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Zurbano, 85
Madrid (Chamberí)
Gregorio Marañón
91 395 28 53
45 - 70
El renovado Restaurante Lúa seduce de nuevo a sus visitantes ofreciéndoles un menú único que varía cada semana. Manuel Domínguez Carrete y Pedro Espinosa nos proponen una cocina de mercado creativa en la que la calidad de las materias primas y la técnica juegan un papel primordial. Su acogedor comedor -para fumadores- da cabida a 28 comensales -aunque se puede extender a 32 para un evento privado-. Podremos disfrutar de un Menú Corto a 29 € -de Lunes a Viernes a mediodía- o de un Menú Completo (que consta de aperitivo, dos entrantes, dos platos principales y un postre) a 44 € -para comidas y cenas-. Así mismo, existe un recomendado Menú Maridaje a 68 € que suma el disfrute de cinco grandes vinos al Menú Completo. Se debe avisar en la reserva de cualquier alergia o circunstancia personal especial. Su horario de apertura es de 13:30h a 15:30h y de 21:00h a 23:30h de Lunes a Sábado. Cierra los Domingos, excepto para eventos y comidas concertadas. Dos horas gratis en el parking de la C/ Fernández de la Hoz.
5,0
Rayo: En esta nueva salida cucharetera madrileña tenemos el placer de asistir a una exquisita renovación del interior del flamante Restaurante Lúa de la calle Zurbano -exactamente en el número 85-. ¡Menudo cambio! ¡Cuántos enteros ha ganado este local! Un 5 cucharetes que consolida con fuerza su magnífica puntuación en nuestro espacio “gastronómico-restaurantil” personal.
En plena crisis, el Restaurante Lúa invierte en sí mismo y rejuvenece… ¡Y de qué manera! Ofrece a sus nuevos clientes un comedor entrañable y carismático, presidido esta vez por una delicada mesa rústica que es capaz de combinar en armonía la elegancia del lujo con la funcionalidad de lo lugareño, realizando un maridaje perfecto. Apuesto a que a medida que avancéis en la lectura de este texto… Sabréis a cuál me refiero. Pues… ¡Enamora con sólo verla!
Desde que conocimos el Restaurante Lúa -en Noviembre de 2008, como podéis ver en el anterior reportaje- quedó grabado en nuestras agendas sensoriales como uno de nuestros espacios favoritos y es que, siendo un restaurante exclusivo para muchos madrileños de a pie, mantiene una relación calidad/precio excepcional. ¡Se come de lujo! Y podría considerarse económico para lo que ofrece, pues lugares que se encuentran dentro del círculo de la privilegiada oferta del Lúa en Madrid, pueden elevar la factura final un 50%. Así que tenedlo en cuenta, la exclusividad puede llegar a ser muy costosa… De ahí que encontrarla a un precio justo sea digno de recordar.
La coqueta cafetera que nos da la bienvenida al Lúa ya había despertado mi atención hace año y medio, y todavía a día de hoy me gusta contemplarla en directo… Soy aficionado al mundo del motor -tengo una habitación con más 80 maquetas a escala 1/18- y me recuerda al panel de instrumentos del salpicadero de un veterano coche de carreras de antaño. ¿Sabéis a cuál? Incluso podría aventurarme a imaginarme sus pedales más abajo. ¡BrrRRum, BrrRRum! ¡Ya nos os digo nada de tomar un café! ¡Riquísimo que está!
El cuidado y perfilado proyecto del Restaurante Lúa ha traspasado el mundo de los sabores y ha conseguido reproducirlos fielmente sobre el papel en un apasionante recorrido fotográfico en formato atlas: “Lúa y sus amigos”, un trabajo excepcional que ha sido galardonado recientemente con los más prestigiosos premios: Prix de la Littérature Gastronomique 2008 de la Real Academia Española de Gastronomía y la Académie Internationale de la Gastronomie; y Winner de Gourmand dentro del marco de los World Cookbook Awards. Ciento veinte páginas a todo color que seducirán a los paladares más exigentes, alimentándolos con el sentido de la vista. El trabajo luce bajo una encuadernación en cartoné negro de 22×31 cm., y los textos inéditos que acompañan a las extraordinarias y curiosas imágenes nos muestran de una manera cercana a los responsables de esta “Luna gallega” madrileña. Puede adquirirse en el propio local por 28 €, y el que se lo lleve sólo tendrá que ojearlo de vez en cuando para que la sensación de querer regresar se convierta en insostenible. ¡El Lúa engancha! ¡Cuidado!
La cristalería -que se muestra en todo momento al comensal desde diferentes recovecos- sorprende por la finura de su esbelta figura, que se ve realzada por su impecable transparencia. ¡Unas Riedel austríacas en toda regla!
Lúa continúa con tres espacios diferenciados desde los que podemos disfrutar gratamente de su cocina: la entrada, el pasillo y el comedor principal. La primera estancia ha evolucionado de pasar desapercibida a consignarse como el lugar más apetecible del local. ¡Esa mesa debería tener un sobreprecio! ¡Yo lo asumiría! ¡Es fantástica! No me extraña que cuando llamas al Lúa para formalizar una reserva, te encuentres con la “desagradable” sorpresa de que esa mesa en cuestión, probablemente ya haya sido reservada. ¡Reservadla con antelación! ¡El que avisa no es traidor! Para 6 comensales resulta… ¡Perfecta!
Fijaos también en el papel negro con detalles en plata que cubre la zona baja de la barra y parte de las paredes que os muestra Ninillas en su sección. ¡Eso también es nuevo! Y viste al restaurante Lúa de gala. ¡Un gallifante más para el nuevo Lúa!
Ahí la tenéis en todo su esplendor, como decía al principio de este texto: “una delicada mesa rústica que es capaz de combinar en armonía la elegancia del lujo con la funcionalidad de lo lugareño, realizando un maridaje perfecto”. Pero es que podría añadir todavía más… La ausencia de mantel en ese espacio crea un clima relajado a la vez que señorial, una sensación propia de un ambiente distinguido en el que se nos permite disfrutar rompiendo el protocolo.
¡Me encanta esta mesa! ¿Cuántos “años circulares” habrán sido necesarios para inmortalizar estas tablas en el Lúa? Las irregularidades del veteado de la madera, aunque muy marcadas y vistosas, son lo suficientemente suaves como para no hacer peligrar el equilibrio de la cristalería en ningún momento. Una exclusiva vajilla, arropada por un servicio a juego que corona una servilleta de hilo, consigue, sin duda alguna, una mesa de lo más chic.
La zona del pasillo -aislada de miradas ajenas- también ha ganado enteros, la tarima anterior da paso a un elegante suelo de bambú que, apoyado por un papel superior de franjas verticales en tonos cálidos, convierte al espacio en un lugar romántico perfecto para comidas y cenas en pareja, ofreciendo únicamente dos mesas semicirculares cuidadosamente separadas con dos cubiertos cada una. Veo que os está gustando el Restaurante Lúa, ¿eh?
El diseño de la atmósfera creada por el Lúa invierte los papeles en esta estancia, y no sólo los distinguidos manteles de hilo hechos a medida cubren la madera de las mesas, sino que a su vez, la inmaculada y blanca vajilla que vimos anteriormente cede el testigo a unos elegantes platos de apariencia rústica en tonos castaños que potencian la vestimenta de la mesa en todos los sentidos.
El ambiente cálido y acogedor que arropa cada esquina del Restaurante Lúa, consigue que los momentos vividos en su interior se magnifiquen hasta lo inolvidable. Y es que los platos de Manuel Domínguez Carrete y Pedro Espinosa causan sensación en los paladares de todos sus clientes, un menú que varía semana a semana, sin que siga las pautas que marca una carta habitual. ¡El nuevo Lúa continúa siendo una sorpresa en ese aspecto! ¡Y ojalá no cambie nunca!
El comedor principal del nuevo Restaurante Lúa gana en presencia: aparece un mueble resultón marcando una de sus esquinas, sobre el que reposa la lámpara de cuarzo cristal de roca que ya conocíamos de nuestra anterior visita, observamos un espejo ovalado que refleja la ventana de la entrada y la hace visible a todos los comensales, pisamos un nuevo suelo que se viste de bambú, y el toque final corre a cargo de unos pequeños tramos de planchas de piedra rústica en tonos grises que fortalecen los bajos de las paredes… ¡Qué bien le sienta este nuevo traje al Lúa! ¿Verdad?
Las mesas continúan ofreciendo una amplia separación, como cabe esperar en un local de esta categoría, y es que el número de comensales no ha aumentado lo más mínimo, se mantiene en 28. Un frasco pequeño para un perfume singular y con personalidad propia. ¡Así definiría al Restaurante Lúa de Madrid!
La mesa que está en frente al patio interior -pensada para parejas- es la más estrecha de todas, y puede llegar a agobiar a gente muy corpulenta -yo, como soy chiquitillo, ni me enteraría-, pero así mismo, es la que goza de ese micropaisaje acristalado de mimbres iluminados y de tener sobre ella parte de la bodega del Lúa a la vista.
Si es que no hay más que acercarse lo suficiente a las mesas del Lúa para que la atracción del imán gastronómico que deben esconder sus sillas te atrapen con fuerza hasta el final de la velada. ¿Cenamos? ¡Vamos allá!
¡El nuevo Lúa es toda una sorpresa gastronómica! Ya era así antes, con un menú que cambiaba a diario para deleite de sus comensales más habituales. Ahora, el cambio de “carta” es semanal, y se basa en un menú único de 5 platos en el que Manuel y Pedro derrochan cariño por doquier condimentándolo con toda la experiencia adquirida desde que se han lanzado a esta satisfactoria aventura, la de hacer disfrutar a todo aquél que los visita ¡a lo grande!, teniendo en cuenta cualquier tipo de alergias alimenticias cuando el cliente les avisa de sus incompatibilidades personales.
Su bodega continúa mostrando referencias seleccionadas con mimo, cediendo protagonismo a ciertos vinos atrevidos que cubren el hueco de referencias más conservadoras y habituales, con lo que tenemos presente la ocasión perfecta para dejarnos llevar por su Menú Maridaje.
El nuevo Restaurante Lúa mantiene todavía disponible un Menú Corto de Lunes a Viernes a mediodía -a 29 €-, que consta de un aperitivo, un entrante, un plato principal y un postre. Para cenas durante la semana y durante todo el fin de semana, ofrece únicamente su Menú Completo -a 44 €- que se basa en un aperitivo, dos entrantes, dos platos principales y un postre. Y, como guinda del pastel, dispone de un sensacional Menú Maridaje -a 68 €-, que añade al Menú Completo anterior nada más y nada menos que cinco grandes vinos, maridados cada uno con su plato. Por supuesto… ¡El Menú Maridaje del Lúa fue el elegido por el equipo de Cucharete para esta ocasión!
¡Qué rico estaba el Pica-Pica del Lúa! Una aceitunitas muy sabrosas acompañadas de unas almendras y unos modernos chips de plátano. Podéis verlo inmortalizado en una de las fotografías de la sección de Ninillas.
El Menú Maridaje comenzó con un aperitivo excepcional, al que acompañaba una copa de Tradición -vino amontillado D.O. Jerez-, calificado como VORS al tener una vejez media superior a 30 años. Seco, punzante, complejo y elegante, con un profundo aroma a avellanas, resultó perfecto para disfrutar de las dos delicias que reposaban sobre una placa de pizarra en todo su esplendor.
Aquí tenéis el aperitivo que abrió camino a la inolvidable velada cucharetil de ese día. “La caña y su tapa”, así se denominaba el plato. Una exquisita aceituna esférica de “tapa” que desprendía todo su sabor una vez rota la esfera en el paladar. ¡Riquísima! ¡Qué suave! Y de “caña” -no me negaréis que parece una caña-, un mosto con espuma de ajoblanco que me sorprendió gratamente. Una especie de chupito de gelatina de burbujas fijas delicioso. El ajo le iba como anillo al dedo. Si esto era el comienzo… ¡La noche con “Lúa chea” prometía!
El primero de los entrantes sedujo a todo el equipo de Cucharete. La presentación es sorprendente, en una lata de conservas. Me refiero a la Lata de caballa en escabeche sobre crema fría de coliflor y caviar de mango que tenéis a continuación fotografiada. Un entrante fresco, suave y que se come con cucharilla. La caballa estaba riquísima y la crema, que combinaba magistralmente con la materia prima principal, estaba para chuparse los dedos…
El plato se maridaba con un Champagne Jacques Lassaigne “Les vignes de Montgueux” que podéis ver en la sección de Ninillas, salido de unos viñedos que crean vinos muy originales cada año. Un sensación muy fresca que se mantenía mientras continuabas “chupándote los dedos” con la caballa -y mojando pan en la salsita-.
Se nos sirvió seguidamente un moscatel seco Botani 2008 de la D.O. Sierras de Málaga como podéis ver en la imagen, denso y sedoso a la vez que fresco, prefecto para el siguiente de los entrantes.
Voy a inventarme una nueva palabra -a ver qué opina posteriormente la RAE-, pues el segundo de los entrantes estaba “requeterriquisísimo”. Espectaculares las Zamburiñas salteadas sobre crema fría de apio, huevas de pez volador y salmón bañadas con crema de puerros caliente. ¡El nombre del plato lo dice todo! Unas sabrosísimas zamburiñas perfectamente maridadas con las gratas sensaciones que producía comerse este manjar. ¡Un plato divertidísimo! Pues las huevas explotaban en el paladar a modo de peta-zetas. ¡Rezad porque mantengan este plato cuando vayáis! ¡Es espectacular!
Un plato que jugaba con el contraste de temperaturas de las cremas de apio y de puerro. Ahí tenéis a FlashBack con el montaje final de la ración, en el que la crema caliente cubre a media altura el islote de riquísimas zamburiñas. ¡Me encantó este plato!
El primero de los cursos principales llegó en forma de Merluza al horno con mosaico de verduras sobre crema de maíz. No os perdáis el primer plano que os muestra Ninillas de este plato porque es de lo más vistoso. La merluza estaba muy, muy buena, y el toque de la crema de maíz realzaba su sabor todavía más. De lo más llamativo resulta el mosaico de calabacín, pimiento verde, pimiento rojo, pimiento amarillo y zanahoria que dan color a este manjar. Los mosaicos tienen un origen muy antiguo, no sólo se han hallado en Grecia, Roma y el Imperio Bizantino, sino también en Creta y Mesopotamia. ¡Y por supuesto… en el Lúa! Se creía que el arte de los mosaicos era inspirado por las musas -de ahí proviene etimológicamente la palabra- y no me extrañaría nada que Manuel ¡tenga las suyas! (Sobre todo una que va a recoger al colegio cada día).
Este plato venía maridado con un blanco Extramundi 2008, un D.O. Ribeiro de las bodegas de Pazo Tizón que lleva -a parte de treixadura- uva albariño, de ahí que esté a la altura de las circunstancias.
Llegaba el turno carnívoro y con él se presentaron en la mesa unos cuchillos de excepción -que podéis confundir perfectamente con unas navajas españolas-. Unos “bisturís” Laguiole que podéis encontrar vistiendo las mesas de los restaurantes más prestigiosos, y que son ideales para “diseccionar” cada bocado. Son verdaderas armas blancas originalmente producidas en la localidad de Laguiole, en Aveyron (Francia) y uno de sus claros distintivos es la abeja que une el mango con la hoja. No pude evitar fotografiarlos.
Ocho meses en barrica nueva de roble francés, seguidos de un merecido reposo en botella, consiguen un vino redondo y equilibrado: nos referimos a La Estacada 2006, un fabuloso tinto de la D.O. Uclés que maridó la carne con elegancia. ¡Me encanta este vino!
A continuación, os presento un primerísimo plano de la Papada de cerdo cocida a baja tempura con reducción de teriyaki sobre crema de garbanzos y chipirón rojo. ¡Increíble! Este regordete samurái de katana verde de cebollino y coraza de calamar rojo ¡estaba de muerte! La papada en su punto, y la combinación de sabores una muestra de lo que es capaz de crear la cocina del Lúa. No tengo nada más que decir… soñad con el plato…
Mónica -camarera en el Lúa- nos avisó que a veces incluyen un “pre-postre” en el menú, que no es habitual, pero que ese día sí que había manzanitas para los clientes. Fijaos en la siguiente imagen, un vistoso Cremoso de manzana que es ¡toda una manzanita! ¡Riquísimo! ¡Y de lo más atractivo! Muy fino el sabor del queso redondeado -nunca mejor dicho- por el toque de manzana. (Bueno, bueno… Esta foto me ha quedado de libro).
El postre vino maridado con el vino que os muestra Ninillas: un Yarden Gewürztraminer Galilee Heights Wine 2004, un blanco de Israel perfecto para acompañar las sobremesas más distinguidas.
¡Ahí lo tenéis! Una especie de Moulin Rouge en miniatura mucho más “sabroso” que el emblemático cabaret de la noche parisina. Este Cremoso de chocolate con frutos del bosque, coral de frambuesa y aire de fresa venía presentado en sobre una vajilla que simula un plato invertido. Arándanos, grosellas, fisalis… nadando en un lago de papaya conformaban el paisaje de este riquísimo molino de chocolate, al que se rendiría el mismísimo Don Quijote si pudiese probarlo. El aire que soplaba sus aspas… ¡Era de fresa!
Como no podía ser de otro modo, la sobremesa se alargó… Si es que cuando los cucharetes nos ponemos a contar batallitas… ¡Nos tienen que echar de los locales! Y si se trata de un flamante 5 cucharetes… ¡Ni te cuento! ¡Cierrabares que somos! Así que optamos por unos cafés y un té de jazmín de lo más tranquilizante que disfruté lentamente mientras daba un mordisquito a una de las cañas de Carballiño rellenas de crema que acompañaban a los diferentes tipos de azúcares.
Como conductores, esa noche contaba con FlashBack y Ninillas, así que yo podía cumplir plácidamente con Stevie Wonder y disfrutar de un reconfortante Gin Tonic de The London Gin con Fentimans con presencia en la copa de unos granos de pimienta, una ramita de canela y una piel de limón, servido con mucho tacto por Mónica. ¡Perfecto!
El Restaurante Lúa es uno de mis 5 cucharetes favoritos. ¡No puedo negar tal evidencia! Saludarlo de vez en cuando es dejarse llevar de la mano en el mundo de las combinaciones magistrales de sabores y descubrir nuevas y gratas sensaciones en cada visita.
¡Lúa for ever!
Ninillas: Vuelvo otra vez al Barrio de Chamberí, vuelvo de nuevo al Restaurante Lúa ubicado en el mismo espacio que antaño ocupó una discreta casa de comidas, concretamente vuelvo al número 85 de la calle Zurbano. Mucho “vuelvo” releo yo para tan pocas líneas, parece que estuviera cantando el anuncio de El Almendro de “Vuelveee a casa vuelveee… Por Navidaaad…”, pero qué queréis que os diga, en cierto modo así es. El Restaurante Lúa es de ese tipo de locales que me ganó en una sola visita y me entusiasmó en todas y cada una de las posteriores. Sí, el Lúa ha sido uno de mis básicos desde que lo descubrimos en Cucharete hace año y medio, y mucho me tengo que equivocar para que deje de serlo, precisamente porque aquello que lo hace tan peculiar -ausencia de carta- me causa inquietud y al mismo tiempo me llena de satisfacción al comprobar que cada plato, impensable en un primer momento, colma con creces mis expectativas.
Vamos a darle un recorrido al Restaurante Lúa porque en esta ocasión me encontré además con el hecho de que ha cambiado de traje, que no de alma y, desde luego, estos colores le sientan muy, pero que muy bien.
Su distribución sigue siendo la misma, la correspondiente a un pequeño y acogedor restaurante de tres estancias donde el protagonista principal es la comida. Tras cruzar el quicio de su puerta nos encontramos con una pequeña barra en la que lucen resplandecientes sus copas, sus licores premium y, por supuesto, su coqueta cafetera.
Sin embargo, es justamente enfrente de la barra donde el Restaurante Lúa ha desplegado todos sus encantos con la adquisición de esta fantástica mesa de madera rústica sin barnizar y con patas en color blanco decapado. Por supuesto, no hay mantel, creo que ponérselo podría considerarse homicidio involuntario, pues perdería todo su encanto. La rodean seis sillas marrones de un material que recuerdan al ante, que no sólo son preciosas, sino que además, son comodísimas. El conjunto, visto así, no me negaréis que ha quedado “cuco cuco”. Estoy convencida que ésta será la mesa más solicitada a partir de ahora, pues la verdad es que te enamoras de ella nada más verla, y encima es un amor que no te hace llorar, sino disfrutar de una velada maravillosa.
No se ha descuidado tampoco la ventana, que se ha engalanado con una elegante y actual cortina en blanco con hojas negras apoyándose, eso sí, en las flores frescas -no me cansaré de repetirlo, deberían ser obligatorias en todos los restaurantes- y en una bonita lámpara de pantalla negra que ayuda a crear un ambiente aún más cálido si cabe.
Para las paredes, se ha optado en esta primera estancia, por un elegante papel negro sobre el que se dibujan detalles plateados. Sin duda, este rincón ha quedado precioso y, como ya he dicho, será el anhelo de todo el que visite el Restaurante Lúa, pues es su mejor carta de presentación -al margen de su cocina, claro está-.
El segundo espacio aparece formando parte de un amplio pasillo que comunica su entrada con el comedor central. En él encontramos dos mesas para dos comensales, dispuestas de tal manera que la intimidad de una no afecta a la otra. Aquí, las paredes se han vestido con un papel a rayas en tonos marrones que aportan calidez. Desde luego, cualquiera de estas mesas puede ser perfecta para una comida o cena romántica en la que los enamorados no sólo tendrán abiertas las puertas de sus corazones sino también sus estómagos, pues a buen seguro degustarán platos que afianzarán sus gustos gastronómicos.
Y así, andando, andando… Llegamos a su sala principal, eso sí, aconsejo hacerlo con paso firme y subidas a un buen tacón, para que resuene en ese fantástico suelo de bambú que da ese aire sobrio y elegante sobre el que todo buen zapato debería pisar.
Aquí nos encontramos con cuatro mesas para cuatro comensales y una para dos, bien distribuidas y con espacio suficiente entre ellas. Como veis, pocas mesas y pocos comensales, como a mí me gusta.
En esta zona, la remodelación corresponde más bien con una actualización. La bodega se ha ampliado, se han incluido planchas de piedras rústicas en una pared y se ha jugado en el resto con el papel y la pintura en tonos cálidos. Todo ello acompañado por un juego de luces muy bien elegidas y una música ambiental agradable y muy acorde a la decoración del local.
Por supuesto, en esta renovación también han incorporado este bonito carrito de madera para los licores, del que hicimos buen uso, o mejor dicho, hizo uso de él Rayo, cuando al finalizar la cena decidió que era momento de tomar un gin-tonic. Parece ser que nos estamos aficionando…
En conjunto, podríamos decir que el Restaurante Lúa responde a esas decoraciones sencillas, alejadas de las estridencias y modernidades excesivas, donde lo importante es que el cliente esté cómodo en un espacio agradable e íntimo a la espera de que se alcance el clímax gastronómico, porque al Lúa se va a disfrutar de la comida, de cada plato, de cada ingrediente, y de las reacciones que causa cada uno de ellos en el paladar. Y es que Lúa, el Restaurante Lúa, para mí es eso, disfrute.
En la sala principal las mesas sí están vestidas. Sobrias y elegantes con manteles y servilletas de blanco inmaculado, seguidas por unas copas y vasos Riedel, una cubertería que tampoco desentona y un original plato marrón que pone la nota de color al conjunto. Aunque este plato sólo ejerce en la presentación, pues cada una de las viandas se irán acoplando en diferentes recipientes adecuados a los ingredientes que los componen. Y es que en el Restaurante Lúa todo tiene importancia cuando hablamos de comida.
Al frente de los fogones continúan Manuel Domínguez Carrete y Pedro Espinosa, haciendo de cada día una experiencia gastronómica diferente, arriesgada y, al mismo tiempo, trayendo al presente los sabores tradicionales de siempre. Nos presentan una cocina de mercado creativa a través de un único menú degustación que varía semanalmente y que recoge las materias primas de más rabiosa actualidad. El Menú Degustación se sirve en tres variantes. Por un lado como Menú Corto -sólo disponible de lunes a viernes a mediodía- consistente en un aperitivo, un entrante y un principal -a elegir entre los disponibles del día- y un postre, todo ello a 29 €. El Menú Completo, que incluye un aperitivo, dos entrantes, dos principales y un postre a 44 €, o el mismo menú con la opción maridaje -en el que se sirven 5 vinos- cuyo importe es 68 €. Precisamente ésta última opción es por la que nos decantamos nosotros.
Por supuesto, el hecho de que sea un menú cerrado puede echar para atrás a muchas personas pero, por experiencia, sé que eso no debe ser una limitación a la hora de sentarse a su mesa, pues tanto si eres vegetariano como alérgico a cualquier alimento, adecúan los platos a tus necesidades. Lo mismo ocurre con aquellas materias primas que no son del gusto del comensal, si está en su mano sustituir merluza por bacalao, no hay inconveniente.
Aquella noche no hicimos uso de su carta de vinos porque, como ya os he comentado antes, elegimos la opción de menú con maridaje. Aún así, su bodega nos presenta unas 30 referencias. Puede parecer una oferta bastante limitada, pero lo cierto es que los vinos están muy bien elegidos y son capaces de satisfacer todos los gustos.
Vamos a ir poniendo el pan en la mesa que la cena comienza ¡ya! Por cierto, entre semana -que es cuando fuimos nosotros- suelen ofrecer dos tipos de pan: blanco y de orégano. Oferta que se amplía los fines de semana cuando además puedes optar también por pan de pasas, de cereales o de aceitunas.
Comenzamos con un Pica-pica compuesto por unas aceitunitas, unas almendras y unos chips de plátano -qué ricos, por cierto- acompañados por el primer vino de la noche, un amontillado D.O. Jerez, llamado Tradición y que sirvió también de maridaje para el aperitivo. A mí, los amontillados no suelen gustarme mucho por ser demasiado secos, pero reconozco que éste era otra cosa.
El Menú Completo dio comienzo con este aperitivo servido sobre una placa de pizarra llamado La caña y su tapa. La “caña” era una ligera gelatina de mosto sobre la que reposaba una suave espuma de ajoblanco. Me gustó ese contraste de texturas al tiempo que de sabores. La tapa, una aceituna licuada esférica, era una auténtica explosión de sabor al romperse en la boca y, por extraño que parezca, me pareció un sincero homenaje del Lúa a Miguel Hernández en la conmemoración del centenario de su nacimiento al recordar su poema “Aceituneros”.
Para regar el primer entrante, nos sirvieron una copa de Champagne Jacques Lassaigne “Les vignes de Montgueux”, que maridaba a la perfección con el siguiente plato. Sin duda, el Menú Maridaje es una opción excelente en el Restaurante Lúa, por poner un ejemplo, esta botella de champagne la tienen en carta a 48 €, por lo tanto observamos que el Menú Maridaje permite probar buenos vinos sin un excesivo coste.
¿Y cuál es el siguiente plato? O mejor dicho ¿Cuál es la siguiente lata? Sí, lo que veis es una lata, concretamente una Lata de caballa en escabeche sobre crema fría de coliflor y caviar de mango. Cada bocado aportaba frescura y cremosidad al paladar, eso sin olvidar las burbujitas del champagne que también aportaban su encanto. Me sorprendió una presentación muy original.
Las Zamburiñas salteadas sobre crema fría de apio, huevas de pez volador y salmón, bañadas con crema de puerros caliente fue, sin duda, el plato más divertido de la noche, porque al sabor a mar que aportaban la zamburiñas y al elegante y cremoso contraste de tempuras que le daban ambas cremas, se unían esos pequeños estallidos en el paladar producidos por la huevas. Era una sensación fantástica y, como ya he comentado antes, realmente divertida. Un plato sobresaliente que se acompañó con un moscatel seco Botani 2008 de la D.O. Sierras de Málaga, mostrado en la sección de Rayo.
Pasamos a los principales, no sin antes cambiar de vino. Para el pescado nos encontramos con un Ribeiro, un Extramundi 2008 de las bodegas de Pazo Tizón. Un perfecto acompañante para un pescado.
Y la siguiente imagen es, nada más y nada menos que, una Merluza con mosaico de verduras sobre una crema de maíz. Otra forma original de presentar una excelente merluza en su punto con verduras, sólo que en esta ocasión el mosaico parece un trabajo de chinos porque hace falta mucha paciencia para cuadricular el pimiento verde, el amarillo, el rojo, la zanahoria y el calabacín. Y todo ello sobre una finísima crema de maíz. ¡Qué rica estuvo!
Aquí os muestro la Papada de cerdo cocida a baja tempura con reducción de teriyaki sobre crema de garbanzos y chipirón rojo. Una delicada receta versionada sobre un guiso tradicional, que conservaba sus sabores básicos y al mismo tiempo ampliaba matices, pues a esa textura gelatinosa propia de la papada se le unía el sabor dulzón de la salsa teriyaki consiguiendo un bocado tremendamente interesante. Eso sin olvidarnos de la fina crema de garbanzos y el original chipirón “rojo”, conseguido tras teñirlo con remolacha. Me encantó la papada, y me causa pena que en muchos otros restaurantes sea un plato tan denostado cuando cuesta tanto elaborarlo, y más aún conseguir un resultado tan sobresaliente como el del Restaurante Lúa.
La papada se maridó con un tinto La Estacada 2006, de la D.O. Uclés, y se “cortó” con un singular cuchillo Laguiole, del que podéis ver un primer plano en la sección de Rayo “el navajero”.
Con los postres, llegó a la mesa la auténtica revelación de los vinos de la noche, un vino nada más y nada menos que israelí. Un blanco llamado Yarden Gewürztraminer Galilee Heights Wine 2004, que sin duda volveré a pedir en cuanto lo vea en otra carta.
Me encantó y lo recomiendo encarecidamente, porque es perfecto para acompañar el final de la cena. Con él tuvimos el gusto de maridar el pre-postre, o mejor dicho, una falsa manzana -Rayo os la muestra en todo su esplendor- que no era otra cosa que un riquísimo Cremoso de manzana con una presentación “súpercuca”. Os advierto de que el pre-postre no siempre se sirve a los comensales, pues depende de la disponibilidad de cocina. Aún así, ojalá que en vuestra visita tengáis suerte y lo probéis, porque merece la pena.
Y entre sorbito y sorbito de Yarden, disfrutamos comiendo este Cremoso de chocolate con frutos del bosque, coral de frambuesa y aire de fresa. Jugando al contraste de sabores -dulce, amargo y ácido- y mezclando texturas, conseguimos terminar magistralmente la cena, incluso yo que no soy nada chocolatera, pero claro, este cremoso de chocolate era otra cosa. Estaba delicioso.
La sobremesa se acompañó como Dios manda, con dos cafés con leche -a 2.30 €- y un té de jazmín -a 2.80 €- a los que se les unieron una cañas de Carballiño rellenas de crema -cortesía de la casa- que me dieron ganas de mojar en la tacita de café con leche. Yo, lo siento, pero soy de campo, como decía mi abuela, más que las amapolas, pero como digo yo, no vean lo que se pierden los que son de “ciudad”, cuando los remilgos vencen a la delicia.
Dejé al resto del equipo decidiendo si pedir copa o no. Al final, sólo Rayo se animó, el resto teníamos coche. Como últimamente el gin-tonic parece que es cita obligada en Cucharete, fue precisamente esto lo que se pidió, en esta ocasión fue The London Gin con Fentimans preparada con un poquito de pimienta y canela en rama y servida en una copa de balón. Por cierto, el precio de la copa fue de 11 €, y son a 12,50 € si te decantas por otras marcas superiores como G’ Vine o Martin Miller’s.
En los baños no hay duda, “gresite” naranja para chicas y azulito para chicos. Limpios, casi inmaculados, bien merecen una visita.
Dejamos a Rayo disfrutar de su copa y, con un inmenso pesar, nos marchamos. No cogí tarjetita del restaurante porque me sé su número de teléfono de memoria, pero a buen seguro que todo aquél que cena allí por primera vez coge al pollito y al cerdito y los mete en la cartera, porque el Restaurante Lúa es de los que te dejan huella.
Me quedan un par de precios por apuntar. El primero de ellos, el del pan y el aperitivo, a 2.60 €/persona, y el segundo, el de la botella de agua, también a 2.60 €.
Ahora sí, vamos con las conclusiones. Como habréis observado, estamos en un 5 Cucharetes y ninguno de los platos que tomé los he incluido dentro de mi particular sección de imprescindibles. No ha sido casualidad, sino una clara intención de no parecer repetitiva porque todos y cada uno de los platos que tomé me parecieron imprescindibles y, en cierto modo, irrepetibles, porque a la semana siguiente serán otros.
Conozco este restaurante, lo he visitado en muchas ocasiones, y cada vez que salgo de él tengo ganas de regresar de nuevo. Lúa es ese restaurante que nunca me falla, que siempre me sorprende y en el que me siento tremendamente a gusto. Porque el Restaurante Lúa no es otro restaurante más, es un sitio especial, pequeño, íntimo y agradable, donde no sólo eres atendido por un servicio atento sino que además puedes disfrutar de una propuesta diferente, fresca y divertida que mezcla platos con los sabores de siempre con otros más vanguardistas, donde destaca el buen uso de la técnica.
En definitiva, el Restaurante Lúa es sabor, es creatividad, es… Un querer repetir cada semana.
Cucharete: ¡A todos los miembros del equipo de Cucharete les encanta el Restaurante Lúa! El hecho de no tener carta, supone que cada una de sus visitas sea toda una nueva aventura gastronómica. Acaba de renovar su espacio y, como habéis podido observar tanto en la sección de Rayo como en la de Ninillas, la mesa que luce al lado de la ventana que da a la calle será, sin lugar a dudas, una de las más codiciadas. ¡A ver si conseguís reservarla! Mi equipo cenó por 50 €/persona, tres personas con 3 Menús Completos (aperitivo, 2 entrantes, 2 platos principales y postre), pan, 1 botella de agua, 2 cafés y un té. A lo que tendríamos que añadir el Maridaje de 24 €/persona y un Gin-Tonic de 11 €.
El ambiente cálido e íntimo que consigue su comedor. La fantástica y curiosa mesa de madera de su primera estancia. La gran separación entre mesas. Mantelería, cristalería, vajilla y cuberterías de notable calidad. La amable atención del servicio en todo momento. Su fantástica propuesta gastronómica semanal con un menú único. La relación calidad/precio. La calidad de sus materias primas y la elaboración de las mismas. Su regularidad. Poder intercambiar impresiones con los chefs al final de la cena.
Nada.
5,0
9 comentarios a “Lúa (2010)”
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No sé que decir del restaurante, como siempre el equipo de cucharete está fantástico en el artículo y las fotos. Pero me hago una pregunta, ¿No me quedaré con hambre en este restaurante?, porque todo mas bien es pequeñito.
Hola Paloma!
Te contestamos al comentario personalmente porque nos ha hecho mucha gracia
Piensa que hay gente que se queda con hambre incluso con un chuletón de kilo! Hay restaurantes para un tipo de gente y otros para otro tipo de comensal mucho más exquisito, que no va pensando en salir acariciándose la panza, sino con una sensación de haber disfrutado de sensaciones nuevas de lo más gratificante. Respecto al Lúa, nosotros (que somos de muy buen comer) no nos quedamos con hambre en absoluto, ten en cuenta que hablamos de un aperitivo, dos entrantes, dos segundos y un postre. Un menú muy equilibrado en todos los sentidos. ¡Nos encantó! Y te aseguro que hambre no pasamos…
Un saludo!
Cucharete Team
Qué impresionante lugar, me habeis convencido y exigiré que me lleven allí la próxima vez que pare en Madrid! Creo que lo de la papada me seduce. ¿Hacen buenos gin-tonics, además? Bastante sibarita del cóctel, este tiene buena pinta, pero prefiero la schweppes que es una tónica con cuerpo y hace aflorar los aromas de la ginebra con mayor personalidad, las tónicas “especiales” me parecen muy aguadas.
No suelo encontrar el momento para estas cosas, pero hoy me apetece comentar mi experiencia, así que ahí va:
Tuve algo importante que celebrar, llevé a mi novio al Lúa, a la segunda porque a la primera no pudo ser… él ya pensaba que el restaurante me lo había inventado.
El caso es que al final (la segunda) estuvimos “solos” en el restaurante, él y yo, acompañados de la camarera y la chica de la recepción que a mitad de la cena sin darse cuenta nos llamó para recordarnos y confirmar la reserva de esa noche. Una risa, nosotros desde el comedor explicándole que ya estábamos dentro.
Bueno el caso es que entre unas cosas y otras de “solos” nada. En esto quiero ser muy clara.
El que te expliquen cada plato con pelos y señales al traerlo, llegó a ser un pelín cansino al final, porque además, como no teníamos a nadie con quien compartir la conversación sobre los platos con la camarera, pues yo acabé echando en falta un poquito de intimidad.
Al margen de ese detalle, cierto es que el sitio se hacía muy familiar.
Mi bolsillo no puede permitirse algo así cada semana como sugiere la crítica, pero sí que puedo darme el capricho de volver alguna vez especial.
TODOS los platos resultaron exquisitos, coloridos, llenos de aromas. Vamos, poco más le pido yo a un restaurante para quedarme con ganas de volver. Aunque al final tienda siempre a otro tipo de restaurante más de batalla, más baratos pero de esos que te devuelven la alegría, ya sabéis no?, siempre intento buscar algun sitio “diferente” para cuando hace falta romper la rutina.
Y para contestar a Paloma también, no se pasa nada de hambre, vamos que yo la verdad también pensé al principio: “Hoy mantenemos la línea”, pero no, comimos opíparamente. Considero todos los platos muy quilibrados y la combinación estupenda, pero de pasar hambre nada, al final muchos poquitos te acaban llenando de sobra.
Y si quieres llenarte más, sólo tienes que pensar en la cantidad de ingredientes que la camarera te dijo que llevaba, todo tan especial que solo de pensarlo ya te llenas je, je
No será hoy ni tampoco mañana, pero.. volveré fijo
Siguiendo vuestras recomendaciones estuve allí el viernes. La verdad es que no tengo más que buenas palabras. La comida fué sencillamente espectacular, el trato exquisito y las bebidas de los maridajes muy bien seleccionadas.
La materia prima es excelente, seleccionada con mimo y cariño y los sabroes muy bien combinados. Lo único que no me convenció fué el bacalo al pil pil de vainilla, pero lo demás, era magnífico. No se si no tienen turnos, pero realmente te invitan a quedarte y disfrutar de la sobremesa sin que haya nadie esperando, lo cual se agradece mucho.
Me quedé con las ganas del gin tonic, pero había que conducir. Otro día será.
Realmente se merece los 5 cucharetes, muchisimas gracias por la recomendación!
Hola a todos:
Tengo que decir que hemos tenido una cena espectacular en este restaurante! Gracias a cucharete!!!
La verdad es que yo buscaba un restaurante donde pudiesemos estar mas intimamente y a gusto y realmente lo estuvimos.
Segun hemos llegado nos han sentado y habia leido la valoración aqui pero nos han sorprendido.
Dice la camarera que no tenían menu y nos explico como funcionaba el restaurante y hemos elegido el menu con maridaje de vinos.
A cada plato que nos sacaban fue una sorpresa y todo estaba buenisimo.
Yo destacaría el postre de chocolate y rúcula…(porque soy chocolotra asumida)!
Lo recomiendo 100%
Hola, esta semana decidí reservar mesa en este restaurante para cenar entre semana, ya que celebrara un aniversario con mi mujer.
He de decir que desde que llegamos hasta que nos fuimos, la atención fue excelente por parte de todo el personal; cenamos dos menús maridajes (con unos vinos bien elegidos y bastante buenos he de decir) y todo estaba buenísimo, las raciones lógicamente son cortas al ser un aperit., dos entrant., dos platos princip. y postre, por lo que no te quedas ni mucho menos con hambre. No tomamos café así que no os puedo decir si éste está bueno o no.
Pero sí decir que todo lo que comimos: 1º atún ROJO, 2º Huevo escalfado con TRUFA, 3º Raya en caldeirada (Sí como oís, RAYA), 4º Falsa manzana, 5º carrillada de cerdo ibérico en reducción de regaliz y de postre chocolate amargo con frutos del bosque. TODO BUENÍSIMO, en especial para mí el huevo escalfado y la raya en caldeirada, y eso que yo no soy mucho de pescado…
Siempre el camarero nos explicaba muy bien en qué consistía cada plato y sus ingredientes y al final de la cena Manuel (el chef), se acercó para preguntarnos que tal todo e intercambiar impresiones, detalle que se agradece y que no muchos restaurantes ofrecen, por muy cara sea su carta o mucho renombre que tenga detrás.
En definitiva, un 5 cucharetes MUY RECOMENDABLE.
Nota: Al final, la nota fue de 149,80 (dos personas)
Anoche estuvimos cenado en Lua, le damos un 7 tenedores, jaja
Ya no está en Zurbano 85, ahora es Eduardo Dato 5. Menos mal que lo vi en su página web porque el teléfono sigue siendo el mismo.