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Lagasca, 74
Madrid (Salamanca)
Serrano, Velázquez
915751448 - 914319967
35 - 55
En pleno corazón del barrio de Salamanca y con prácticamente cuatro décadas de vida a sus espaldas, el Restaurante O’Caldiño mantiene esa magia necesaria para enamorar paladares de cualquier edad, clase y condición, por encima de tiempos y modas, año tras año. Una fantástica cocina tradicional gallega escoltada por mariscos de las costas gallegas de excelente calidad. Dispone de dos salones con capacidad para 42 y 38 comensales respectivamente. Su barra permanece abierta ininterrumpidamente con la posibilidad de degustar también en esa zona los platos de su carta. Ofrece un Plato del Día a mediodía -con postre y bebida- a 15 € en barra. El horario de apertura de su comedor es de 13:30h a 16:30h y de 20:00h a 23:30h. No cierra ningún día de la semana.
4,5
Rayo: Si estás leyendo estas líneas… Ponte cómodo, relájate, inspira hondo, desliza suavemente la ruedecita del ratón y… ¡Disfruta de la cena! Los minutos que vas a consumir a continuación con la lectura de este extenso y fotográfico reportaje cucharetero serán unos de los más sabrosos de tu vida -pongo la mano en el fuego de la queimada con la que cerramos el artículo-.
No recomiendo continuar la lectura si en este mismo instante tenéis a vuestro estómago componiendo alguna muiñeira, pues las imágenes que mostramos a continuación pueden herir la sensibilidad de aquellos amantes de la buena cocina gallega que estén sentados a estas horas en una silla de oficina todavía trabajando, así como también a los que acaban de comerse un filete con patatas fritas de menú en el bar de la esquina. Queridos lectores de Cucharete… ¡Preparaos para disfrutar de una cena de lujo! ¡Bienvenidos a la Gran Taberna O’Caldiño del barrio de Salamanca!
¡Cuántos restaurantes sueñan con estar activos durante 40 años! Semejante cifra resulta una meta inalcanzable para más del 95% de ellos; el que lo consigue, es la envidia del sector, y su mayor premio no luce enmarcado en sus paredes facilitado por alguna institución, sino que ha sido otorgado una y otra vez, año tras año, por una clientela satisfecha y complacida que le es fiel y que difunde un boca-oreja imparable que llega a todos los rincones. El restaurante que os presentamos hoy, ¡tiene más años que nosotros! ¡38! Ya servía raciones cuando todavía no existíamos y, a día de hoy, hemos comprobado que continúa en plena forma física -y gastronómica, por supuesto-.
Teníamos la reserva de nuestra cena a primera hora de la noche, y fotografiar la barra libre de gente resulta prácticamente imposible en O’Caldiño. ¡Tuvimos suerte por un instante! En menos de 3 minutos se puso hasta arriba de gente, podéis verlo en la sección de Ninillas, no tuvimos tiempo ni de hacer un par de fotos con la barra libre, algo que ahora no nos extraña en absoluto, pues las tapas que ponen en el Restaurante O’Caldiño son increíbles. ¡No os impacientéis! ¡Lo veremos más adelante! Porque nos tomamos un ribeiro de la casa… ¡de lujo!
La zona de barra, siempre a tope de trabajo y perfectamente aislada de los comedores del restaurante, muestra una impresionante vista aérea de Madrid escoltada por fotografías análogas de las cuatro provincias gallegas: A Coruña, Lugo, Ourense y… ¡Pontevedra! -que muestro a continuación-. Tierra que me vio nacer cuando ya este restaurante daba guerra por el Madrid de la época, cortejando a los viandantes del exclusivo barrio de Salamanca con una pequeña taberna gallega que desconocía que 38 años después seguiría marcando los paladares de aquellos que caen en sus redes. ¡La verdad es que O’Caldiño pesca literalmente a sus clientes! Con un anzuelo tan sabroso como su carta, en la que reina la materia prima de calidad, no es difícil picar la primera vez, y repetir las venideras por gusto y disfrute propio. ¡Yo ya estoy enganchado!
A todo esto… ¡A ver cuando venís a verme a Pontevedra! Que os invito a una cañita en una terracita del casco antiguo. En la imagen podéis ver parte del recorrido del Río Lérez -próximo ya a su desembocadura- así como el Puente de la Barca -que cierra el puerto deportivo- y la Plaza de Toros, donde más de una vez pude disfrutar de la muleta del maestro José Tomás. ¡Olé!
Voy a publicar una fotografía de la parte superior de la barra de O’Caldiño -repleta de vinos gallegos de su bodega-, más que nada para que la veáis, porque os aseguro que una vez allí, únicamente vais a mirar hacia abajo… Y lo entenderéis rápidamente con las próximas imágenes.
A lo que íbamos, podéis pedir ribeiros, mencías, godellos y sobre todo… ¡albariños! Los caldos de la casa son los más demandados -únicamente entre 10 y 14 €/botella-. Su carta de vinos no brilla por su variedad en referencias -únicamente hay ligeros guiños a conocidas marcas de Rioja y Ribera del Duero, de las que nunca fallan a sus habituales-, pero sí lo hace por el mimo con el que tratan a sus vinos de la casa, de gran calidad, ya sea mencía, ribeiro, albariño, rueda, rioja… El albariño de la casa lo elegimos nosotros y resultó… ¡Sensacional! Ya os contaremos ya… ¡Continuemos! Que esto va para largo… Y si empezamos ya a estas alturas con el vinito…
¿Sabéis donde están todos esos vinos que lucen en la imagen en fila india? ¡En un enorme hórreo sobre la barra! Como anécdota curiosa, os diré que si queréis ver el hórreo más largo de Galicia tenéis que visitar la parroquia de O Araño -en el municipio de Rianxo- 37,05 metros de largo al lado mismo de la Iglesia de Santa Baia que constituyen una muestra del poder económico que alcanzó en su época el clero rural gallego. Aunque a mí me gusta más el de Carnota -de 34,74 metros, pero con patas-, un majestuoso hórreo que ha sido declarado Monumento Nacional por su arquitectura, simbología y conservación.
¡Y ahora vais a ver por qué sólo vais a mirar hacia abajo nada más entrar en el Restaurante O’Caldiño! ¡Si es que no hay otro sitio hacia dónde mirar! Ahí tenéis un flamante Terras Gauda 2010 regando unos percebes de las rocas gallegas cercados por unos berberechos de la ría y vigilados por unas nécoras y una centolla. ¡No me digáis que no es para imprimir en gran formato y hacer un póster!
El Restaurante O’Caldiño posee una vitrina envidiable, perfectamente iluminada y atiborrada de proteínas y minerales. ¡De las más sanas de la zona! Ninillas os muestra alguna imagen más en su sección; lo peligroso de estas “vistas”, es la incuestionable sensación de querer sentarte a la mesa y pedir de todo. ¡Y varias veces!
Pero no sólo el genial escaparate inferior de O’Caldiño adquiere protagonismo entre la clientela, porque las vitrinas que alegran la vista de la barra están también ¡hasta los topes de marisco! Aquí tenéis unas gambas en primer plano acompañadas de unos percebes y unas impresionantes gambas rojas de Denia al fondo. ¡Ahora mismo encargaba yo medio kilo!
¡Pero hay más! Fijaos en estas cigalas que parecen lucir en un podio, alcanzando el primer puesto la del medio. No se aprecia su fantástico tamaño en la fotografía, pero no os preocupéis que las podréis ver más abajo en todo su esplendor. ¡Por supuesto, cayeron unas cuantas en nuestra cena cucharetera! Había que aprovechar, pues ya nos habían avisado de que de ese tamaño no las tienen disponibles a diario, pues depende del mercado.
¡Y más todavía! ¡La barra de O’Caldiño no se acaba nunca! Sin duda alguna, el marisco es la carta de presentación de este veterano rinconcito que ocupa el número 74 de la calle Lagasca. Ahí tenéis unos sabrosísimos carabineros con una pinta estupenda -digo sabrosísimos porque, obviamente… ¡Los pedimos también!-, unas navajas listas para disfrutar a la plancha, unos langostinos a los que apetece echarle el guante… ¡Difícil elección!
Si para los amantes de la Fórmula 1 Fernando Alonso se relaciona directamente con un espectacular Ferrari rojo que surca el asfalto a más de 300 Km/h, los amantes madrileños de la gastronomía gallega no tienen ninguna duda en que Fernando Alonso es el Jefe de Barra más servicial y veloz de toda la Comunidad de Madrid. No he utilizado el crono para ver si la elegante y experimentada barra de madera del Restaurante O’Caldiño sirve sus ribeiros, godellos y albariños a más de 300 Km/h, pero lo que sí os puedo asegurar es que su “conductor” nada tiene que envidiar a la agilidad del piloto asturiano. ¡Hay qué ver cómo se mueve esa barra de O’Caldiño! ¡Siempre a tope! ¡Y sin esperas!
Fernando Alonso -sonriente en la fotografía- queda inmortalizado en Cucharete para la posteridad. ¡Saludadle de nuestra parte! Como podéis observar, pedimos unos ribeiros de la casa mientras esperábamos por el resto de comensales. ¡Nueve cucharetes visitamos O’Caldiño en esta ocasión! Haciendo el recuento así a bote pronto: Roberto, Javi, Sara, Jesús Ángel, Raquel, Óscar, Elena, Ninillas y un servidor -como siempre, Javi y Sara continúan con su fobia a la cámara, pero algún día los convenceremos-. En la sección de Ninillas podéis ver que el ribeiro en la barra lo disfrutamos los cinco que llegamos primero -Roberto, Óscar, Elena, Ninillas y yo-. ¡Riquísimo! La espera resultó de lo más sabrosa, y… ojo al dato, el ribeiro servido como mandan los cánones, en su tacita de porcelana -que os aseguro que sabe distinto-. En pleno barrio de Salamanca de Madrid… ¡Estamos en Galicia!
¿Os habéis fijado bien en los aperitivos que nos pusieron con el ribeiro? ¡Cuatro por persona! ¡Increíble! ¡Y a sólo 1,50 €/persona la tacita de ribeiro! Muslitos de pollo frito, mejillones a la vinagreta, salchicha con bacon, pincho de gambas, aceituna y huevo… ¡Hay muchísimos diferentes por toda la barra! A veces ponen 4 por persona, otras veces 3… depende de las tapas, que como podéis ver, vienen presentadas sobre unas llamativas conchas de vieira. ¡Esto os ha gustado! ¿Eh? Ya os veo yo de cañas por O’Caldiño -¡Perdón! ¡De ribeiros!- Y coincidiréis muchas veces con nosotros… ¡Eso dadlo por seguro!
Así es como presentan las tapas en la barra de la Gran Taberna O’Caldiño. ¡Muslitos de pollo por doquier! ¡Coged uno! ¡No os cortéis! ¿O preferís un mejillón a la vinagreta de la instantánea anterior? Olvidaos de la fotografía e id a probarlos en primera persona… ¡Me lo agradeceréis!
Tras la barra -por su lado izquierdo- llegamos a un aristocrático pasillo que nos guía hacia el amplio comedor principal. Sentimos la sensación de estar entrando en el salón de un antiguo navío que echó amarras en el centro de Madrid ¡hace ya 38 años! La madera -acompañada de espejos en todo momento y perfectamente conservada- gobierna las paredes de O’Caldiño y únicamente se ve truncada por lienzos que nos muestran escenas cotidianas, bodegones y paisajes de tierras gallegas siempre con alguna referencia al mar. Hay obras de Juan Soler, Rafael Fuster y Ricardo Cejudo Nogales entre otros muchos. ¡Toda una pinacoteca del propietario del local!
La imagen del Restaurante O’Caldiño no ha perdido personalidad con el paso del tiempo y mantiene toda la esencia de sus primeros años de vida. ¡Se respiran tiempos de antaño en O’Caldiño! Una madera impregnada de recuerdos envuelve al comensal en todo momento, manteniendo un clima cálido e ilustre. Salta a la vista que en un comedor con esa estampa no cabe otra gastronomía que “de la de antes”, ¡DE LA BUENA! -con mayúsculas-, en la que las materias primas son protagonistas, en la que los platos saben a lo que tienen que saber… ¡Me encanta esta oferta gastronómica! ¡La de toda la vida! La que convence, seduce y enamora al paladar. La que ansías repetir una y otra vez. La de las abuelas. La de los pueblos… ¡LA MÁS APETITOSA! Seguramente guardan las claves de su cocina bien protegidas bajo llave en este pequeño hórreo gallego que preside la entrada al comedor principal.
Las mesas del Restaurante O’Caldiño están correctamente espaciadas para un local de su envergadura, manteniendo la privacidad de las mesas sin tener que disfrutar de la velada “con los de al lado”. Su decoración nos hace viajar al pasado, trasladándonos a una taberna gallega de antaño en la que su única prioridad es la calidad de la materia prima. No vamos a ver aluminios con formas imposibles retroiluminados por leds de colores, ni futuristas estores de metal sobre los que se proyectan los vídeos musicales del momento. A O’Caldiño se viene a disfrutar de la buena mesa en un ambiente cálido a la antigua usanza.
La colección de lienzos de Modesto Gómez Marino -su propietario- recorren las paredes de O’Caldiño. La iluminación del entorno corre a cargo de una mezcla de luz blanca -que se proyecta desde el techo con halógenos e ilumina correctamente las mesas- y luz cálida que brota de los farolillos que mantienen la naturaleza del local.
En este formidable barco de madera tienen cabida también las mesas pensadas para parejas. Siempre hay alguna “celebración marisquera” que celebrar a lo largo del año, un aniversario, un cumpleaños, una fecha especial… ¿A qué sí? ¡Nosotros acabamos de hacerlo, pero nueve de golpe! La cubitera al lado de la mesa, repleta de hielo, resulta ideal para hincarle lo antes posible una botella de albariño de la casa… ¡Qué bueno estaba ese vino! Ya lo veréis más adelante…
Un solemne arco de madera labrada a mano -sin duda alguna por un ebanista profesional- que se alza sobre unos escalones a la izquierda, da paso a un segundo comedor que mantiene la línea ornamental del establecimiento. La capacidad actual del Restaurante O’Caldiño -sin contar la barra, que también dispone de mesas para comer- es de 80 cubiertos: 42 en el comedor principal a los que se le suman 38 más que pueden disfrutar de este nuevo espacio creado en la ampliación que sufrió el restaurante en el año 2000. Ya estoy viendo a los que tengáis alguna celebración en los próximos días apuntar la dirección del local… ¡No me extraña!
La mesa imperial que aparece a continuación fue la mesa de Cucharete de la noche, a la que hubo que añadir un cubierto más -pues aunque habíamos reservado con anterioridad para 8 comensales, finalmente Roberto se unió y acabamos siendo ¡9 cucharetes!- Vamos, que disfrutamos de una velada de lujo en compañía de buena gente y, sobre todo, de excelentes materias primas. No os puedo negar que observando la imagen… ¡Me apetece sentarme de nuevo a la mesa ahora mismo!
Este noble camarote gastronómico es presidido por una columna central que os presenta Ninillas, repleta de copas y recuerdos de tierras gallegas y, al fondo, luce un espejo grabado en oro que marca los inicios de esta “Gran Taberna Bar”: Casa fundada en 1973. ¡Ahí es nada! ¡Y todavía sigue de moda en pleno 2011! ¡Qué envidia para los locales de la competencia!
Hay unas escaleras que suben a una especie de púlpito desde las que resultaría perfecto leer el “Conxuro da queimada” al final de la noche. ¡Cuando terminéis de leer el artículo sabréis el porqué! ¡Los cucharetes nos apuntamos al ritual! Si es que los cucharetes nos apuntamos a un bombardeo si es necesario… Si lo sabréis vosotros…
La parte superior del arco que divide las dos estancias tiene su historia -una talla que protege a O’Caldiño-, pero ya os la cuenta detalladamente Ninillas en su sección.
Todos sabemos que “A mar revuelto, ganancia de pescadores”. O’Caldiño es como un mar empachado de excelentes mariscos y ricos pescados en el que los pescadores sois todos y cada uno de vosotros, de ahí que tengan tantos barcos listos para salir a faenar en sus aguas. Coged uno y… ¡a la mar marineros! Cierto es que si no os queréis mojar… También se puede pescar con el dedo, señalando las entradas de la carta… Espabilado que es uno.
De nuevo, otra fantástica vista aérea de nuestra mesa imperial -desde la tribuna-. Sin duda alguna, nos encontramos ante un amplio comedor de un veterano galeón que no ha logrado ser hundido por los modernos restaurantes del siglo XXI, manteniendo un rumbo firme “viento en popa, a toda vela” hacia el éxito perpetuo desde hace más de 38 años. Las lámparas de timón cierran una estética que acompaña a los productos del mar y convierten a O’Caldiño en el buque insignia del marisco en Madrid para todos los viandantes del barrio de Salamanca. Tanto en su barra como en sus salones, pueden verse diferentes generaciones de comensales, prueba de que la historia no puede con este establecimiento, que se ha ganado un hueco en el corazón de muchos madrileños -de cualquier edad, clase y condición-.
Este restaurante -100% familiar- ha crecido mucho a lo largo de su historia, e incluso camareros y cocineros son ahora prácticamente miembros de la familia que día a día capitanea esta gran nave que representa O’Caldiño. ¡Tiene empleados que llevan casi 20 años en el oficio! ¡Y eso se nota! Los hermanos Alonso, por ejemplo, cuya destreza al frente del mismo resulta apasionante y merecedora de una medalla al trabajo bien hecho. Chema Alonso -hermano del “piloto” de la barra- fue el encargado de servirnos con una amabilidad y deferencia dignas de los mejores servicios. Si algún día Chema llega a leer esto, que sepa que regresaremos a O’Caldiño, ya no sólo por disfrutar de nuevo de las excelentes materias primas que nos encandilaron aquella noche, sino en la búsqueda de ese trato servicial, simpático y atento en todo momento que desgraciadamente se está perdiendo hoy en día en los restaurantes de Madrid. ¡Así da gusto salir a cenar fuera!
La vajilla de O’Caldiño la firma Santa Clara y hace un visible guiño a la cerámica de Sargadelos. ¡Platos perfectos para disfrutar de lo que se nos viene encima! ¡Ñam!
¡Vamos a empezar con la comida chicos! ¡Al fin! Pero antes de nada os enseño los potes gallegos de barro -a modo de palilleros- que marcan todas y cada una de las mesas del Restaurante O’Caldiño. Me trajeron muchos -y muy buenos- recuerdos, pues en las fiestas gastronómicas gallegas, esos potes pequeñitos son el recuerdo habitual que suele comprar la gente -normalmente están a la venta rodeados de pan de millo, chorizos y quesos de tetilla- para ir coleccionando las diferentes ferias en las que ha estado a lo largo de toda la geografía gallega, para luego colocarlos en las estanterías de su bodega. Yo diría que O’Caldiño, es la Fiesta Gastronómica Permanente de Galicia en Madrid. Y de ahí que, como no podía ser de otro modo… ¡Tenga su propio pote serigrafiado!
¡Viva el Albariño de la casa del Restaurante O’Caldiño! ¡Nos encantó a todos! Unanimidad en la mesa, así de claro os lo digo, y eso que Jesús Ángel es muy exigente con estos vinos blancos de las tierras del norte… Todo eso gracias a Chema -nuestro amable camarero-, quien al ver que nos decantábamos por una reconocida marca después de decirle que nunca nos había defraudado, insistió en que, como mínimo, deberíamos probar una copa del de la casa, pues no es un vino habitual y, aunque lo etiqueten para el restaurante en exclusiva y pueda parecer una segunda opción, presume de la Denominación de Origen Rías Baixas. ¡Acertó de lleno! El precio baja a únicamente 14 € por botella -lo que se agradece enormemente al final de la factura- y, siendo completamente sincero, está a la altura y no tiene nada que envidiar a los que nosotros llevábamos en mente… ¡Gracias Chema!
¡En serio! Si no habéis comido todavía… ¡No continuéis leyendo! ¡Yo aviso! ¡Porque vais a pasar un mal rato! Éramos 9 cucharetes esa noche en O’Caldiño, así que imaginaos la de viandas que van a salir en fila india en este reportaje cucharetero… ¡Va a ser un artículo titánico! Una celebración como la que nos ocupaba se merecía una cena a la altura, buscábamos un restaurante en Madrid en el que poder juntarnos todos -primos y amigos- antes de las vacaciones de verano -que cada uno se va hacia un lado-, y qué mejor localización para la ocasión que las tierras gallegas en pleno centro de Madrid. ¡Gallego que es uno!
Comenzamos abriendo boca con dos raciones de Empanada de chipirones. ¡Genial! Se nota que la cocinera de O’Caldiño es gallega y que lleva toda la vida haciendo empanadas… Aquí no hay un Chef de prestigio luciendo un gran gorro blanco detrás de los fogones, aquí lo que hay es mucha mano y muchos años de experiencia. ¡Y de eso se da cuenta el paladar rápidamente! ¡Qué rica estaba! Jugosa, con un excelente “amoado” y ¡repleta de chipirones! (Tranquila mamá, si lees esto, que las tuyas siguen siendo mejores, aunque cuidado con las de O’Caldiño que vienen apretando fuerte).
También pedimos dos raciones de Empanada de vieiras. Por la propia materia prima, resulta un poco más seca que la anterior, y puede llegar a parecer menos jugosa en el paladar, pero nosotros no dejamos ni un solo currusco en el plato… ¡Así que ya os imagináis! De todos modos, personalmente me quedo con la de chipirones… ¡Tendré que regresar y probar la de xoubas! ¡Y la de berberechos! ¡Y la de bacalao! ¡Y la de bonito! ¡Y la de carne!
Roberto os enseña una generosísima ración de Pimientos de Padrón acompañados de la cesta de pan de hogaza que ponen en O’Caldiño. ¡Rico pan! De los pimientos casi no dejamos ni el rabo -claro que éramos 9 en la mesa-, aunque no estaban a la altura de las empanadas, a pesar de ser muy correctos, no son de los mejores que he probado.
¡Sensacional la ración de Pulpo con cachelos de O’Caldiño! En esta vianda -presentada en una vajilla con forma de vieira- sí debo matizar que se encuentra entre los mejores que he probado, se nota que es cocido en un pote de cobre, como mandan los cánones. Si algo le falta es el ambiente festivo de estar rodeado de miles de personas disfrutando en conjunto de este manjar en la Fiesta del Pulpo de Carballiño, pero os aseguro que el sabor consigue que cerrando los ojos, te lo imagines… ¡Exquisito! ¡Ni duro ni blando! ¡En su punto justo de sal, pimentón y aceite! Sin duda alguna hay un buen pulpeiro -o pulpeira- entre los fogones de O’Caldiño. Únicamente este plato conseguirá que me vean unas cuantas veces más por allí…
¡Qué decir de los Berberechos al vapor! ¡Riquísimos también! La ración es muy generosa y dio para que los probásemos bien todos. Se rocían generosamente con unas gotitas de limón y… ¡A disfrutar del auténtico sabor de las Rías Gallegas! Aprovechad que O’Caldiño nos acerca estas delicias a Madrid, todo un lujo. ¡A mí no me tocó ninguno con arenas! ¡Ni uno sólo! Fijaos si estaban buenos que había que sortear los últimos que quedaban en el cuenco. ¡Voy a crear en Facebook un grupo para los fans fe los berberechos de O’Caldiño!
¿Qué tal de tamaño? ¡Sin comentarios! Esta fotografía la hice simplemente para mostraros su envergadura… ¡Comparadlos con mi dedo gordo! Estoy seguro que más de uno, si pudiese, se comería ahora mismo la pantalla…
Alguna meiga gastronómica protegía nuestra mesa con sus suculentos meigallos, porque todo estaba saliendo a la perfección y, ya sabéis que… ¡Habelas, hailas! Galicia estaba representada fielmente en nuestra mesa, y el oficial del galeón se encargaba de mantener el rumbo hacia los postres de la manera más apetitosa posible, aconsejándonos en todo momento lo que podíamos pedir de la carta de O’Caldiño. Nosotros… ¡A sus órdenes mi Capitán!
Ahí tenéis nueve fantásticos Carabineros. ¡Exquisitos! Se presentaban a la plancha y su precio y disponibilidad varía según mercado. Sin duda alguna, un marisco excelente, muy sabroso y totalmente indispensable en O’Caldiño. ¡El que no se pida una ración de carabineros se va a arrepentir toda su vida! Os lo dice un gallego de Pontevedra que ha comido muchos… ¡Ah! Si no apreciáis su tamaño, mirad la sección de Ninillas, pues tenéis a Jesús Ángel sosteniendo la bandeja y a más de uno le va a dar un síncope… ¡Sensacionales piezas!
¡Ufff! Agarraos a la silla porque ahora vienen curvas… ¡Las de estas pedazo de Cigalas! Que se sirven con los utensilios necesarios para disfrutarlas hasta las patas. Nos avisaron que no siempre las tienen de ese tamaño, pero que preguntando sobre su disponibilidad en la reserva se indica al cliente si se sirven ese día. Lo cierto es que merecen -y mucho- la pena, si estáis de celebración como nosotros, ni os lo penséis… ¡A por ellas sin miedo! Eso sí, si llegan a estar vivas en vez de cocidas ¡se nos hubiesen comido ellas a nosotros! ¡Raquel apenas puede levantar la bandeja!
A estas alturas, y después de haber disfrutado de tres botellas del fantástico Albariño de la casa, nos pasamos a un tinto Marqués de Cáceres Reserva 2002 de la D.O. Rioja -aunque en mi opinión pudimos haber continuado con el albariño hasta el final de la cena, pero éramos muchos y nada mejor que cumplir todos los gustos-. Éste conocidísimo Rioja es fiel a sus habituales, un comodín eterno para no correr riesgos en la elección de un vino de esta denominación. Un sabroso tempranillo envejecido 22 meses en barrica de roble que con un ligero afinado de graciano y garnacha alcanza su personalidad, vistiendo el resultado final con un toque aterciopelado. No defrauda nunca. Un clásico.
¡Bueno, bueno, bueno! Mirad lo que se traen Elena y Óscar entre manos… ¡Magnífica ración de Arroz con bogavante en O’Caldiño! La vianda es para dos personas, pero os aseguro que comen tres… ¡Y hasta cuatro! Y no es por aquel dicho de “donde comen dos, comen tres”, no, no. ¡Es que es enorme! Los nueve pudimos tener nuestro platito de arroz con bogavante. Pleno sabor a mar el de este manjar costero. Llegó un momento en el que ya no sabíamos si estábamos cenando en un restaurante de Madrid, o si nos encontrábamos por la costa de vacaciones… ¡Sensacional arroz con bogavante! El arroz perfecto de punto, magnífico de sabor, el bogavante completamente despiezado por todos los rincones… ¡Me lo apunto entre mis favoritos!
Mi abuela no hubiese hecho mejor esta fantástica Merluza a la gallega. Una receta sencilla que permite comprobar que la calidad de la materia prima es esencial para el equipo del Restaurante O’Caldiño. No hay más que decir, se cata y… ya se nota en un primer bocado que otras que hemos probado anteriormente en restaurantes gallegos de Madrid están a años luz de ésta. ¡Verdad verdadera! ¡Verdad de la buena!
Es más, nos informaron que los pescados son seleccionados diariamente en pescaderías de confianza. Por ejemplo, O’Caldiño ofrece Rape con almejas cuando viene un buen rape gallego de lomo negro, si no, no hay rape y punto. Quieren servir únicamente lo mejor.
Nada que envidiar a la anterior la Merluza a la marinera que os presenta Roberto. ¡Deliciosa! Y fijaos en la generosidad de todas las raciones del Restaurante O’Caldiño, para terminarse un plato principal hay que ser buen comedor… ¡Hay que ser un cucharete en toda regla! La merluza estaba francamente sabrosa, complementada con sus almejas, sus gambitas y sus pimientitos. ¡La merluza llega desde Burela! ¡Lugo!
Me toca salir con la “bandeja” -porque más que plato es bandeja- de la ración de Chuleta de ternera. Se acompañaba de un buena cantidad de patatas fritas caseras, así como de una guarnición a base de pimientos verdes, pimientos rojos y setas sobre hojas de lombarda. ¡Buena carne! Dijeron Óscar y Jesús Ángel cuando le hincaron el diente… Yo me quedo con los pescados esta vez, no hay más que ver el que viene después de la carne… ¡Preparaos!
Este primer plano del Rodaballo a la espalda es de lo más sugerente. Parece estar diciendo: ¡Cómeme! El pescado estaba muy fresco y, a pesar de ser un pescado de crianza -las merluzas eran de pincho-, está realmente sabroso. En la sección de Ninillas podéis ver a Raquel con el plato entre sus manos, y os hacéis mejor una idea de lo que os espera en O’Caldiño. ¡Hasta las patatas cocidas que lo acompañaban estaban buenísimas!
Jesús Ángel os muestra un plato de Changurro espectacular. Ya sabéis que el nombre de esta vianda viene del País Vasco -del euskera “txangurro”-, donde se conoce con ese nombre al centollo y, por extensión, se denomina de esta manera a esta popular receta realizada a base de carne desmenuzada de dicho marisco. En este caso: centolla, vino blanco y huevas de la propia centolla. ¡Exquisito! Imaginad nueve cucharillas entrando y saliendo hasta que hubo que raspar el caparazón… ¡Pues así fue la escena!
¡Llegamos a los postres como unos campeones! Entre los gallegos que había en el grupo -solo yo, pero valgo por dos por lo menos-, y lo buen comedores que somos todos… pedimos seis postres para compartir los nueve. Además, de la carta de sobremesas de O’Caldiño todo se te antoja, al no ser muy extensa ¡quieres probarlo todo! Y como son caseros… pues no puedes dejarlos escapar.
La Tarta de Santiago es casera 100%. De nuevo, se nota que hay una gallega en cocina. Quizás a muchos os parezca un postre empalagoso, pero está pensado para disfrutarlo en la justa medida.
La Tarta de queso que os enseña Elena sonriente no sólo queda muy colorida en el plato, entre azules, rojos y verdes, sino que esta riquísima. Viene con bizcocho debajo y resulta tremendamente ligera y gratificante como broche final a una cena de lujo como la nuestra.
Más suave todavía resulta el Mousse de limón de O’Caldiño. Un postre sencillo, cremoso y muy digestivo que nunca sobra después de una copiosa velada. ¡Firmado por la cocinera con pluma verde!
¡Tachán! Aquí estoy yo con un postre gallego de pro. ¡Unas ricas Filloas caseras! Realmente eran muy finas -como las que hace mi abuela todavía a día de hoy con 82 años- y venían rellenas de crema pastelera y acompañadas de nata y chocolate. ¡Hubiésemos repetido este postre si nos quedase algún hueco!
El Flan casero tampoco defraudó en la mesa. ¡Muy rico! Si es que no hay comparación posible entre los postres prefabricados y los que se elaboran con mimo y experiencia en cocina. ¡Un punto más para el Restaurante O’Caldiño!
Jesús Ángel, al igual que yo, no dudó ni un segundo en pedir el Queso gallego con membrillo que se presenta como una suculenta nave Entrerprise con cuerpo de tetilla y propulsores de membrillo -toque friki trekkie/cucharetero- . ¡Riquísimo! Además era un “queixo de Arzúa”, que si vais el año que viene de vacaciones por tierras gallegas, os aconsejo que no os perdáis el primer fin de semana de Marzo -o el siguiente si coincide con Carnavales- la “Festa do Queixo de Arzúa” (A Coruña), que se celebra ininterrumpidamente desde 1975. ¡Es más joven la fiesta gastronómica que el Restaurante O’Caldiño! ¡Qué fuerte!
Por supuesto, nos tomamos unos cafés que os muestra Ninillas en su sección, acompañados de unos chupitos de aguardiente de hierbas, pacharán y crema de orujo artesanales -los que no conducíamos, claro- a los que nos invitó el restaurante.
Pero como habíamos visto en la carta algo que nos llamó muchísimo la atención desde que le echamos un vistazo por primera vez ya en la barra… ¡No acabamos la noche todavía! ¡Quedaba lo mejor! ¡Una tacita de Queimada individual para cada uno! –a 5 € en mesa y a 4 € en barra-. Como podéis observar en la siguiente fotografía, la queimada llega a la mesa con la llama todavía viva -sobre los granitos de café y la corteza de naranja- , para que termines de hacerla a tu gusto y seas tú quien decida hasta qué punto quieres exprimir el alcohol, jugando con la cucharilla arriba y abajo dibujando pequeñas columnas de fuego azul. ¡Estaba deliciosa! ¡Madre mía! ¡Cuánto hacía que no me tomaba una queimada! Este verano os debo una a todos los colegas… ¡Lo prometo!
Estábamos tan a gusto en el Restaurante O’Caldiño que incluso le dije -bromeando- a Chema -Jefe de Sala- en gallego: “Oe, non terás por ahí o conxuro da queimada…” ¡Y lo tenía! ¡Vaya si lo tenía! Abrió un cajón de la isleta central y, como era tan tarde que ya se había ido todo el mundo, nos apagó las luces y tuve la oportunidad de leerlo completo en voz alta por primera vez en un restaurante de Madrid. ¡Aplausos, please! Me encanta la parte que dice: “Averno de Satán e Belcebú, lume dos cadavres ardentes, corpos mutilados dos indecentes, peidos dos infernales cús, muxido da mar embravescida.” ¡Carallo! ¡Mete medo! Con ciertas dotes de interpretación que dicen que tengo -recordando los tiempos en los que fui el camarero de “La Cueva” en “Amar en Tiempos Revueltos”- creo que quedó de p.m. ¡Mejor supo la queimada!
Una sorpresa más del Restaurante O’Caldiño, o mejor dicho, de este “Gran Taberna Bar Restaurante Gallego”, es que los platos típicos gallegos sobre los que descansan las toallitas de limón con las que uno se limpia y refresca las manos después de las viandas de marisco… ¡Se pueden llevar a casa! Nosotros, que éramos nueve, ¡nos llevamos todos los de la mesa! ¡Tres platos de recuerdo!
Ahora ya tenemos dónde servir unas aceitunas en casa, y siempre tendremos a mano el teléfono de este rinconcito histórico de Galicia al que volveremos en varias ocasiones y que, dentro de poco, celebrará su 40 cumpleaños en el número 74 de la calle Lagasca del barrio de Salamanca. ¡Hay un gallego en la Luna! ¡Y otro en la cocina de O’Caldiño! ¡Aprovechadlo!
Ninillas: Es curioso, pero en épocas de crisis, como la que vivimos en la actualidad, parece que hay una vuelta no sólo a la austeridad en el gasto, sino también a los orígenes. Gastronómicamente hablando, venimos de un tiempo con platos de autor, llenos de color, presentaciones imposibles… Muchos de ellos, daba la impresión de que había que pagarlos sólo por olerlos, y esto lo digo en serio. Pero como si de una broma del destino se tratara, la crisis hizo acto de presencia y con ella ha habido una vuelta a los sabores primarios, a los platos de toda la vida con raciones generosas, donde lo que prima es la calidad de sus productos y la elaboración y disfrute de los mismos. El restaurante que visitamos hoy es exactamente eso, un regreso al pasado del mundo del sabor, pero vivido en el presente. El restaurante que visitamos hoy es, sin duda, el mejor broche culinario que podíamos tener antes de marcharnos de vacaciones y espero que os guste tanto como nosotros lo disfrutamos. Aunque debo avisaros de que es conveniente ver el post una vez se haya comido o, de lo contrario, se puede sufrir un auténtico “ataque de hambre”. El que avisa no es traidor.
El Restaurante O’Caldiño, así se llama el susodicho, se nos presenta como Gran Taberna Bar, Casa fundada en 1973. Ahí es nada, 38 años ofreciendo a sus clientes lo mejor de la cocina tradicional gallega porque, como podéis imaginar, llamándose O’Caldiño no iba a tratarse de una tasquita andaluza. De hecho, no sólo es un restaurante gallego, sino que Galicia se respira en todos y cada uno de sus rincones, sólo hay que mirar a sus paredes y veremos unas fotografías donde quedan representadas todas las capitales gallegas y, cómo no, también Madrid.
Al tratarse de una Taberna Bar, no es de extrañar que lo primero que te encuentras nada más cruzar el umbral de su puerta sea una enorme barra donde llaman la atención un majestuoso hórreo que preside la estancia y, por supuesto, sus estantes, repletos de aperitivos de todo tipo y que servirán gustosamente a todo aquél que entre a tomarse una cañita, un ribeiro en taza o, por qué no, un albariño.
Aunque en honor a la verdad, la vista no sólo se centra en los suculentos aperitivos, sino que más bien acabas un poco mareadilla porque no sabes bien hacia dónde mirar, todo te llama la atención, como este enorme pulpo que, desde luego, no es el famoso Paul, pero que ya os aseguro yo que éste estaba mucho más sabroso porque era gallego. Nosotros, nada más verlo, pedimos al camarero si, por favor, nos podíamos hacer una foto con él. Luego, en la cena, no pudimos por menos que hincarle el diente y fue un auténtico escándalo. ¡Cómo le tienen cogido el punto al pulpo en el Restaurante O’Caldiño!
Pero sigamos recorriendo la barra, y esto lo digo en sentido literal porque… si en un lado nos encontramos con sus aperitivos, y en otro con un enorme pulpo cocido, en su expositor central las vistas que divisas son éstas: una primera línea de nécoras, langostinos, navajas, langosta y carabineros. Todos traídos expresamente de la costa gallega. No me digáis que no es un espectáculo.
Claro que, la vitrina que viene a continuación nada tiene que envidiar al expositor anterior, pues estos berberechos que lucen sobre la barra son un auténtico deleite para el paladar -os lo digo yo que los probé-. En la imagen no se aprecia, pero os puedo asegurar que eran unas piezas tremendamente hermosas y, si no me creéis, miradlos en todo su esplendor en nuestra cena.
En el Restaurante O’Caldiño tienen marisco a diario pero, eso sí, no tienen de todo todos los días, su precio y disponibilidad varía según mercado, lo cual dice mucho del local, pues eso indica que sólo están interesados en ofrecer al cliente lo mejor de lo mejor. Si la mercancía no alcanza sus estándares de calidad, no se compra. ¡Y punto! De ahí que podamos ver estampas como la que os muestro a continuación.
Para la cena de aquella noche nos reunimos nueve personas y, como siempre sucede, unos suelen ser puntuales y otros se hacen esperar. Para los cinco puntuales de aquel día hubo un premio que, por consenso, se transformó en unas tazas de Ribeiro blanco de la casa. Desde luego, me podrán convencer de muchas cosas, pero si hay una de la que no me queda lugar a dudas, es la de que el Ribeiro, como realmente está rico, es en taza, y como en O’Caldiño deben pensar lo mismo, es así como lo sirven.
La barra, a partir de las ocho de la tarde se animó y se llenó de ocasionales y de público habitual de la zona, aunque no es de extrañar teniendo en cuenta los aperitivos que sirven en concha de vieira. Por mi parte, os muestro dos, formados por unos muslitos de pollo empanados y unas salchichitas envueltas en bacon, Rayo, en su sección, os muestra el resto. Por supuesto, el aperitivo acompañaba a la taza de Ribeiro -1.50 €-, aunque evidentemente también se puede optar por otras bebidas como una cañita bien fría -2 €- o un Albariño -2 €-.
O’Caldiño ofrece en su barra la misma carta que en sus salas a precios más económicos, con el aliciente de que además, en esta zona, la cocina permanece abierta de manera ininterrumpida de la mañana a la noche, de forma que, si a las seis de la tarde te apetece un Pulpo con cachelos, puedes disfrutarlo tranquilamente sin necesidad de esperar a que abra el restaurante. Además, también ofrecen a sus clientes la posibilidad de encargar empanadas para llevar, lo cual puede venir muy bien a la hora de preparar una cena con aires gallegos, pero sin ensuciar mucho.
Sin embargo, O’Caldiño no fue siempre un restaurante, de hecho, como ya os he comentado, se presenta como Gran Taberna Bar, y ésos son precisamente sus orígenes, los de una taberna familiar en pleno corazón del Barrio de Salamanca en los años 70, concretamente 1973 fue el año de su inauguración. En 1982 amplió sus horizontes y abrió su restaurante, aunque a sus fundadores más que un restaurante les gusta decir que son una casa de comidas gallega. ¡Y están en lo cierto! Se come como en casa…
Finalmente, en el año 2000, sufrió una nueva remodelación y volvió a ampliar su zona de sala con un segundo comedor dejando O’Caldiño tal y como se muestra hoy en día: con una gran barra inicial que abre de manera ininterrumpida durante todo el día, y una zona de restaurante con el horario habitual para este tipo de locales. En realidad, dos espacios con un mismo espíritu, el de dar a conocer la auténtica cocina tradicional gallega.
El Restaurante O’Caldiño tiene capacidad para 80 comensales distribuidos en sus dos comedores. El que estamos recorriendo a lo largo de estas imágenes es el primero de ellos, el que encontramos nada más pasar la zona de barra. En él, la madera es la protagonista indiscutible del espacio, pues luce en todos y cada uno de los rincones.
Subiendo unos escalones llegamos a la segunda zona de sala donde una gran isla central nos presenta botellas, jarras y platos típicos de las tierras gallegas a modo de exposición. En esta segunda estancia, se sigue la misma línea decorativa que en la anterior, haciendo nuevamente que la madera se convierta en eje principal de la miradas, consiguiendo crear un espacio cálido, elegante y sobrio propio de tiempos pasados.
El arco de entrada al segundo comedor exhibe en su parte superior una imagen tallada a mano sobre madera de Santa Marta De Ribarteme, que no sólo es la patrona de la hostelería, sino también del pueblo natal del propietario de este especialísimo restaurante, Modesto Gómez. Sin duda, un homenaje a la tierra que le vio crecer y de la que, aunque quisiéramos, no podemos desprendernos.
De sus paredes cuelgan diversos cuadros, casi todos ellos con escenas marineras, aunque también cuentan con algún que otro bodegón, y no penséis que son lienzos anónimos, sino que la mayoría van firmados por nombres tan reconocidos como Rafael Fuster, Ricardo Cejudo Nogales o Juan Soler. Acompañando a los óleos, vemos varios relojes de los que yo suelo denominar “regios” que, por alguna extraña razón, a mí me da la impresión de que dan la hora más exacta que el resto. Sé que es una estupidez, pero siempre he pensado que fallan menos o, ¿acaso alguien piensa que el reloj de la Puerta del Sol puede tener un renuncio?
Distintas maquetas de barcos van surcando las vetas de la madera alrededor de las mesas, y es que esta flota… es de secano. Es lo que tiene Madrid hasta que hagan navegable el Manzanares. De cualquier forma, a O’Caldiño no le hace falta tener cerca el mar a tenor de la materia prima que aquella noche tuvimos el gusto de degustar. Podríamos decir que O’Caldiño es como un puerto gallego en el Barrio de Salamanca.
Echando la vista al techo, nos llaman la atención dos detalles de vital importancia; por un lado, su artesonado de pan de oro que da resplandor y clasicismo a la estancia y, por otro, sus originales lámparas que, simulando timones de barco, parecen querer dirigir el rumbo del Restaurante O’Caldiño desde las alturas. Por cierto, en la mesa imperial que os muestro a continuación es donde cenamos aquella noche, aunque al final tuvieron que añadir un cubierto más, pues Roberto se apuntó a última hora, cuando ya teníamos hecha la reserva. De todos modos, estuvimos muy amplios.
Las mesas en el Restaurante O’Caldiño están pensadas para cualquier número de comensales, incluidas las parejas, que también tienen su espacio. Porque, si bien es cierto que no es un local romántico, no lo es menos que una cena o comida de pareja puede ir encaminada más que a la intimidad a la degustación de materias primas de primerísima calidad, como es el caso. ¿O acaso no os gustaría disfrutar de una buena mariscada acompañados de la compañía adecuada sentados en esta mesa?
Respecto al montaje de sus mesas, éstas aparecen vestidas con un bajo mantel en color azul intenso y un mantel blanco con servilletas de tela que varían el tono de azul a blanco dependiendo del comedor en el que nos encontramos. De entre su cristalería, su cubertería y vajilla, es ésta última la que más llama la atención, siendo la marca Santa Clara la encargada de firmar todos y cada uno de sus platos.
Ha llegado el momento de meternos en faena. ¡Por fin! Y es que, os aseguro, que quien llega a este restaurante tiene las ideas muy claras respecto a lo que desea comer. El Restaurante O’Caldiño, como ya he comentado a lo largo del post, nos ofrece una cocina tradicional gallega sin experimentos ni deconstrucciones, sencillamente lo que uno va a encontrar en cualquier pueblo o aldea de Galicia donde lo que prima es la calidad del producto. Se ese modo, en su carta se nos ofrecen diferentes secciones como Empanadas, Productos del mar, Productos de la Tierra, Pescados, Carnes de Galicia, Otros platos de carne y Sugerencias.
Nosotros, en nuestra comanda, inclinamos la balanza cucharetera hacia el pescado, pero O’Caldiño tiene opciones más que suficientes para los carnívoros de pro, como pueden ser las Chuletas de Cordero, el Jamón asado con patatas, el Lacón con grelos o el Rabo de toro estofado, entre otros.
Por supuesto, en su zona de barra -de lunes a viernes al mediodía- ofrecen un Plato del Día a 15 € -que incluye postre y bebida-, así como diferentes menús de grupos confeccionados siempre según los gustos del cliente. En cuanto a su carta de vinos, presenta una contada selección de vinos entre los que podemos encontrar albariño, ribeiro, godello, riojas, riberas de Duero y rueda. Pero vamos a ir poniéndonos en situación, que la cena comienza ¡ya! De hecho, el pan ya nos lo han servido en la mesa, una magnífica hogaza de pan gallego -0.80 €/persona-.
Abrimos el desfile de viandas con uno de los platos más emblemáticos de la gastronomía gallega, de hecho no se puede hablar de Galicia y pasar por alto su empanada. Elena y Óscar os muestran dos raciones de Empanada de vieira y otras dos de Empanada de chipirones. Ambas estaban muy ricas y elaboradas con un buen “amoado”, sin embargo, si me tengo que quedar con una… me resultó más sabrosa la de chipirones.
En el Restaurante O’Caldiño cuentan con siete variedades de empanadas además de las dos que nosotros pedimos. Así, podemos encontrar empanadas de Bacalao, de Bonito, de Carne, de Xoubas -sardinas pequeñas- y de Berberechos. Yo, de momento, os dejo con un primerísimo plano de la de Vieiras.
Y, cómo íbamos a pasar por alto los Pimientos de Padrón, habría sido poco menos que un pecado. De los pimientos de Padrón, ya sabéis lo que dicen, “unos pican y otros no”. A nosotros, por suerte, no nos tocó ninguno picantón.
En un plato con forma de concha llegó uno de los imprescindibles de la noche, el Pulpo con cachelos. Sé que ya lo he mencionado, pero creo que merece la pena decir que en el Restaurante O’Caldiño al pulpo le tienen cogido el punto y ¡de qué manera! Estaba perfecto, ni muy blando ni muy duro y, de hecho, los palillos establecieron un baile rapidísimo entrando y saliendo del plato hasta que no quedó ni un sólo trozo sobre él.
Llega la hora de empezar a meterle mano al marisquito, empezando por los Berberechos al vapor, que aunque son denostados por muchos llegándolo a denominar como el “marisco chico” -y no por su tamaño-, a mí me parecen una auténtica delicia, sobre todo si son como los que nos sirvieron en O’Caldiño, tremendamente sabrosos, limpios de arena y de gran tamaño y, si no… ¡Mirad el primerísimo plano que os muestra Rayo!
Continuamos con los productos del mar y de ellos ahora es el turno para las Cigalas. Dicho así, parece que os estoy hablando de unas cigalas cualquiera, pero… ¡De eso nada! ¡Menudas cigalas nos sirvieron en O’Caldiño! No sólo por tamaño, que eran enormes -en la sección de Rayo, Raquel os los muestra-, sino porque estaban fresquísimas y muy sabrosas. Sin duda, es otro imprescindible.
Dentro de los mariscos de la carta, hay algunos que no podemos encontrar todos los días, entre ellos estaban las cigalas. Además, también varían de precio según el día. La verdad, es que no me extraña, porque un producto tan bueno no está disponible todos los días en el mercado. Os dejo con un primer plano. ¿Que tal de tamaño?
Para esta primera parte de la cena llevábamos en mente regarla con un albariño concreto, pero Chema -el metre- nos convenció para que le diéramos una oportunidad al Albariño de la casa y… ¡Menudo descubrimiento! No defraudó a ninguno de los allí presentes, incluidos nuestros bolsillos, pues su precio -14 €- convence a cualquiera.
Jesús Ángel os presenta a otra de las estrellas de la noche y, cómo no, a otro imprescindible: los Carabineros. No me podéis negar que tienen una pinta estupenda, ahora bien, os aseguro que no eran sólo fachada, estaban deliciosos, de los mejores carabineros que he probado. Un consejo, no dudéis en pedirlos si los tienen disponibles porque no os arrepentiréis.
Tras unos entrantes tan sobresalientes, decidimos cambiar a un tinto, en concreto, a un Marqués de Cáceres Reserva 2002 de la D.O. Rioja. Podíamos haber seguido perfectamente con el albariño de la casa, de hecho yo lo hubiera preferido, pero no cenaba yo sola y el personal pensó que era hora de cambiar hacia el tinto. Y con el cambio de vino, hizo acto de presencia en la mesa este magnífico Arroz con bogavante. La ración es para dos personas, pero aún así es… ¡Enorme! Si no me creéis, mirad la sección de Rayo, allí Elena y Óscar os la muestran en todo su esplendor. Pero no porque fuera grande nos íbamos a quedar tan contentos, es que además estaba delicioso, con ese intenso sabor a mar. Lo dicho, empezamos los principales con otro imprescindible.
Con el sabor del arroz aún en el paladar, hizo su aparición esta generosísima Merluza a la gallega. Un plato tremendamente sencillo donde uno podía apreciar con claridad la gran calidad y frescura de la merluza que había delante de nosotros. Nada más y nada menos que merluza de Burela, provincia de Lugo. Lo dicho, un “lujo”.
La Merluza a la marinera no se quedó atrás, de hecho estaba deliciosa con su salsita, sus almejas, sus gambas y sus pimientitos. Ummmmm… Pero mira que estaba sabrosa esta merluza. Cuanto más la miro, más la añoro. No lo dudéis, estamos ante otro de los imprescindibles.
Aunque durante la cena los productos del mar fueron los verdaderos protagonistas, la carne también tuvo su huequecito en nuestra mesa, concretamente esta Chuleta de ternera calmó a los más carnívoros. Buena ternera gallega que traía como guarnición patatas fritas, pimientos verdes y rojos y unas setas sobre una cama de lombarda.
Raquel os presenta el Rodaballo a la espalda. Estaba riquísimo, muy fresco y perfecto de punto. Hizo las delicias de todos los que lo probamos y, por supuesto, ahora mismo lo meto en mi saco de imprescindibles. Sólo añadir que el rodaballo se sirve entero tal cual veis en la siguiente imagen y, claro está, es una ración más que generosa, generosísima.
Para poner fin a los principales no pudimos elegir mejor cierre que este Changurro. Estaba sencillamente espectacular, de los mejores que yo he probado. Chema -el metre- sólo quiso decirnos lo que ya sabíamos que llevaba: centolla, huevas de centolla, vino blanco y brandy, pero entre nosotros, algo más debía haber entre sus ingredientes porque estaba de escándalo. Y sí, no se me pasa, he aquí otro imprescindible en O’Caldiño.
Como podéis imaginar a estas alturas de la cena… hambre, lo que se dice hambre… no teníamos, pero lo que no faltaban eran las ganas de probar los postres de O’Caldiño, y más sabiendo que eran caseros. La carta de postres ofrece ocho entradas con precios que oscilan entre los 4,50 y los 6 €. Abrimos con la Tarta de Santiago, uno de los postres gallegos por excelencia.
En primer plano os muestro la Tarta de queso, que llevaba en su base bizcocho en lugar de la tradicional galleta. Por lo demás, la tarta resultaba tremendamente fina en el paladar y fue del agrado de todos.
La Mousse de limón fue, por unanimidad, uno de los mejores postres de la cena. Estaba tremendamente suave y cremoso, y lo cierto es que las cucharillas no pararon de entrar y salir en la copa hasta que no quedó nada en ella. Así que… Otro imprescindible.
No se quedaron atrás la Filloas caseras, finísimas, como deben de ser. Iban rellenas de crema pastelera y regadas con una salsa de chocolate. A mí me encantaron, bueno… a mí y a todos los allí presentes, de modo que, otro imprescindible de O’Caldiño.
El quinto de los postres corrió a cargo de este Flan casero que Raquel os presenta en la siguiente imagen. Venía coronado por un barquillo y rodeado por un sirope de caramelo.
Siendo O’Caldiño un restaurante gallego, no podía faltar entre sus postres el que sin duda más los representa, y si no que se lo pregunten a Rayo, que fue quien se encargó de que en nuestra mesa no faltase el Queso gallego con membrillo. Buen queso de Arzúa que, sin duda, no puede tener mejor acompañante que un buen membrillo.
Tras una cena tan copiosa, la casa nos invitó a unos chupitos artesanos de crema de orujo, pacharán y licor de hierbas que, sin duda, sirvieron para aliviar nuestros estómagos y aligerar la digestión.
Acompañamos la sobremesa con unos cafés y unas infusiones -todos a 2 €- con el recuerdo aún demasiado reciente de una cena de lujo y con la pena de que aquello estaba llegando a su fin, aunque aún nos quedaba el broche final: ¡La queimada! En el Restaurante O’Caldiño la sirven de manera individual en tazas a 5 €/comensal, y hay que decir que tras el conjuro bien recitado como sólo podía hacerlo un gallego como Rayo, nos supo deliciosa -en su sección podéis verla, con la tacita en llamas-.
He dejado esta fotografía para finalizar el post porque me parece que es la mejor manera de despedirnos de un restaurante tan especial como es O’Caldiño, alejado de las modas y de los nuevos sabores que llaman la atención de los paladares curiosos. Por el contrario, O’Caldiño pertenece a esos valores seguros de la cocina donde prima la calidad del producto, bien elaborado y sin extravagancias que nos distraigan de los sabores auténticos.
El Restaurante O’Caldiño es calidad, servicio atento y, por encima de todo, una vuelta a la Galicia más genuina y auténtica. En definitiva, un placer para los paladares más exigentes.
No dudéis por un instante que pienso volver en cuanto tenga ocasión. ¡Espero que tengáis unas buenas vacaciones! Nos vemos a la vuelta.
Cucharete: ¡Fantástica cena cucharetera! Sin duda alguna, una velada para el recuerdo de todo el equipo de Cucharete. Mis chicos cenaron de lujo combinando los mejores mariscos de tierras gallegas con excelentes pescados de pincho y crianza. El Restaurante O’Caldiño del barrio de Salamanca queda desde hoy mismo analizado e inmortalizado en Cucharete y recomendado a todos sus lectores, que podrán disfrutar de la excelente calidad de sus materias primas cocinadas al estilo tradicional gallego, manteniendo los sabores de antaño, los que nunca pasan de moda. ¡Estamos ante un restaurante que está a punto de cumplir 40 años! ¡Y todavía está en boca de todos! Por algo será… Mi equipo cenó por 52 €/persona, nueve personas con 9 entrantes, 7 platos principales, 6 postres y 5 botellas de agua. A lo que tendríamos que añadir 3 botellas de vino blanco -a 14 €-, 2 de vino tinto -a 32 €-, 9 cafés -a 2 €- y 7 tacitas de queimada -a 5 €-. Los ribeiros, acompañados de diferentes tapas en la zona de barra, fueron a 1,50 € cada uno. Y porque han pedido un montón de platos de marisco para su celebración personal, de otro modo, la cuenta habría bajado muchísimo… ¡Aprovechaos pues, que la ocasión lo merece!
La magia que le mantiene al pie del cañón tras casi 40 años a sus espaldas. Su decoración, a modo de un veterano galeón de siglos pasados. Su propuesta gastronómica, basada en una rica cocina tradicional gallega. Su excelente arroz con bogavante. Sus mariscos y pescados. Su gran variedad en empanadas, realizadas cada día por su cocinera gallega y disponibles para llevar. La generosidad de sus raciones, incluidos sus postres. Los vinos de la casa, en especial el albariño. Su ribeiro servido en tacita de porcelana. Su queimada individual, que llega en llamas a la mesa. Sus platos gallegos, que pueden llevarse a casa. Su relación calidad/cantidad/precio. El amable y ágil trato del servicio en todo momento. Los hermanos Alonso, unos cracks. Su separación entre mesas. Su barra, atiborrada de marisco de excelente calidad y en la que se sirven tapas sorprendentes sobre conchas de vieira acompañando a las cañas y a los vinos.
La presentación de las cartas. El tapizado de las sillas, que muestra las heridas del tiempo.
4,5
14 comentarios a “O’Caldiño”
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Es un lugar donde se puede respirar un clima muy bueno ,para mi entender lo mejor de este sitio es la maravillosa cocina que tiene esta taberna.Los platos son abundantes y no demasiado caros .
La taberna es bonita.El personal es educado,discreto y profesional.
Me entere del nombre de la persona que maneja la cocina,se lo pregunte a una camarera y me dijo que se llama (teresa).
Sus platos son una obra de arte comparando otros sitios donde he estado.ESTA BENDITA SEÑORA TIENE UNA MANO EN ESTO DE COCINAR QUE ES INCREIBLE.
MERECE LA PENA IR A ESTE SITIO SI QUIERES COMER MUY BIEN
TIS
Yo fui hace un tiempo con mi familia y la verdad es que estaba muy bien, un poco caro, pero para lo que ofrecen tampoco se puede pedir menos.
Empiezo comentando que fuí en Domingo y la verdad que aparqué en la misma puerta, nada más entrar ya se vé la Calidad del Restaurante, limpieza y el mostrador lleno de aperitivos que te ponen en conchas de Vieiras (buenísmos) esto regado con un Albariño de la Casa con un sabor impecable. Fuimos con la intención de tomar tapas, pero la curiosidad de poder tomar una gran comida nos picó y nos sentamos a comer sin necesidad de reserva ya que había sitio.
Una vez sentados el trato de uno de los Hermanos Alonso (camareros) de los que ya quedan muy pocos, haciendo su trabajo como buen profesional fue maravilloso y antento. Aunque nos recomendó varias cosas nosotros hicimos uso de la carta y de primero pedimos unas Almejas a la Marinera que con el pan que te ponen y la salsa que viene disfrutabamos comiendo. (14 euros ración). A la vez pedimos chorizo de Galicia igual que si lo estuviera comiendo én Santiago “impresionante sabor” (6 euros). Y el Gran plato y desde luego inmejorable por su presentación, sabor y calidad CHULETA DE TERNERA BLANQUÍSIMA, ahora me comería otra. (24 euros cada una). Botella de Albariño de la casa BUENÍSIMO y fresquito servido en la cubitera (14 euros).De postre Filloas Caseras calientes y buenísmas (6 euros). 92 euros dos personas, MERECE LA PENA porque quedas satisfecho. Lugar precioso y trato agradable, SIN DUDA REPETIRÉ. ALONSO TE PROMETÍ EL COMENTARIO y aquí lo tienes.
Soy de Blanes ( Gerona ) y suelo ir a menudo a Madrid,tanto por ocio que por negocio durante bastantes años y no hay una sola vez que no pare en O’Caldiño,trato inmejorable de Fernando y su “cuadrilla “,no sé si manda el pero és el que más ordena y manda,solo con las cañas y los aperitivos que las acompañan casi quedas cenado y si no és así remato con unas filloas ( las mejores que he probado en Madrid ) y arreglado.Precios comedidos y más aún en la zona que está.Espero que leas esto Fernando,ya te lo recordaré la próxima vez que pare en O´Caldiño.
IMPRESIONANTE
No he estado nunca en Madrid. Voy a visitar la capital en octubre, junto con unos amigos y nos hemos estado informando un poco sobre los lugares que podemos visitar y los restaurantes y bares en los que se come bien y la relaciòn calidad-precio es justa. He oìdo hablar de “O’Caldiño” y, por ello, he buscado alguna informaciòn sobre el restaurante. Me han convencido las imàgenes, sobre todo, de los postres. Estaremos allì en octubre y despuès os contarè como ha ido.
Hola cuchareteros, evidentemente por lo leído hemos debido tener un mal día. Nos acercamos, ya tarde cierto es, un sábado a la barra del O´Caldiño ya que estábamos por la zona, con el objeto de picar algo y ver cómo se movía el asunto.
Y la verdad, no pude decir que saliera encantado. Mi mujer es una fanática de la empanada y por ello pedimos finalmente dos raciones; de berberechos y de carne, así como una de pulpo con cachelos. 2 cañas y 3 albariños completaron junto con un café el picoteo.
Deciros en mi modesta opinión que el marisco cocido de los expositores, que se guarda un día y otro, no aseguran la frescura del producto, y que por el mismo importe hay en Madrid otros restaurantes del estilo donde recibes al “bicho” vivo antes de que te lo preparen - por eso no pedí nada.
Que la empanada de berberechos tenía abundancia de éstos pero que aún así resultaba seca, que la de carne, aunque nos aseguró uno de los camareros que estaba hecha del día, nos resultó un poco ácida y que ambas no eran en tamaño como las visibles en la crítica.
El pulpo debo reconocer que estaba bueno, aunque ya se me antojó estraño que me cobraran 3€ más por cuatro trozos de patata, frente a la ración de pulpo “a feira” que no los llevaba.
Los aperitivos, mejor no comentar, ya que como era demasiado tarde, 23,15 horas, quizás no quedaba nada de lo bueno, aunque debo decir ya que me resultó muy molesto, que una tapa de arroz, que obviamente no estaba en su mejor momento, que probé y dejé, volvión nuevamente a la cazuela que se guardó con posterioridad en las cámaras de la propia barra. No sé que harían con él después la verdad.
En fin, que por 50 euritos que pagué no me fui muy contento.
Saludos a todos.
todos los comentarios que leo de este establecimiento son la leche,
el trato , la comida etc
el jefe de este sitio ha sabido reunir una platilla tanto en cocina como fuera muy buena .
SI ME PERMITE UN CONSEJO CUIDELA,POR QUE PERSONAL COMPROMETIDO CON LO QUE HACE QUEDA POCO
Sólo he comido allí una vez y debo decir que salimos muy contentos. El precio fue normal, tampoco es que sea barato, pero nos pusimos las botas. Y la atención bastante buena.
Seguramente repetiré.
muy buen post y el blog muy bueno, lo tomare como giua para mi proximo viaje en noviembre a madrid, felicidaes
Los platos se ven exquisitos .la verdad nunca he estado en este restaurante ,pero me agradraia estar alli y logicamente llevar a toda mi familia para gustar de estos maravillosos platos.Gracias. Daniel
He buelto a uno de los lugares que dan un trato y comida de lo mejor de madrid(OCALDIÑO) HE SALIDO YO Y MI FAMILIA MUY MUY CONTENTOS.
He preguntado por la cocinera,(por si seguia) y me dijeron que si,he ido a otros restaurantes y he comentado lo de esta vendita señora(ES MUY BUENA)
Lo dicho LA LECHE
Deliciosos platos y un lindo restaurante representando la comida tipica gallega, es espléndido como luce.
LA crisis pasa factura en casi todos los sitios donde suelo ir (peor calidad y o sevicio)pero este sitio(ocaldiño) mantiene su estatus y a veces lo mejoran .
IM PRE SI O NAN TEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE
para mi lo mejor la cocina.