rechistar ante la selección de elaboraciones previstas para la fecha en la que escojamos para nuestra visita, aunque con la posibilidad de que se nos realicen -siempre indicándolo con anterioridad en la reserva- ligeros cambios debido a alergias o regímenes alimentarios que estemos siguiendo. Es decir, al igual que solía ser costumbre y aún se mantiene en muchos domicilios, este establecimiento siempre realiza todo lo posible por hacernos sentir en un ambiente familiar y de confianza sin recortar por ello en la aplicación de un trato profesional dentro de un entorno modernamente bello y airoso.
Se nos ofrece la opción de consolidar nuestra velada a través de un menú asequible en estos tiempos que vivimos disponible de Lunes a Jueves al precio de 22 € + IVA y otro más completo por 39 € + IVA disponible todos los días de apertura de la semana. Incluso si decidimos decantarnos por un maridaje adaptado a cada una de las elaboraciones que degustaremos, lo podremos hacer por la cifra de 65 € + IVA.
A cargo de la sala se encuentra Yorleny Giraldo, que consigue añadir el valor añadido de un servicio cercano, siempre preferible como complemento ideal para una cena imprevista de vanguardia con altos componentes tradicionales. Una evasión al placer del buen comer deseada con expectación por los clientes habituales del local, entre los que se incluyen altas personalidades de nuestro país, empresarios, políticos, artistas e intelectuales. No siendo complicado coincidir con ellos si asistimos con frecuencia a este restaurante.
Sobre un suelo de acogedora madera, destacan innumerables elementos escogidos con delicadeza y buen gusto: desde sus mantenes de tela de destacable diseño y calidad -una pena que la fotografía no acabe de recoger este detalle- hasta la exclusiva vajilla utilizada de la serie O! Luna, que el Taller Laia elabora en la Cerámica Industrial Montgantina y a la que se encuentran adscritos la mayoría de los chefs responsables de los más prestigiosos restaurantes de alta cocina dentro y fuera de nuestras fronteras.
Llegando al final del salón comedor -que se puede completar hasta un número máximo de 32 comensales en caso de organizar un evento- en el que se da cabida a un número reducido de mesas con una separación más que adecuada para que nunca perdamos la confortabilidad, nos topamos con un excelente muestrario de tés y azúcares de todas las clases. Un complemento perfecto, tras acabar nuestra cena, que me propongo no dejar de probar. Desde los indispensables Earl Grey o Tés de Jazmín hasta opciones más relajantes sobre las que podemos dejarnos aconsejar. Pudiendo acompañarlas por terrones o azúcar cristalizada con diferentes grados de refinación.
Una iluminación indirecta capaz de partir desde cualquiera de los rincones del restaurante, permite conseguir una sensación de intimidad gracias a sus tonos cálidos, dejando comprobar la exquisitez decorativa en la elección de una cristalería esbelta y delicada, unas sillas robustas al mismo tiempo que cómodas y una cubertería estilizada del fabricante Pintinox. Pequeños detalles que, en ocasiones no se llegan a apreciar por completo por parte del comensal, pero que demuestran una gran inversión al crear una atmósfera de diseño equilibrado.
La ambientación se complementa a través de una exposición de cuadros que nos concede la posibilidad de viajar por la creatividad pictórica de Sara Poveda, formada en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna y sobrina de Manuel. Además, también encontramos motivos paisajísticos muy agradables a nuestra vista.
Decidimos tomar sitio en una mesa que nos llama la atención especialmente sobre las demás. Situada allá donde se unen las paredes, coincidiendo con una amplia cristalera vertical donde se encuentra expuesto un enorme jarrón y nos permite entrever, a tráves de su fondo de madera, el patio interior de finca. Aprovechamos este momento para escoger los caldos con los que acompañaremos el esperado menú y que se trata de un Vino Blanco Pazo Tizón Extramundi D.O. Ribeiro del 2006 -elaborado con variedades Albariño y Treixadura, característico por tener una textura similar a la de un tinto- y un Vino Tinto Altos de Inurrieta D.O. Navarra Reserva del 2003 -obtenido a partir de 50% de uva Cabernet Sauvignon y 50% de Merlot y criado durante 15 meses en barricas de roble francés-. Ambos recomendables y disponibles a un precio no excesivamente elevado.
Antes de sumergirnos en las cuatro creaciones de la cocina de las que se compone el menú de hoy -sin contar el postre ni el aperitivo-, se nos sirven correctamente unos pequeños panecillos con el fin de acompañar la cena. No se trata de una amplia variedad, pudiendo elegir únicamente entre el habitual blanco y de cereales. Sin embargo, es un pan correcto y su presentación a la hora de servirse, desde el interior de una cesta rectangular, se cuida especialmente.
Un cúmulo de sorpresas culinarias se avecinan pisando fuerte desde el mismísimo momento previo del aperitivo. Con este fin, se nos acercan sobre una piedra de pizarra, tres originales cucharillas que contienen en su superficie un Berberecho en Gelatina con Huevas de Papaya cada una. Sobre una base de producto del mar extremadamente fresco, se consigue una elaboración muy divertida al mantener la gelatina el estupendo sabor a mar del berberecho y complementarlo perfectamente con el carácter afrutado del caviar de papaya en una singular textura.
El primero de los entrantes en llegar es un Tartar de Bonito con Guacamole de Lima y Salsa de Frambuesa. Un plato de diseño atractivo -se puede ver un primer plano fantástico en la sección de Rayo- que conjuga una serie de ingredientes compensados idealmente respetando el gusto personal de su fundamento, un bonito de ambiciosa calidad.
A continuación me resulta tremendamente conseguida y concluida la espectacular Sopa de Ajo con Yema de Huevo Escalfado, Palomita de Arroz Rojo y Trufa Negra. Servida en un auténtico recipiente que permite conservar el calor adecuadamente. No le falta, como manda la tradición, una yema de huevo escalfado en su interior. Una creación cocida lentamente durante unas 4 o 5 horas que me hace recordar la variante conocida principalmente en Castilla y León y Madrid como Sopa Castellana -diferente por cocerse el pan de hogaza en el caldo en lugar de añadirlo al finalizar- que tantos días fríos nos ha hecho superar por estos lares.
Para aquellos que se sitúen de la meseta hacia el sur, se la recomiendo igualmente puesto que contiene la innovación justa para poder rememorar aquellas Sopas de Ajo o Sopas de Pastor que tan entrañables nos resultan a todos. Y es que, en el Restaurante Lúa parecen pretender contínuamente, no solo que disfrutemos con cada plato, sino conseguir despertar en nosotros un sentimiento individual y personal.
Si bien la primera mitad de la cena parece haber causado sensación en la mesa, superan igualmente el listón la Merluza al Pilpil de Vainilla -un plato que os muestran mis compañeros, peculiar por unas muy suaves trazas de vainilla gracias a su mezcla con el aceite y el añadido de sal de vainilla acatando ambos las cualidades principales de la pieza de pescado- y el increíble Cochinillo, elaborado durante 12 horas a baja temperatura, confitado en su propia grasa y deshuesado para posteriormente presentarse sobre una cama de boletus y níscalos acompañándose de caramelo de vino tinto y puré de manzana reineta. ¡Delicioso!
Para finalizar, el postre de la noche se trata de una Crema de Queso Idiazábal con Sopa de Mango y Frambuesas. Una finalización suave, conseguida al mezclar el que para algunos es la mejor de las D.O. entre las innumerables que poseemos en la península con queso fresco, y aportando los toques frescos y dulces suficientes para no causar ni una leve sensación de empalago. ¿Acaso no es realmente vistoso?
Sin duda, el Restaurante Lúa resulta un establecimiento poco conocido dentro de su género -prácticamente se puede afirmar que vive del boca a boca creado a lo largo de sus cuatro años de vida- que contribuye a la restauración madrileña con uno de esos perseguidos espacios que, una vez que lo descubrimos, deseamos acudir a él asiduamente -incluso entre semana- por tres razones principales: por el respeto a la calidad de sus materias primas, su ambiente íntimo y la habilidad por sorprendernos diariamente. Esta última cualidad, lo convierte además en un auténtico centro de innovación gastronómica difícil de igualar en un establecimiento que complete con equilibrio todas las características descritas.
Ninillas: Cuando era pequeña, ya llovió desde entonces, salíamos del “cole” a las 12:30 PM, jugábamos un rato en el patio y, llegadas las dos de la tarde, cada mochuelo se iba “pa” su olivo. En mi casa, a esas horas la estampa era la misma cada día. “¿Mamá, qué vamos a comer hoy?”. Ahora que lo pienso, no sé ni para qué me molestaba en preguntar porque lo cierto es que, fuera lo que fuera, la comida estaba hecha, te gustara o no… eso es lo que ibas a comer. Mi madre falleció y yo pasé a ser la cocinera oficial. Ni qué decir tiene que socarré muchos pucheros, que el punto del pescado tardé años en conseguirlo, pero sin duda aprendí una lección magistral, obligada por las circunstancias eso sí, y es que no hay nada mejor que comer a mesa puesta. Con todo lo “puñetera” que pueda parecer, os aseguro que cada vez que un amigo me invita a su casa a comer soy la persona más agradecida del mundo. Porque cocinar es muy bonito, a mí me encanta, pero también supone tiempo, dedicación y mucho corazón. Cosas que, por desgracia no son muy viables en nuestro día a día.
La visita al restaurante de hoy, supuso para mí una vuelta al pasado, a la añorada infancia en la que todo era perfecto, pero sobre todo… a ese punto diario en el que sólo había que sentarse a la mesa para comer lo que mi madre había cocinado con todo su cariño. Hoy disfrutaré enseñándoos el Restaurante Lúa, un flamante 5 cucharetes.
En pleno Barrio de Chamberí, concretamente en la Calle Zurbano 85, encontramos una sobria y elegante fachada que da paso al Restaurante Lúa. Nada más entrar, nos recibe una impoluta y ordenadísima barra, donde posan las graciosas cajitas de cerillas y tarjetas del local que os muestro en la imagen anterior.
El recorrido por el Restaurante Lúa es breve, pero intenso, como todo lo bueno. Cuenta con tan sólo 28 cubiertos distribuidos en tres estancias, no muy grandes, pero muy bien distribuidas y poco saturadas. La primera de ellas está junto a la barra separada por una mampara de cristal.
De camino hacia el comedor del fondo y con paredes de color melocotón, nos encontramos con dos mesas ideales para una romántica cena de pareja donde tal vez uno se centra más en su acompañante y el ser visto pasa a un segundo plano.
Finalmente llegamos al comedor principal, más que nada porque es el más grande. Sigue la misma tónica que los anteriores, un minimalismo tremendamente cálido, sencillez y elegancia acompañada por una música suave y relajante.
Y es que, en el Restaurante Lúa nada llama la atención sobremanera, todo está en su sitio, integrado, como si siempre hubiera sido así. De sus paredes cuelgan originales cuadros, algunos de ellos pintados por Sara Poveda, no la conocía como artista, pero me gustó lo que vi.
El resto, ya lo veis, y sino os lo cuento yo, uno se encuentra allí muy, pero que muy bien, como en tu propia casa.
El Restaurante Lúa cumplirá estas navidades 4 años. Durante este tiempo sus propietarios y jefes de cocina: Manuel Domínguez y Pedro Espinosa han dejado patente su manera de entender la gastronomía con un proyecto que en un principio pudo parecer arriesgado, pero que hoy en día está consolidado y cuenta con un gran número de seguidores. La idea de ofrecer una cocina de mercado creativa a través de un único menú degustación, puede que a algunos eche para atrás, pero creedme si os digo que merece la pena, y no sabes cuánto hasta que estás allí disfrutando de todos y cada uno de sus platos.
El escenario donde se desarrolla la cena está… cuidado no, cuidadísimo. Yo, amante ferviente de los manteles de tela, aquí me los encontré y desde luego de una calidad superior, al igual que sus servilletas de hilo. ¿Tontería mías? Puede ser, pero todo cuenta, sobre cuando te fijas un poquito y ves la categoría de su impecable cristalería o la original vajilla que se va adaptando a todas y cada una de las viandas.
Su carta de vinos, a pesar de no ser muy extensa, cumple a la perfección su cometido. Frente a referencias clásicas se muestran otras propuestas más arriesgadas, pero que sin duda alguna se irán abriendo hueco con el tiempo. En lo que respecta a los precios… la verdad es que son comedidos, no están superinflados como suele ocurrir en el 90% de los restaurantes. Nosotros nos decantamos por un Extranundi 2006, un D.O. Ribeiro de las bodegas de Pazo Tizón -19 € +IVA-, para los entrantes y un Altos de Inurrieta Reserva 2003, de la D.O Navarra -24 € +IVA-, para los principales. Los dos cumplieron las expectativas, aunque debo decir que el segundo me gustó más.
Pero creo que ya va siendo hora de darle al diente. Como ya os he comentado antes, en el Restaurante Lúa no hay carta. Se trata de un menú degustación cerrado que cambia cada día y que se va cantando al comensal en el momento de servir el plato en la mesa. El precio es de 39 € +IVA e incluye aperitivo, dos entrantes, dos segundos y un postre. Sobre este menú, se pueden hacer modificaciones. Me explico, de Lunes a Jueves, uno puede optar por la versión simplificada del mismo por 22 € +IVA, este menú incluye un entrante y un segundo, a elegir de entre los disponibles en el día, y el postre. Si eres de los que prefieres ir a tiro fijo con el vino, puedes optar por el menú con maridaje a 65 € +IVA. De cualquier forma, en Lúa intentan agradar a todo el mundo y por encargo pueden confeccionar menús especiales para vegetarianos o incluso variar ingredientes cuando hay circunstancias especiales como alergias.
Comenzamos nuestro homenaje con el aperitivo: Berberecho en gelatina con huevas de papaya. Me encantó, sabía como un auténtico berberecho con limón, con la diferencia de que la gelatina le aportaba frescura y una textura muy especial. Era un bocado sí, pero lo que tenía de pequeño lo tenía de exquisito.
El menú de aquella noche abría con un Tartar de bonito con guacamole de lima y salsa de frambuesa -mostrado por mis compañeros- que estaba sencillamente delicioso. A la frescura del bonito añadiré el toque especial que le aportaba la frambuesa y por supuesto el excelente aceite de oliva virgen variedad arbequina 100% con el que era regado.
Tras el tartar llegó a nuestra mesa una magnífica Sopa de ajo con yema de huevo escalfado, palomita de arroz rojo y trufa negra, que me recordó a la de mi paisano Manuel de la Osa, sin saber ciertamente con cuál me quedaría. Lo que sí sé es que era fantástica y que ayudaba a asentar el estómago, suponiendo un estupendo entrante para esta época otoñal. Cuando al final de la cena vino Manuel Domínguez a la mesa, le pregunté por el secreto de esta sopa y sólo le saqué que su truco era el tiempo, 4 ó 5 horas mínimo de cocción, el resto no me lo reveló.
Acto seguido, continuamos con una Merluza al pil-pil de vainilla. El pescado era de notable calidad, cocinado en su punto justo y con ese pil-pil que a mí personalmente me encantó.
Y tras el pescado… Tras el pescado vino este excelente Cochinillo confitado. Era hermoso de ver y una delicia para comer. Se acompañaba con puré de manzana reineta y caramelo de vino tinto. En el fondo… una cama de boletus y níscalos. En definitiva, una combinación de sabores potentes, pero muy bien integrados.
Nos faltaba el postre, y francamente, miedo me daba, porque la cena había sido espectacular, los 5 cucharetes estaban ahí y un postre mediocre los hubiera llevado al traste. Pero el Restaurante Lúa cumplió, ya lo creo. He aquí la Crema de queso Idiazábal, sopa de mango y frambuesas. ¡Cómo estaba! Era el equilibrio del dulce, ni excesivamente potente de sabor como cabría esperar al llevar queso Idiazábal ni demasiado suave por la sopa de mango. Desde luego, tras la primera cucharada, la cosa estuvo clara… ¡Teníamos un nuevo 5 cucharetes!
Tras la cena, quedaba la sobremesa, acompañada eso sí por dos tés -2.20 €- y un café con leche -2.20 €-, por cierto muy buen café. Yo aproveché en este punto para mi obligada visita a los lavabos, añadir que son recogiditos y muy coquetos -y límpísimos-.
Nuestra cena salió a 46 €/persona, incluyendo el menú degustación -compuesto por aperitivo, dos entrantes, dos segundos y postre-, agua -2 € botella-, el cubierto y el pan -1.80 €- y los cafés -2.20 €-, añadiendo los dos vino elegidos -de 19 y 24 € +IVA-. ¿Caro? ¿Barato? No sé a vosotros, yo pagué gustosamente. Cuando calidad y precio van de la mano nada se puede objetar, y si encima disfrutas como yo lo hice… Lo que intento decir, es que en el Restaurante Lúa no se paga por un nombre, o por una fama, se paga por lo que comes, porque en el Lúa se come muy, pero que muy bien. Platos bien elaborados, basados en una cocina tradicional a la que han añadido toques propios de innovación, pero sin perder el respeto al producto, potenciando sabores, sin enmascararlos. En definitiva, el Restaurante Lúa es para dejarse llevar y vivir una experiencia única e irrepetible en cada visita, pues cada día su menú cambia. Y, si me lo permitís, es desde ya, un restaurante de visita obligada.
Cucharete: “¿Qué vamos a comer hoy?” Esa es la frase que diréiss nada más llegar al Restaurante Lúa, y es que… ¡No hay carta chicos! Tenemos que dejarnos llevar por lo que ese día nos hayan preparado Manuel y Pedro, seguramente un magnífico menú degustación tan sabroso como el que disfrutaron Rayo, FlashBack y Ninillas. ¡Dejaos sorprender por un flamante 5 cucharetes! ¡Merece la pena! Mi equipo cenó por 46 €/persona, tres personas con el menú largo (aperitivo, 2 entrantes, 2 platos principales y postre), pan, agua y cafés. A lo que hay que añadir dos botellas de vino de 19 y 24 € +IVA.
El ambiente cálido e íntimo que consigue su comedor. La gran separación entre mesas. Mantelería, cristalería, vajilla y cuberterías de notable calidad. La amable atención del servicio en todo momento. Su fantástica propuesta gastronómica diaria. La calidad de sus materias primas. Poder intercambiar impresiones con los chefs al final de la cena.
Nada.
5,0
Actualización: Restaurante Lúa - Artículo Actualizado 2010
Estoy totalmente de acuerdo con los 5 cucharetes. Me encanta que, cada vez mas, tengamos restaurantes sin carta. Que te sientes y te ofrezcan lo que realmente han preparado para el dia. Da cierta sensacion de frescura en el producto. Y ademas los restaurantes pequeños dan sensacion de mas cariño en el servicio, en la seleccion de la comida, no se mas cercano.
Lo dicho me encanta.
Saludos,
Hola Cucharetes.
Ayer fuimos mi pareja y yo a cenar a Lúa, dejándonos guiar una vez más por vuestro consejo. Como sabéis por otras reseñas, nosotros somos un tanto exigentes, lo que nos ha llevado a alguna que otra decepción con algún cinco cucharetes. Pues bien… éste no es el caso. Lúa es un auténtico cinco cucharetes. Lo confirmamos: cinco cucharetes. ¡Qué cena!
Atención exquisita de principio a fin. Viandas deliciosas. Ambiente cuidado. ¡Salimos encantados!
Reservamos para las nueves y cuarto de ayer, y a esa hora llegamos. Aparcamos por la zona sin problemas (imagino que en fin de semana se complicará la cosa). Tomaron nuestros abrigos y nos condujeron a la mesa (una de las mesitas con un extremo en ángulo y el otro curvo del “pasillo”). Durante toda la noche nos atendió una camarera muy atenta y educada: un servicio que cada vez escasea más y que se agradece inmensamente.
Como aperitivo nos sirvieron un berberecho en gelatina, sin las huevas de papaya. Bonita presentación en las cucharas y la pizarra. Sabor a mar combinado con el cítrico de la gelatina. Correcto. También es cierto que el berberecho no es de nuestros sabores.
Como primer plato, una milhojas de berenjena con foie fresco a la plancha y brie, un aliño de frutos secos, escarola, granada, y un aceite de hierbas. ¡Delicioso! Nos encantó. La mezcla se fundía en el paladar. Para repetir.
Como segundo plato, nos sirvieron también la sopa de ajo con trufa laminada, palomita de arroz rojo y yema de huevo escalfado. ¡Nuevamente deliciosa! Creo que la comparación con los pucheros castellanos clásicos no le hace justicia. El regusto de la trufa y el crujiente de la palomita de arroz le dan un toque especial, más sutil. La yema, riquísima (yo me tomé dos, la mía y la de mi novia que no le gusta: qué placer reventarla en el paladar)
Como tercer plato nos sirvieron un bacalao con carabineros y alfalfa germinada, sobre crema de maíz. Me repito: ¡delicioso! Este es el plato que más le gustó a mi acompañante. A mí me cuesta elegir: ¡me encantaron todos! El pescado, al punto. Las colas de carabinero, con un golpe de calor, ligeramente crudos. La combinación con la crema de maíz, riquísima. Yo opté por retirar los germinados, que no son mi sabor, pero combinaban perfectamente. ¿Lo he dicho ya? ¡qué cena tan rica!
Como cuarto plato nos sirvieron un corte de cordero con la piel crujiente, generosamente condimentada con romero, acompañado de una salsa de plátano. Riquísimo. Un plato perfecto para cerrar los principales. ¡Qué pena que no se pueda repetir!
Como quinto y último plato, el postre: nata cocida con pitaya y gelatina rota de cava. Decorada con pétalos de flores. Deliciosa. Todavía me arrepiento de haberle dado la mitad a mi acompañante.
Durante toda la cena nos ofrecieron pan: de aceitunas o el clásico blanco. Regamos las viandas con el reserva que recomendáis en la reseña: Altos de Inurrieta. Excelente elección. Terminamos la botella sin apenas darnos cuenta. También pedimos una botella de agua.
Acompañamos la sobremesa con un té japonés y una copa de Pedro Ximenez. La casa nos invitó más tarde a una copa de licor de melocotón.
A destacar, la vajilla. Muy cuidada y moderna –algunas piezas, hasta curiosas-. Buenas copas de vino. A destacar también la presentación de los platos.
Las raciones no son todo lo generosas que desearíamos, si bien es cierto que quedas saciado con los cinco platos. Desaconsejaría tomar sólo tres platos. Yo me hubiera quedado con hambre.
El local es sencillo y cumple con su cometido. La separación entre mesas, correcta. La atención, como ya he comentado, exquisita. Los tiempos entre plato y plato, correctos. Espero que no flaqueen en fin de semana, con el local lleno (ayer estábamos cenando tres mesas)
La comida… ¡Deliciosa!
La cena salió por 120€. Como comenta Ninillas, no nos costó nada pagar. Había sido una cena exquisita.
Una auténtico cinco cucharetes. Se lo recomiendo a todo el mundo.
Leí este post y ni lo dudé. Necesitaba un sitio especial para una noche especial. Reservé y… lo disfruté. Vaya si lo disfruté. Mi chica y yo y por sus caras… el resto de comensales reunidos anoche. 5 platos, como sabes, muy cuidados y creativos y una carta de vinos más que interesante (nos quedamos con Pago de los Balagueses, de Utiel-Requena). Me gustó todo, sobre todo el Fua, la mousse de puerros y la carrillada.
Gracias y mucha salud!
Hola a todos!
ante todo felicitaros por la página y agradeceros vuestro esfuerzo para realizar una lista tan detallada y exhaustiva de restaurantes, por lo menos a mi me ayuda mucho a elegir sitios para sorprendera a mis acompañantes.
En este caso he de decir que para mi decepción, no estoy de acuerdo con vosotros a cerca de este restaurante. La verdad es que no soy un asiduo de ir a cenar o comer fuera, pero cuando lo hago me cuido mucho de buscar un sitio que me sorprenda y la verdad que por vuestros comentarios pensaba que en Lúa estaba garantizado. Pues bien ayer mi decepción fue mayúscula.
La verdad es que ayer no me sorprendió nada del restaurante. NI decoración ni ambiente ni la comida. además creo que por el tipo de política del restaurante en el que los platos te los imponen ellos, cuando en un tipo de menu degustación no existe ninguna sorpresa y todo te resulta normal, malo…no dudo de la complicación de la elaboración de los platos y el trabajo que conlleva, pero si no va acompañada gustativamente se convierte en puro artificio incoherente.
Siento que mi primera participación sea para comentar una decepoción pero es lo que sentí ayer en este local.
Muchas gracias y espero que esto sea únicamente un tropezón en la carrera de este local
Este viernes me invitó mi novio para darme una sorpresa y la verdad es que fue perfecto, me encantó. La comida deliciosa, el ambiente muy intimo y agradable y muy buen servicio.
Muy merecidos los 5 cucharetes.
Os lo recomiendo!!
Pues como se definiria algo que gusta, algo especial, que se disfruta en compañia de tu pareja, intentando ofrecerle algo que le guste y pueda recordar como algo especial, pues nada que en cuanto podamos volveremos, Felicidades por tan buen gusto en todo y que lo podamos compartir.
Carlos y Yolanda
Guiado por otras satisfactorias recomendaciones cucharetiles y por mis querencias galaicas, decidí celebrar mi XXº cumpleaños (no son 22, pero se parecen un poco) en Lúa, con mi mujer y mi hija, ambas de fino paladar. La experiencia fue completamente gratificante. Desde los carabineros con costra de pistacho sobre suave mayonesa al albariño, pasando por la graciosa marmita de ajisopa con yema de huevo blandamente escalfada y divertidas palomitas de arroz, el salmón marinado con un punto levemente picante, la corvina con su piel tan bien tratada y sus exquisitos adornos florales, las carrilleras de ibérico caramelizadas con mel da terra sobre lecho de patata suprema, hasta la panacotta, con su cetro de láminas de chocolate y su corona de grosellas y otros frutos rojos…, todo fue una sinfonía de sabores e imágenes que daban de comer a los cinco sentidos. Además, al finalizar, tuvimos la suerte de mantener una muy agradable conversación con Pedro Espinosa (Manuel ese día no estaba), ocasión propicia para comprobar que la buena cocina tiene mucho que ver con la claridad de pensamiento y el esfuerzo en favor de la comunicación. Además, Pedro tuvo el detalle de regalarnos una pequeña joya impresa que resume e ilustra algunos de las claves de tan buen hacer. El ambiente, íntimo y delicado, está muy bien descrito en otros comentarios. La apreciación de que es «como ir a comer a la casa del cocinero» es plenamente acertada. Alguna pequeña pega se podría poner, como ciertas reservas acerca de la idoneidad de la miel empleada (tal como comentamos con Pedro) o, quizás, la conveniencia de que un “menú a ciegas” incluyera también la propuesta del vino (los vinos) idóneos, aunque comprendo que esto repercutiría sobre los precios. Lo cierto es que pagué muy gustoso los 170 euros del total (incluida una botella de Abadía Retuerta, que comenzaba a estar en su plena expresión cuando moría; cafés e infusiones). Mientras rematábamos con los licores galaicos, otra gentileza de la casa, y anotábamos las generosas recomendaciones de Pedro sobre otros comedores dignos de ser visitados en la capital, nos prometimos volver a este pequeño santuario gastronómico, todo un descubrimiento, tan pronto como se presente otra ocasión. Ojalá que sea pronto.
Hola a todos,
Antes de nada comentar que soy un CARNÍVORO con mayúsculas vamos que dónde esté la carnaza no hay nada más, aunque cuando salgo a cenar procuro pedir pescado para variar un poquito, PERO…
Ayer estuve cenando con mi pareja y he de decir que chapeau por todo y totalmente de acuerdo con el comentario de Oakeshott.
Os comento nuestro menú:
Como entrante unos langostinos con semilla de amapola sobre salsa y aceite de oliva.
Como primeros:
Salpicón de bonito con guacamole y vinagreta de frambuesa (fue lo que menos nos gustó por el tema del bonito casi crudo, pero para gustos…)
Rissoto con boletus y trufa negra con brotes de una hierba oriental que no recuerdo el nombre. (de 10)
Como segundos:
Merluza a la gallega sobre puré de patata violeta (exquista)
Carrillada de cerdo ibérico con reducción de regaliz y compota de plátano (porque no se podía repetir EXCELENTE). Voy a buscar una receta que se le parezca e intentar hacerlo para sorprender a los amigos…
Como postre:
Nata cocida con sopa de mango y caramelos de papaya y mango.
Me hubiera comido 1/2 Kilo porque la nata solá no tiene mucho sabor pero junto con los caramelitos estaba de RECHUPETE
El vino lo tomé por copas y tanto el blanco (un verdejo de rueda) y el tinto de tierra de castilla estaban muy buenos.
Un café y la invitación al licor.
Como bien nos dijo la camarera (siempre atenta y amable) “el menú es largo pero estrecho”. Como no hay carta cada vez que nos servía un plato nos explicaba lo que era.
Como os dije al principio me gusta comer bastante cantidad pero la cena es suficiente y no te quedas con hambre.
Recomendado para ir con tu pareja
Un saludo,
Aún no he ido a comer ,pero lo haré en breve,parte por los comentarios que he leído y parte porque conozco la original y sobria fachada del local. Es al atravesar la fachada donde empieza el disfrute.
Ayer cenamos en este restaurante, la verdad es que merece la pena. A mi personalmente me gustaron mucho más los entrantes y el postre que el pesacdo y la carne. La carne era cochinillo caramelizado y la verdad que resultaba poco innovador si lo comparamos con el resto del menú.
No obstante creo que bien merece “el esfuerzo” de disfrutarlo.
Ayer fuimos mi marido y yo a cenar a este restaurante, salimos encantados, pedimos el menu de maridaje, y fue excelente, la comida desde el principio a final perfecta, y el servicio perfecto tambien, la unica pega importante que yo le veo es que es de fumadores, es un restaurante muy pequeño, solo tiene 8 mesas, menos mal que solamente una mesa 2 personas fumaron en todo el local, porque si no hubiera sido un verdadero infierno, yo creo que los restaurantes tan pequeños que no tienen espacio para los no fumadores deberian de plantearse el que fuera de NO fumadores, los fumadores no se pueden imaginar lo desagradable que resulta para un fumador comer rodeada de humo.
hola, estuvimos ayer en lua despues de tiempo esperando el momento, fuimos 4 amigos. En general notable alto, la comida bastante original, bien servida, buenas cantidades, recetas originales y en su punto, el postre un poco soso.Quedamos bastante contentos aunque la cuenta sube más de lo debido, casi 60 euros por persona con 2 vinos normalitos. Una buena experiencia culinaria, nos regalaron los vinos que comentais en vuestra web y en general el sitio es recomendable aunque hay que pensar en la relación calidad precio, quizas un poco caro aunque todo staba muy bueno.
Bueno por fin tengo tiempo de hacer este comentario que tantas ganas tenía. Estuve con mi pareja el pasado 5 de junio, fuimos por recomendación de una persona de la que nos fiamos, y después de esta expericiencia lo seguiremos haciendo. El lugar nos pareció muy acogedor, la comida muy sorprendente por su mezcla de sabores, me encantó el uso de la reducción de regaliz, los vinos muy buenos, quizás le pondría una pega a los panes, pero es un detalle salvable, estaban fríos y para uno que no estaba mal a la hora de repetir no había.
Después de este maravilloso menú, por cierto olvido decir que pedimos una botella de vino tinto y como se nos acabó pedimos por copas, las cuales no nos cobraron, pues como decía después de este espléndido menu, vino por todas las mesas su chef (Manuel), una persona encantadora, y recomiendo adquirir un libro hecho por él super bonito.
Sólo puntualizar que relación calidad-precio, está muy pero que muy bien.
Enhorabuena Manuel, sigue así y volveremos a vernos
Hola Cucharete, antes de nada felicitaros por la web que habeis sabido crear y mantener hasta la fecha, la cual sigo desde hace tiempo y me orienta en ocasiones para búsqueda de restaurante. El pasado día 20/07 le tocó al Lúa y cual fue mi sorpresa al no coincidir en nada con las opiniones y comentarios que aquí podemos leer. Me explico: El servicio es flojo, nada del otro mundo. Correcto y educado pero sin más. Lo más significativo es la lentitud y el largo, larguísimo espacio de tiempo entre cada uno de los platos, lo cual llevó a alargar la cena hasta las 2 horas La decoración monocromática en tonos pastel es algo triste y la iluminación no acompaña demasiado al interior de este local tachado de “romantico”. Las sillas son cómodas y las mesas imagino que lo serían, y digo imagino porque a mí me toco una mesa aislada contra una pared la cual no aportaba facilidad de movimientos y termina siendo realmente incómoda para cenar. Además hablamos de un local pequeño el cual cuando está lleno resulta realmente bullicioso. La comida bien, sin acercarse a las expectativas creadas por la lectura de vuestras experiencias. En mi opinión algunos platos acertados pero otros, como el pescado, insípidos que no transmiten ninguna sensación ni aportan nada nuevo, el vino que recomiendan normal y sin pretensiones, nosotros optamos por el Trapezio 2005 por cambiar de Denominación de Origen y fue un total fracaso, es un vino de escaso sabor y poco cuerpo que una vez ha pasado de la boca no deja ningún recuerdo. Todas estas experiencias sumadas me llevaron a “querer salir corriendo” en cuanto llegó la cuenta a la mesa.
Mi impresión es que hablamos de un restaurante más de los muchos que se pueden disfrutar en Madrid en el cual dificilmente volveré a tropezar….
Un saludo
hola cucharetes,
Soy cliente habitual de Lúa, está cerca de mi casa y vamos con cierta frecuencia, pues relación calidad-precio es de lo mejor que hay en Madrid. Y le tengo que dar la réplica a Victor . De acuerdo en que el servico pasa desapercibido, pero es más que correcto y para comer fuera no quiero más que eso, que me atiendan corectamente y que no me entere ni de que están. En cuanto al espacio de tiempo entre plato y plato, es más que comprensible. No hay filetes a la plancha, sino elaboradísimas recetas, preparadas al momento y con esmero. Nunca he tardado dos horas en comer, con café y chupito incluído, pero teniendo en cuenta el desfile de platos que pasan por la mesa, no es cuestión de desgustarlos en una hora. En los buenos restaurantes de cocina elaborada, verás que el tiempo de espera entre plato y plato es igual o superior. El local es cierto que es pequeño, pero íntimo y la iluminación indirecta es correctísima. En cuanto al pescado, ahí sí que te equivocas y creo que no cabe discusión en ésto, pues el punto es el justo y eso es muy difícil de conseguir con el pescado. La carta de vinos es corta, pero muy completa y casi todos los vinos han recibido varios premios, aunque para gustos, colores…
Hola!
En dos palabras… im presionante
La comida, el trato, el ambiente.
Buenísima, excelente, sencillo y agradable
Buen resumen??
La pena es que en agosto no se pueda comer, sólo cenar. Me han chafado el plan para este sábado..
Iré a
referencia a otro restaurante, a ver qué talSaludos
Impresionante, no os voy a aburrir más ya que todo lo bueno que se ha dicho, es verdad.
El mejor sitio en que hemos estado, de largo.
Sensacional para repetir, comida, atención y presentación impresionantes.
Lo prometido es deuda y, aquí estoy para requeteconfirmar una vez más que Lúa es 5 cucharetes total.
El viernes 11 de septiembre era nuestro aniversario, intenté buscar un restaurante especial, mi marido no sabía dónde iba, era sorpresa, pero los sorprendidos fuimos ambos por la excelente calidad que presidió la cena y por supuesto por la delicia de cada uno de los platos que esa noche “tocaban” que son (perdonad pero los nombres bien dichos no me los sé):
Aperitivo: era un chupito recreación de una caña de cerveza con reducción de mosto o algo así… muy rico, nada amargo sino con un toque dulce.
Entrante 1: tartar de frutas con guacamole…. muy muy bueno, tal vez lo menos llamativo, pero buenísimo
Entrante 2: eran unas vieiras sobre una crema de puerros y tal tal… ¡una autentica delicia! las vieiras sabían a mar, pero a mar, no a puerto pocho, y se deshacían en la boca fundiendose los sabores, con la crema… casi me muero de gusto
Pescado: bacalao al pil-pil de vainilla, el toque de vainilla: el justo y el bacalao, pues como las vieiras: se derretía en la boca mmmmm….
Carne: Carrillada de cerdo con reducción de regaliz… pues no es mi carne favorita ni el regaliz es santo de la devoción de mi marido, pero hay que decir que estaba exquisita, nos gustó y a mi lo que me llamó la atención más fue que el regaliz cuando tragas el bocado te deja una sensación de frescor en la boca muy curiosa. Muy original.
Postre: Crema de queso idiazabal. Otra delicia que se fundía en el paladar: anda que no le di cuento para que durase un poquito más…
Tomamos de aperitivo una cerveza y un Martini. Con la comida vino tinto “La Estacada”, estaba bien, pero aquí mi opinión no es ni siquiera aficionada, a mi me gusta el rosado fresquito y sobre ese sí podría opinar. Después de la cena café y té de jazmín. El total de la cuenta no llegó a 130 €
El trato fue muy atento y amable, están super atentas pero sin agobiar y el tiempo entre plato y plato no fue nada largo como leí anteriormente, eso sí, tardamos en cenar, pero es que una cena así hay que saborearla no?
Romántico en plan luz tenue y tal no es; cuando llegamos fuimos los primeros en el salón luego llegó otra pareja y, la verdad, agradecimos que viniera un grupito de 6 que hablaban bastante porque de otro modo nos daba no se qué abrir la boca porque casi se oia respirar, como para comentar nada.
En resumen es un Restaurante para disfrutar de una comida de calidad excepcional y con una elaboración y presentación cuidadísima.
Gracias por recomendarme este restaurante y espero que esta opinión os sirva de algo, como a mí las anteriores.
Saludos!
Hola a todos, sólo comentaros que el sitio es fantástico, completamente merecidas los 5 cucharetes.
La comida, el trato personal… Pudimos conocer personalmente a Manuel, el chef, y al enterarse de que habíamos ido expresamente a celebrar nuestro 9º aniversario de boda desde Salamanca a su restaurante, nos regaló su libro de cocina!!!
Todo perfecto. Repetiría mil veces.
Un saludo, y gracias por recomendárnoslo
Hola a todos,
Fuimos hace unas dos semanas a este restaurante por el cumpleaños de mi marido. Lo comuniqué al hacer la reserva… y no se olvidaron…nos trajeron una velita con el postre. No tengo adjetivos para describir nuestra experiencia allí, así que seré breve: EXCEPCIONAL!!! El servicio impecable, y la comida: cada plato mejor que el anterior. Nos encantó el hecho de esperar (y poco) a ser servidos (el menú, que es único, cambia cada semana). El camarero se pasó por cada mesa, preocupándose, creo que sinceramente, por nuestras impresiones y sugerencias.
Gracias, Cucharetes por recomendar este restaurante, nosotros haremos lo mismo con nuestros amigos. La única pega es el espacio limitado del comedor. Esta comida y trato, en un espacio más amplio, estaría a la altura de cualquier restaurante de autor de gran fama. En resumen: este restaurante no os defraudará. Nosotros volveremos.
Hola,
Vuelvo a hacer otro comentario para confirmar que tanto el trato como la comida en este restaurante siguen a un nivel fenomenal. Fui con unos compañeros del trabajo hace un par de semanas y pedimos el menú con maridaje: vino fino, blanco, cava y tinto… todos selectos y estupendos. El precio, claro, sube, pero ajustado a la calidad servida. Manuel (el dueño), se pasó de nuevo por todas las mesas, y por las expresiones de los demás comensales (el restaurante estaba lleno), las críticas eran muy buenas. Conste que no tengo comisión en este restaurante. Yo salgo bastante a cenar por razones de trabajo, y la verdad, es que estoy muy cansada de sitios de alto copete con mucha propaganda, precios muy caros y atención indiferente al cliente.
Me parece muy buena esta recomendación. Cené con mi marido la noche de Reyes y la comida fue estupenda, todos los platos muy cuidados y, en especial, el punto del pescado (merluza) solo comparable al que consigue Marcelo (en Santiago de Compostela). Solo unas “peguillas”: da mala sensación la cortina (abierta) que da paso del comedor a los servicios y necesitaría una manita de pintura para que todo fuera perfecto. Volveremos
Efectivamente, la comida exquisita como se ha comentado anteriormente pero… caro teniendo en cuenta la referencia de precio del menú largo del que hablais en “Cucharete”.
Fuimos con la idea de 2 menus aprox. 85 euros y salio por 130 por pedir apenas dos cervezas y dos copitas de vino (escasas).
Creo que en los tiempos que corren hay que aflojar un poquito los precios,
Pero repito comida, trato y concepto de “No carta” excelentes.
Ah, y sigo sin entender como se sigue permitiendo fumar en locales de este tipo. Creo sinceramente que pierden clientela. Algun comentario anterior ya sacó este tema y le doy toda la razon.
No se puede degustar la increible milhoja de berenjena, foie y queso aderezada con “aire de ducados” Definitivamente NO.
Estuve con mi familia,mujer y dos hijos en el restaurante de Manuel Dominguez en 27 de Enero y hemos pasado una noche inovidable en un ambiente calido con un servicio de primera,disfrutando de una Cena perfecta.
Comemos todos el menu longo y cuando terminamos,tuvimos el placer de recebir de Manuel Domingues su libro en nuestra mesa.
Ahora, ya en Rio estoy hablando de LUA con todos,para que puedan disfrutar como yo, de este lindo sitio.
Este restaurante es un
palabra no permitida, el servicio en las mesas horrible, las dos chicas sudamericanas dejan muchisimo que desear, el menu caro, muy caro y completamente decepcionante. mini pica-pica en al que las almendras estaban quemadas, crema de coliflor sin gusto, el tartar de atun rojo con guacamole no comporta ningun trabajo, es crudo, sopa de ajo sin gusto, bacalo al pil-pil de limon, el pescado estaba seco y el pil-pil sin gusto de limon,la carrillera con salsa de regaliz excelente y los postres era una quenelle queso gallego,sin sabor, la presentacion de los platos preciosa, pero los platos no valen lo que se pide, las cremas y sopa(2 sopas en un menu de degustacion donde se ha visto, son de puchero) y si pide con maridaje de vinos a parte de cobrarte 68E no se entiende que el primero sea un blanco, despues un vino negro, despues un blanco¿? despues otro negropara la carrillera y para finalizar un blanco, las chicas no saben nada de nada de vinos, me comentaron que era un vino vasco de Calatayu, a la replica de que no, me dijo que de Catalunya, ni idea. No se puede intentar un proyecto gastronomico sin un jedede comedor profesional,las 2 chicas sudamericanasno tienen talla, no esperas que te expliquen el plato de prisa y corriendo,muy mal, le pedi un papel para comentar mis opiniones al cocinero, evidentemente no salio a atender, esto no pasaen un restaurante que se precie, haganse un favor, no vayan no merece la pena en absoluto.Carles, me tengo que morder la lengua para no calificarte, pero solo como viendo como escribes y con tus comentarios discriminatorios te calificas a ti mismo, yo he ido un par de veces a Lua en dos situaciones diferenes con pareja y con amigos y en ambas ocasiones el servicio y la comida ha sido excelentes tanto los camareros como los cocineros.
Yo he probado platos en Lua que me han redescubierto el sentido del gusto y sinceramene no soy mucho de restaurantes de degustación.
Supongo que un restaurante donde no tienes carta siempre se arriesga un poco, hay cosas que te gustan más y cosas que te gustan menos, en fin..
Estuve cenando en Lúa el sábado pasado y la verdad es que me pareció un lugar acogedor, tranquilo y con un buen menú degustación. Que haya tan pocas mesas y un único turno es una tranquilidad: ideal para una cena de pareja (de hecho el 99% éramos parejas) Música agradable de fondo y un servicio adecuado. Yo quizá bajaría un poco la intensidad de la luz, pero esa es la única pega que le puedo poner y entiendo que es una cuestión de gustos. Me identifiqué como alérgica a unos cuantos alimentos y en escasos minutos me habían reelaborado el menú degustación con platos tan exquisitos o más que los originales.
Respondiendo a CARLES, diré que me gusta que las camareras se limiten a servir con educación y profesionalidad, cosa que hicieron. Si lo que esperas son camareras que te rodeen constantemente o estén hiperpendientes, este no es el lugar… Te explican el plato, te rellenan la copa, velan por que no se acabe el pan pero poco más. En principio, como entiendo que ha de ser. Con respecto al chef: vi como estuvo saliendo toda la noche a hablar con los comensales e interesarse por su grado de satisfacción y los comentarios y sugerencias que quisieran hacerle. Saludó a Todos… e imagino que es algo que hace siempre.
Un lugar recomendable… y eso que no soy persona que comulgue con la comida creativa ni los precios desorbitados… Pero creo que la relación calidad-cantidad-precio en este caso es excelente.
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Restaurante Lúa - Artículo Actualizado 2010