Crucero por los Fiordos Noruegos - Pullmantur BlogTrip - (Capítulo 2/3)
31 Mayo 2012 por Cucharete - Este artículo ha sido leído 39,890 veces
Después de haberos contado nuestra inolvidable experiencia cucharetera en Trondheim, Hellesylt, Geiranger y Ålesund en el Capítulo 1 de este fantástico Crucero de ensueño por los Fiordos Noruegos a bordo del buque Empress de Pullmantur, continuamos con el Capítulo 2 de este maravilloso BlogTrip. ¿Estáis preparados para más aventuras? Nos vamos a Flåm y a Bergen, pasaremos por Voss… ¡Y cogeremos el tren de los fiordos, el Flåmsbana! Tened la ruta en cuenta para vuestras vacaciones porque… ¡Merece la pena! Noruega es un paraiso virgen en el que la naturaleza tutela todos los rincones, y no cabe la menor duda de que la mejor forma de descubrirla es con un impresionante crucero que recorra sus majestuosos fiordos. ¡Como el nuestro! ¡Disfrutad con las fotografías!
[Día 4] - Flåm
Ver Crucero Fiordos Noruegos - Pullmatur en un mapa más grande
El cuarto día de nuestro fascinante crucero por los fiordos noruegos comenzaba nuboso, pero el “Diario de a bordo” que nos dejaba Héctor en la habitación cada día pronosticaba una temperatura de 20 ºC. ¡Y al final no se equivocó! ¡Tuvimos un día en Flåm de auténtico lujo! ¡Quién lo diría!
A primera hora de la mañana navegábamos por el fiordo Aurlandsfjord -de 204 km. de largo y hasta 1.308 m. de profundidad-, que es a su vez un brazo del Sognefjord -el Rey de los fiordos, el más largo de mundo-. El Capitán marcaba rumbo a Flåm, uno de los pueblos más pintorescos de Noruega con tan sólo 500 habitantes. Como tónica habitual, las cascadas engalanaban el fiordo una y otra vez… Grandes, pequeñas, gruesas, finas, rectas, con curvas… ¡Había miles! ¡Las echamos de menos ahora desde Madrid!
Todos los pueblecitos que encontrábamos a orillas del fiordo nos parecían pequeñas aldeas de “Pin y Pon” y además, lo tenían todo: mar, nieve, bosque… ¡Qué bonitos! Cada fiordo tiene sus encantos especiales, desde la vista a nivel del mar hasta las panorámicas de vértigo -como las que disfrutamos en Geiranger-.
No me negaréis que no dan ganas de montar un belén por Navidad en uno de esos paisajes. ¡Apenas necesitamos un ángel que cuelgue del cielo y listo!
Acercándonos a Flåm divisamos a otro crucero que estaba anclado a unos metros del puerto (sus pasajeros habían desembarcado en lanchas naranjas como nosotros habíamos hecho en Geiranger). Esta vez teníamos el puerto para nosotros solos. ¡Flåm era nuestro! ¡Nuestro tesoro! Fijaos en el cielo, precioso… Comenzaba a abrirse y las nubes se diluían para dar paso al azul celeste tan característico de Noruega. ¡Quiero ese cielo sobre Madrid!
Nos aproximábamos lentamente al puerto de Flåm y, a medida que pasaba el tiempo, el sol brillaba cada vez con más energía. ¡Íbamos a poder disfrutar de un día magnífico! Ya les gustaría a los más de 450.000 turistas que llegan cada año a este paraje idílico tener este tiempo soleado. ¡131 cruceros amarran en este puerto cada temporada! ¡Increíble!
Este pequeño pueblecito parece de atrezo, pues todo en él luce impecable: el césped recién cortado, las casas recién pintadas, los tejados recién arreglados, el puente perfectamente rematado… ¡Parece un pueblo de mentira! Un decorado original de alguna película que quedó sin desmontar… Parece que Heidi en cualquier momento va a bajar corriendo de las montañas -donde está con Niebla y su abuelo- para encontrase con Pedro y Copito de Nieve. Ya sea un pueblo de cuento, o un pueblo de cine… ¡Flåm es mágico! Fijaos en todas las cascadas que se deslizan por las escarpadas montañas sobre él… ¡Un hechizo de fábula!
Visto más de cerca todavía parece más increíble. Resulta asombroso pensar que los 450.000 turistas que recibe al año no interfieren lo más mínimo en su pureza. ¡Apuesto a que no son todos españoles!
En el mismo puerto, únicamente cabe un crucero como el Empress (el resto deben quedarse en la bahía), que ocupa prácticamente todas las vistas del hotel de madera más céntrico. ¿Os imagináis reservar una habitación con terraza y que las vistas sean un crucero gigantesco en vez de la naturaleza que ofrece el fiordo Aurlandsfjord? ¡Ahhhhhh!
Al tener la estación de tren en el centro del pueblo -con sus máquinas, sus vagones, sus cables, sus farolas…-, todo el conjunto parece una de esas maquetas ferroviarias hechas a conciencia por un profesional en la materia a escala 1:1. ¡Este pueblecillo es una maqueta perfecta! ¡Es precioso! Flåm se sitúa en el municipio de Aurland, en el condado de Sogn og Fjordane, y presume peripuesto de ser un destino turístico desde finales del siglo XIX.
Algún día reservaremos una habitación en este hotel -nos comprometemos-, probablemente veamos imponentes buques desde la ventana, pero el relax de la naturaleza estará a nuestros pies, ¡o nosotros a los suyos! ¡Es fantástico! Además, tengo que probar el queso de Flåm, un queso de cabra de color marrón, que adquiere precisamente este tono porque lo cuecen tanto que se carameliza. Y como en este viaje no tuvimos tiempo… ¡Tenemos que volver! Fijo que es un manjar exquisito…
Estando en Flåm hay que subirse al Flåmsbana -tren panorámico- para disfrutar de un recorrido mítico sí o sí, pero dependiendo del horario, el trayecto puede hacerse en sentido inverso -como en nuestro caso- y cogerlo en Myrdal para regresar a Flåm. Así que, como teníamos tiempo de sobra, primero cogimos un autobús hacia Voss, que realizó numerosas paradas que permanecerán para siempre en nuestro recuerdo. ¡Menudo viaje!
El trayecto discurrió atravesando multitud de túneles -en Noruega hay más de 900, incluido el más largo del mundo, con 24,5 km-. Los túneles son de roca original, no están recubiertos de cemento, y siempre con curvas en su diseño, para evitar que los conductores adormezcan. Nosotros pasamos por el 2º más largo de Noruega, y ya se hacía eterno con sus 11,4 Km. de longitud. No me extraña que los mejores ingenieros de túneles estén en este país.
En la oscuridad de los túneles, de vez en cuando puede verse un Troll -eso nos aseguró el guía-, así que estábamos atentos a ver si fotografiábamos alguno por sorpresa -jajaja-. Los vikingos creían en los trolls porque no sabían cómo explicar las avalanchas en las montañas ni algunos fenómenos naturales, y les echaban la culpa a los trolls. Además, tenían que tener cuidado con las mujeres de los trolls, pues eran tremendamente hermosas aunque tenían cola de vaca. Ellas les cantaban a los hombres, los enamoraban con sus cánticos y les engañaban para llevárselos a las cuevas de los trolls en la oscuridad de la montaña, para que los esclavizasen de por vida. ¡De ahí que haya que levantarle la falda a las mujeres guapas en una fiesta para ver si son trolls! ¡Qué bueno! Fijaos en la similitud con la cultura mediterránea y los cantos de las sirenas a los marineros perdidos… Culturas tan diferentes con una mitología tan similar. Realmente es sorprendente. También debo añadir -para los más curiosos-, que si un vikingo se casaba con una mujer troll por la Iglesia, la cola de vaca desaparecía y tendría una mujer bella para toda la vida. ¡Olé! (No me negaréis que la charla del guía durante el 2º túnel más largo de Noruega no resultó de lo más entretenido).
¡Fijaos en la siguiente instantánea! ¡Espectacular e idílico lugar! Se trata del Nærøyfjord, que al igual que el Geirangerfjord fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Nos encontramos ante un paisaje virgen y exuberante de 17 Km. de longitud que manifiesta unas vistas sublimes y difícilmente igualables. La profundidad de este extraordinario fiordo varía entre los 10 y los 500 m., y las laderas de las montañas -que alcanzan los 1.800 metros de altura sobre el nivel del mar- se estrechan hasta un máximo de 250 m. en su punto más cercano. Dicen que pescar en el Nærøyfjord es un lujo, debido a que sus bancos de peces son asombrosos.
Los reflejos en el agua en el Nærøyfjord son nítidos y llenos de color…. ¡Indescriptibles! Nada mejor que una fotografía en primer plano para mostrároslo. Eso sí, aunque no se aprecia en la imagen y apetece pegarse un baño ahora mismo, el agua estaba plagada de medusas enormes de color rosa. ¡Glups!
En la misma zona había un pequeño poblado vikingo -Vikingenes Dal- que estaba cerrado -aunque su tienda de souvenirs sí estaba abierta-, y que nos permitió echar un rápido vistazo a las costumbres vikingas.
Al parecer, dan paseos en esta barca vikinga por el Nærøyfjord. Solo espero que no se caiga nadie encima de las medusas. Aunque si Nærø significa “Dios del Mar y de los Marineros”, imaginamos que no habrá ningún problema. ¡Estamos protegidos por los Dioses!
Todos tenemos una fotografía en el incomparable Nærøyfjord. Sin duda alguna es un lugar mágico. Observando la fotografía dan ganas de sentarse al borde del embarcadero y meditar sobre la vida: “Mens sana in corpore sano” -como bien nos enseñó el poeta romano Decimus Iunius Iuvenalis en su plegaria a los Dioses-.
El autobús nos recogió al otro lado del puente y continuó su camino por una carretera de infarto en cuanto dejó de lado la E16 que une Oslo con Bergen. Fuimos nada más y nada menos que por la antigua carretera de los Carteros Reales construida en 1.849 -antes de doble sentido, increíblemente-, y pudimos ver el mítico Hotel Stalheim donde esos carteros cambiaban los caballos. El hotel ha sido completamente reformado porque ha sido quemado hasta en tres ocasiones. Son 13 las curvas de Stalheimskleivane, la carretera más empinada de Noruega, y en autobús ¡no veas como acojona impresiona!
A ambos lados de la sinuosa y retorcida “carretera” pudimos ver dos cascadas sin bajarnos del autocar, la de Stalheim a la derecha y la de Sivle a la izquierda -en la fotografía- que pudimos disfrutar con arcoíris añadido. ¡El tiempo que hacía era impagable!
Dejando el vértigo autobusero a un lado, llegamos al llano y emprendimos rumbo a Voss. La cuidad escandinava famosa por sus manantiales de agua -una botellita en Madrid alcanza los 60 €-. ¡Es la única agua que bebe la excéntrica Madonna!
El último árbol que crece en la montaña es el sauce -en torno a los 800 m. de altura-, por lo que sólo con mirar la cumbre sabemos aproximadamente la altura de una montaña. Respecto a la gastronomía escandinava de la zona, como son comunes las vacas y los rebaños de ovejas y cabras, es muy común que el consumo de su carne sea estacionaria: de las ovejas se comen las cabezas en otoño -los ojos sí, pero los sesos no-, en invierno las costillas humeadas -plato tradicional de Navidad-, y en primavera y verano el jamón curado.
De camino a Voss, encontramos numerosas granjas en las que siempre aparecían una casita blanca y otra roja. La blanca es para las personas y la roja para los animales, precisamente porque el color rojo era más económico para pintarlas y se mantiene la tradición. Además, cada granjero suele tener dos granjas, una en el valle y otra granja de verano en la parte de arriba de la montaña, para que cuando la nieve desaparezca, poder llevar a pastar al ganado. Los tejados de la zona suelen ser de pizarra porque duran aproximadamente 300 años.
En la imagen podéis ver el impresionante y famoso lago Oppheim, que realiza un efecto espejo perfecto con las montañas nevadas -y eso que la imagen está tomada desde la ventanilla del autocar-. Se trata de uno de los lagos de agua dulce más conocidos donde el salmón noruego muere después de desovar.
¿Qué son esas piedras cuadradas y enormes desperdigadas por el paisaje de manera aleatoria? ¡Nada más y nada menos que trolls petrificados! Cuenta la leyenda que los trolls son realmente tontos, y como únicamente pueden salir de noche, a veces se pierden en el camino de regreso a la cueva, por lo que el sol los sorprende al amanecer y los petrifica para siempre. Bonita historia, ¿verdad?
La siguiente parada de nuestro fantástico itinerario fue en la cascada de Tvinde -Tvindefossen-, que presume de una caída de 152 metros. Tvinde significa gemelos en noruego -dos ríos que se unen y forman la imponente cascada-. Cuentan los lugareños que beber de su agua otorga juventud eterna, así que, por si acaso, nosotros nos echamos un buen trago, no fuera a ser que…
Ignacio arriesgó su cámara para intentar pillar una instantánea única. No hay mal que por bien no venga, si llega a caerse, se convertiría en ¡un bebé! de todo lo que rejuvenecería de golpe.
La aguas de Tvindefossen descienden de forma escalonada y su caudal es abundante durante gran parte del año, siendo posible observarla completamente congelada durante los meses invernales. ¿No notáis que Ninillas está mucho más joven después del trago? ¡Vaya si se nota! Mirad que agilidad subiéndose al árbol…
Los riachuelos que forma la cascada son parajes únicos, el césped está cuidado al máximo y apetece tumbarse a tomar el sol al relax del sonido del agua. ¡Qué paz!
El objetivo de la cámara es seducido una y otra vez por este entorno, simplemente os he enseñado un par fotografías, pero guardo más de 50 de este extraordinario lugar. ¡Bellísimas todas! ¡Id a Noruega en cuanto podáis!
Camino a Voss -conocida como la Capital de Deporte de Aventura de Noruega- íbamos inmortalizando el paisaje: ¡click!, ¡click!, ¡click!, ya que está situada en el corazón de la Noruega de los fiordos y rodeada de ríos, montañas, fiordos y lagos. ¡Y nos encontramos incluso con los caballos típicos de los fiordos! -de patas anchas y peludas-.
En el centro de Voss viven 6.000 habitantes -16.000 en toda la comarca-. Esta mini ciudad cuenta con dos carreteras principales y ¡un solo semáforo! Incluso la gente queda “en el semáforo” para encontrarse. Los edificios de la ciudad son de corte moderno, ya que fue bombardeada en la Segunda Guerra Mundial por los alemanes y quedó devastada. ¡Sólo sobrevivió la Iglesia de Vangskyrkja! Y ahí la tenéis en la siguiente fotografía: Una preciosa iglesia de piedra que se edificó entre 1271 y 1277.
Después de un tranquilo paseo por la ciudad, descansamos frente al lago de Voss -reconocido por sus truchas-, que se congela en invierno y en el que es muy típico ver a los lugareños abrir un hueco en el hielo y ponerse a pescar. ¡Pero se está mejor tumbado al sol! ¿A que sí?
¿Os lo imagináis completamente helado? ¡Tiene que ser espectacular! Nada, que hay que regresar a tierras escandinavas… ¡Nos queda mucho por ver todavía!
La excursión de ese día incluía un buffet libre en Voss a base de salmón con todas las elaboraciones posibles habidas y por haber. Así que, como buenos cucharetes… ¡Las probamos todas! Salmón marinado en coñac, salmón ahumado a alta temperatura, salmón al natural… ¡Hasta cinco variantes diferentes! Para relamerse todas ellas…
Después de comer, nos dirigimos directamente a la Estación de Voss. Estábamos a punto de coger un tren que nos llevaría a Myrdal -donde ya montaríamos en el panorámico y famoso Flåmsbana-.
Nuestra sorpresa -una vez realizado el viaje- fue que las panorámicas de paisajes nevados que mostraba el tren de Voss eran realmente impresionantes. ¡Ojalá hubiese ido más despacio! ¡Eran preciosas las vistas en todas direcciones! Riachuelos semicongelados, casitas nevadas, árboles abriéndose camino entre la nieve… ¡Y todo eso con un cielo de lo más azulado!
Todavía no sé cómo me dio tiempo a capturar este puente con una simple cámara compacta, pero con esta vista ya os podéis imaginar todo lo que vivimos sobre los raíles. ¡Paisajes increíbles uno detrás de otro! ¡Todos diferentes a lo largo del recorrido! ¡Y ahí vive gente! Fiajos en las huellas que llevan al puentecillo… ¡Increíble!
Fue un “viaje nevado” que todos los integrantes del BlogTrip Pullmantur nunca olvidarán. ¡Ignacio quería bajarse a hacer fotos aunque perdiese el barco! ¡La nieve le había hechizado!
Las casitas de los lugareños eran muy parecidas pero lucían diferentes colores: verdes, amarillos, rojos, azules, malvas… Tejados muy empinados para que la nieve no se acumulase encima y ventanas muy pequeñas para proteger la temperatura del interior. Pueblecitos de cuento, como todos los que habíamos visto hasta el momento.
Llegamos a la Estación de Myrdal -a 866 metros sobre el nivel del mar- y allí nos esperaba el mítico Flåmsbana -Ferrocarril de Flåm-, uno de los tramos de ferrocarril más atractivos y maravillosos del mundo (incluyendo en su recorrido varias espirales que entran y salen de la montaña). Veinte años fueron necesarios para su construcción, y emplea aproximadamente una hora para recorrer un tramo de 20 Km. que pasa por 20 túneles (de los cuales 18 han sido perforados a mano -cada metro representó un mes de duro trabajo para los obreros de aquel entonces-). Se trata de la vía férrea más empinada del mundo (55/1000), teniendo en cuenta que es un ferrocarril de adhesión con vía normal.
El coqueto Flåmsbana es un tren antiguo completamente restaurado. Fijaos en la siguiente fotografía, parece que viajamos en tiempos pasados si no fuera por las vestimentas y por los televisores planos que mostraban cada punto del trayecto en tiempo real. ¡Medio crucero iba en el tren! ¡En familia!
Observamos durante el trayecto entre Myrdal y Flåm multitud de cascadas que se lanzaban por laderas escarpadas con picos nevados hasta estrellarse contra el suelo. ¡Impresionante paisaje!
Pudimos contemplar granjas de montaña que se agarraban a vertientes empinadas durante todo el recorrido.
Para evitar los lugares más expuestos a avalanchas, el Flåmsbana cruza el río y el fondo del valle tres veces a lo largo del tramo. En vez de construir un puente, el río es conducido por un túnel debajo de la vía del tren. Después de pasar por Vatnahalsen -con vistas a su hotel- y disfrutar de las vistas del valle de Flåm desde la “ventana” abierta en el túnel de Reinunga… ¡Realizamos nuestra primera parada en Kjosfossen! Como dicen los guías… ¡Photo Stop!
La cascada de Kjos aparece nada más salir el Flåmsbana del túnel de Bakli. Kjosfossen es un lugar emblemático en la ruta, una caída espectacular de 93 metros de agua del río que viene del lago Reinunga. ¡En la fotografía no se aprecia su magnitud! ¡Es espectacular!
Aquí tenéis otra vista del final de la caída de agua. ¡El sonido del agua nos hechizó! Por supuesto, nadie del BlogTrip Pullmantur se quedó sin su foto de recuerdo en Kjosfossen. Me encanta esta imagen… ¡Qué relajante! ¿Nos damos un baño en este impresionante jacuzzi natural?
Los paisajes que disfrutamos durante el trayecto impresionaron a todos los pasajeros, que no soltaban la cámara ni un momento. ¡Qué bonito todo! En Kårdal vimos la población más alta del valle de Flåm, así como su cascada y el antiguo camino de transporte que pasa por el valle de Ugjerd; en Blomheller, la zona de la avalancha del Troll -Trollaskredet-, uno de los fenómenos naturales más peligrosos que se da todos los inviernos, toneladas de nieve que caen desde lo alto de la montaña; en Berekvan un magnífico barranco con el mismo nombre, donde el río Flåm pasa por el fondo del estrecho paisaje montañoso…
Siempre había unos segundos disponibles para una sonrisa y una foto de grupo. ¡Nadie estaba en su asiento! ¡Todos en pie haciendo fotos por las ventanas!
En Dalsbotn observamos una piedra de grandes dimensiones que constituye un puente natural sobre el río, y después atravesamos los túneles de Spælemyren y Furuberget. ¡Fijaos en la cascada de la imagen! ¡Impresionante! ¿Verdad? Por esta zona el Flåmsbana iba a toda máquina, se aprecia lo borrosa que sale la vía en la fotografía.
Cualquier rincón era digno para pulsar el disparador de la cámara. ¡Vaya lujo de trayecto! El guía nos informó que podíamos bajarnos en la siguiente estación -Håreina- si deseábamos continuar a pie hasta Flåm -pasando por Lunden-, lo cual nos pareció una genial idea, más de un cuarto de los pasajeros se decantaron por esta opción, de ese modo podríamos disfrutar del paisaje con mucho más tiempo, ya que teníamos horas de sobra para llegar al Empress. ¡Y no nos arrepentimos!
Así que nos bajamos del Flåmsbana en Håreina -preciosa estación-, y después de las fotos de rigor, continuamos nuestro viaje caminando. Desde Håreina se puede ver el monte Vibmesnosi -1.260 metros sobre el nivel del mar- con la imponente cascada de Rjoande, que presume de una caída libre de más de 140 metros. ¡En este paraíso escandinavo todo es a lo grande!
Rayo echó una carrerita para pillar la delantera del Flåmsbana en todo su esplendor mientras la gente se apeaba. ¡Preciosa máquina! No es la de vapor de 1940 ni la eléctrica de 1944 pero, aun así, es una auténtica maravilla. ¿Alguien que coleccione maquetas de tren no tiene el Flåmsbana en su repertorio? ¡No me lo creo!
Había casitas que te dejaban hipnotizado… ¡Qué cosita más cuca! Más chiquitita no puede ser, creo yo. Y no es la única que nos encontramos en nuestro relajante y pausado paseo desde Håreina hasta Flåm.
Todos los jardines estaban perfectamente cuidados… Uno… y otro… y otro… y otro más… Parecía una competición por ver qué vecino lo tenía más bonito. ¡Ni se te pasaba por la cabeza pisarlos!
Aquí tenéis a Rayo dejando una carta sorpresa al propietario de alguna de esas casitas de ensueño. ¡Qué manera más original de colocarlos! Todos los buzones se presentaban colgados dentro de un súper buzón con tejadito incluido. Todo lucía impecable, fijaos en las jardineras con flores, ni que las hubiesen puesto para nosotros.
No todo eran casitas, también había “casazas” que te ponían los dientes largos. ¡Sobre todo para los que vivimos “encerrados” en un piso en Madrid. ¡Se lo cambio!
Caminando a la vera del río, las instantáneas eran increíbles. No os pongo más porque no sabría cuáles elegir y las acabaría publicando todas, unas 20. Os dejo dos de ellas para que os hagáis una idea. Cada curva del río era una bonita postal…
¡Qué paz! El Flåmsbana es impresionante, pero estábamos disfrutando tanto del paseo a pie que incluso nos hubiese gustado que tuviese el doble de kilómetros. ¡Qué vistas! ¡Qué colores! ¡Qué tiempo! ¡Qué día!
A medida que nos acercábamos a Flåm tuvimos que cruzar la vía. Para hacer la siguiente foto le dije a Ninillas que vigilase bien por si venía otro Flåmsbana, no fuera a ser que Cucharete saliese en las noticias noruegas.
¡Y de nuevo estábamos en Flåm! Con su “otro trenecito” vigilando en todo momento el imponente Empress de Pullmantur.
Recorriendo el pueblo encontramos un Cafevogn de lo más apetecible. Aunque lo que más gracia nos hizo fue escuchar a unos pasajeros de nuestro crucero decir: “¡Uf! El café es a 5 € y en el barco lo tenemos todo incluido”. Hombre… sí, pero no es lo mismo…
Compramos unos souvenirs súper chulos en Flåm, unas láminas enmarcadas de Arvid Norendal de diferentes ciudades y paisajes escandinavos que íbamos a visitar en este apasionante viaje, para hacer un tríptico en casa y tener un recuerdo de lo más colorido de nuestro “paseo” por Noruega. ¡Nos encantaron!
Echamos un ojo recorriendo las estanterías del supermercado para ver cómo estaba el tema en relación a España, y fijaos: Las manzanas están a 59,80 NOK/Kg o 29,90 NOK/stk -8,20 €/Kg- y la botella de aceite está a 78,20 NOK -10,70 €-. Vamos, a juego con el café de 5 € y con las cañas a 10 € que veremos más adelante en el pub. ¡Vida cara! Pero claro… ¡Buenos sueldos!
¡Qué original el Ægir Bryggeri Pub de Flåm! Al principio creímos que sería una iglesia, pero nada más lejos de la realidad. ¡Se trata de un pub de lo más curioso!
¡Vaya estampa friolera! Todos sentaditos -cual vikingos- sobre un banco circular de madera ataviado con pieles de todo tipo alrededor de una señorial chimenea. ¡Tiene que ser perfecto para el duro invierno escandinavo!
Las sillas eran geniales, me recordaban a los productos -que nunca están a la venta- que vemos por las ferias medievales recorriendo las diferentes ciudades de España.
Pero lo mejor de todo eran… ¡los taburetes! ¡Qué “bárbaros”! Sin duda alguna podían soportar sin miramientos la fortaleza de un vikingo hecho y derecho. ¡Parecíamos pulgas sentados en ellos!
Como teníamos todavía un poco de tiempo, a pesar de que la gente ya se iba recogiendo en el Empress, subimos a lo alto de la colina -por si veíamos a Heidi jugando con Niebla- para contemplar el puerto de Flåm desde lo alto. ¡Menuda cuesta que subimos! ¡Empinadísima!
Y al llegar arriba… ¡Zas! Fotillo a nuestro buque insignia, el Empress, amarrado a un puerto que bien podría ser cargado dentro de su bodega. Nos sentamos un rato a observar el paisaje. ¡Es que no os imagináis cómo era la cuesta! Y todavía teníamos que bajarla…
A estas horas de la tarde, el puerto de Flåm era un precioso espejo. La cámara disfrutaba tanto como nosotros. ¡Qué gratos recuerdos! Incluso vimos a unos niños -súper rubios y de ojos claros- pescar estrellas de mar en el mismo muelle.
Ninillas marcaba con su dedo hasta dónde habíamos ido a parar desde “los madriles” en una gran bola del mundo que debía pesar por lo menos una tonelada, y que giraba constantemente gracias a un potentísimo chorro de agua. ¡Estábamos en Noruega!
¡Adiós Flåm! ¡Hasta siempre! Zarpamos en el Empress rumbo a Bergen, fotografiando los pueblecitos que encontrábamos a nuestro paso… Aunque ninguno era tan especial como Flåm.
Navegábamos por el Aurlandsfjord rumbo al Sognefjord… Las vistas lo dicen todo… ¡Quiero regresar al Empress!
Ignacio quería sacar partido a todo el equipo, así que echó mano de su flash automático inalámbrico y nos pegamos un pase de modelos con un decorado inigualable: David, Rayo y Ninillas posando e Ignacio dale que te pego al “click, click”. ¡Ya tenemos nuestro Photo Book Fiordero!
Las puestas de sol conseguían que la cubierta 10 del Empress se llenase de tecnología: ¡No había nadie sin cámara en mano!
Y es que no te cansabas de enfocar al Astro Rey agotado antes de irse a dormir. Increíble.
Ignacio intentaba recoger el momento con precisión, para llevárselo consigo para siempre.
Y observando a Ninillas en esta preciosa y sensual instantánea… ¿Quién no piensa en un poema de amor? ¡A plasmarlo en el papel! ¡Vamos!
[Día 5] - Bergen
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En nuestro quinto día de crucero a bordo del buque Empress de Pullmantur, el sol volvió a hacernos nuevamente compañía, lo cual nos hizo dudar de si realmente la ciudad que se aparecía ante nuestros ojos era Bergen. Y es que, si por algo se caracteriza Bergen, es precisamente por sus abundantes lluvias, incluso la llaman la Ciudad de la Lluvia. ¡Llueve 280 días al año!
Se cuenta una broma local en la que un foráneo le pregunta a un niño si paraba de llover alguna vez. El niño, muy serio, contestó: “No lo sé, sólo tengo 12 años”. Ya veis, llueve, y además mucho, pero… ¡Los cucharetes disfrutaron de Bergen con un sol radiante y una temperatura de 22 ºC! ¡Toma ya!
Bergen está situada en la costa sudoeste de Noruega y constituye la segunda ciudad más grande del país. Se enclava en un valle formado por un conjunto de siete montañas conocido como “de syv fjell”, lo que proporciona unas panorámicas extraordinarias sobre la ciudad. También es conocida y promocionada como la puerta de entrada a los fiordos noruegos, y es ésta la razón por la que a día de hoy es el mayor puerto de cruceros turísticos de Noruega.
La visita guiada de ese día nos iba a llevar a conocer el Schøtstuene, Bryggen, el Museo Hanseático y, por último, un ascenso en funicular para poder disfrutar de unas magníficas vistas sobre Bergen. El rey Olav Kyrre fundó Bergen en 1070. Fue considerada la capital de Noruega hasta 1299. Fue precisamente hacia el final del siglo XIII cuando pasó a ser una de las ciudades más influyentes de la Liga Hanseática. Más o menos hacia el año 1100 Bergen empezó a adquirir relevancia gracias al comercio del bacalao seco procedente del norte del país, y más concretamente de las Islas Lofoten. De modo que, mercaderes alemanes y frisios, componentes de la Liga Hanseática, se establecieron en Bergen en un barrio exclusivo de la ciudad, donde gozaban de privilegios exclusivos cara al comercio con los pescadores procedentes del norte de Noruega, que al llegar el verano navegaban hasta la ciudad. El Schøtstuene, es precisamente la casa de reuniones de la Liga Hanseática.
Además de ser casa de reuniones, el Schøtstuene era también la sede del tribunal de la Liga Hanseática, así como el lugar donde los mercaderes quedaban para comer algo caliente, sin olvidarnos de que ejercía como escuela para todos aquellos aprendices que deseaban convertirse en mercaderes.
La Liga Hanseática era un círculo cerrado a todo aquél que no perteneciera a ella, tanto es así, que incluso hablaban sus lenguas de origen: el bajo alemán y el frisio. Hasta tal punto era el hermetismo que presentaban cara a la ciudad, que si un ciudadano de Bergen quería comerciar con ellos, debía pedir un permiso especial. Dentro de la Liga, tenían establecido un sistema de castas formado por: mozos -14 ó 15 años-, capataces -encargados de controlar a los mozos-, y gerentes -quienes se encargaban de llevar las gestiones y cuentas con los pescadores de las Islas Lofoten-.
Para formar parte de la Liga Hanseática había que pasar una serie de durísimos rituales de iniciación, entre los que estaban el juego del agua, el juego del humo y el juego del castillo. A estos rituales se iban sometiendo los mozos para alcanzar un escalón más en el sistema de castas.
La vida para los mozos era dura y no podían tener contacto con el exterior, pero sobre todo no podían tener contacto con las mujeres de vida alegre que les servían para aliviar sus instintos más básicos. Si alguno era pillado in fraganti o denunciado por otro compañero, era castigado, y dicho castigo era pagado con barriles de cerveza. En caso de ser delatado por otro mozo, éste recibía como premio la cerveza. El mando que os mostramos a continuación, es precisamente lo que utilizaban los capataces para señalar a los mozos castigados.
Como ya os hemos comentado antes, el Schøtstuene además de sala de reuniones servía como comedor de comida caliente, de ahí que dispusieran en la planta baja del edificio de una gran cocina donde elaborar los diferentes platos.
Finalizada la visita del Schøtstuene, nos dirigimos hacia la bahía de Vågen, concretamente al Bryggen, que es donde se situaba el antiguo muelle hanseático y que forma parte de la Lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Bryggen consta de 62 fincas en hilera. Cada finca era propiedad de un mercader, y ahí es donde realmente se realizaban las transacciones comerciales con los pescadores del norte de Noruega.
Bryggen ha perdurado durante varios siglos como centro neurálgico de la ciudad. Introducirnos en algunos de sus callejones, nos dió una idea clara de cómo debió de ser la vida en Bergen en la época medieval. Son largas hileras de fincas, casi en su mayoría construcciones de madera tanto en sus estructuras como en sus fachadas, donde te encuentras con un gran número de galerías y escaleras exteriores que dan a los pasajes. Precisamente el hecho de que las edificaciones fueran de madera y su disposición fuera en hileras, una junto a otra, ha hecho que a lo largo de los siglos hayan ardido en numerosas ocasiones. Ya que, cuando una finca ardía, las siguientes lo hacían como teas. El último gran incendio se produjo en 1702, declarado como uno de los peores de la historia. A partir de ahí, se reconstruyó todo el barrio respetando la urbanización y conservando el estilo de los edificios medievales que estaban en ese mismo sitio antes del incendio. Aún así, seis de las fincas tuvieron que reconstruirse de nuevo tras otro incendio en 1955. El resultado final es el que podemos ver hoy en día, y constituye una réplica fidedigna de Bryggen en la Edad Media.
De cualquier forma, los mercaderes hanseáticos, que de tontos no tenían un pelo, no dejaban nada al azar y, si bien todas las casas las construían con madera, en su interior construían siempre cajas fuertes de piedra para proteger las mercancías más valiosas de los numerosos incendios. Lo dicho, que eran muy espabilados.
Estuvimos un buen rato paseando por los callejones de Bryggen y aprovechamos para sacar algunas fotografías. Bueno, a eso se dedicó Rayo, porque Ninillas más bien hacía el ganso frente a este reno introvertido.
Como ya os hemos comentado, cada finca se disponía en hilera y constaba de dos áreas. La primera, mirando hacia el mar, concretamente hacia la bahía de Vågen, que es donde se realizaba el mercadeo. Y una zona trasera que es donde se llevaban a cabo las labores privadas de la finca y donde, en definitiva, se vivía.
Lo más curioso de Bryggen es que, hoy en día, casi todos los edificios siguen en uso. Son en su mayoría tiendas de souvenirs, de cuadros, de pieles… Rayo estuvo echando un ojo a las pieles de zorro, aunque finalmente no se decidió porque, pensándolo bien… ¿Para qué la quería? ¡Eso no se lo dejaba llevar Ninillas a casa!
La siguiente fotografía es la imagen más característica de Bergen. Era por la mañana y aún no les daba el sol a la casitas, de manera que por la tarde volvimos a fotografiarlas de nuevo. Pertenece a la parte delantera de las fincas de Bryggen, las que dan a la bahía de Vågen.
Tras el paseo por los pasajes de Bryggen nos dirigimos al Museo Hanseático, abierto en 1872 por un mercader alemán. Lo primero que sorprende nada más pasar el quicio de su puerta es el intensísimo olor a pescado. No debemos olvidar que el Museo Hanseático es una reproducción de cómo eran realmente las fincas de Bryggen en su interior, ofrece una imagen intimista de la vida de los mozos, capataces y mercaderes hanseáticos, y en ese afán de hacerlo todo bien, hay incluso pescados desecados que son los que transmiten ese halo de autenticidad.
Lo que más exportaban los mercaderes hanseáticos eran bacalaos y truchas. El bacalao llegaba ya secado desde las Islas Lofoten y podía durar incluso años, sólo hacía falta hidratarlo. El que os muestra Ninillas pesándose en la romana tiene más de 100 años, estaba tan duro como una piedra. Por supuesto, lo cogimos con nuestras propias manos para comprobarlo. No creemos que siga siendo apto para consumo, pero gracias a él conseguimos esta increíble fotografía. ¡Me encanta!
La parte delantera que daba a la bahía de Vågen era la que se utilizaba para el mercadeo con los pescadores, y subiendo las escaleras entrábamos en la zona privada. Esta imagen es preciosa y Mar sale guapísima. ¡Fijaos en los barriles que cuelgan del techo! Era el extintor de incendios de la época. Estaba lleno de agua y, si se declaraba un incendio, se volcaba e impedía que el fuego se propagase a la finca colindante.
Dentro del área privada de la finca pudimos ver de primera mano cómo vivían realmente los hanseáticos de la época y, francamente, hemos ganado mucho. Lo que os mostramos a continuación es la cama del gerente, tenía una ventana que daba a la zona de las mercancías para tenerlas en todo momento controladas y, al mismo tiempo, la cama se cerraba con compuertas de madera para aislarse del frío.
El dormitorio de los mozos seguía la misma tónica que la del gerente, aunque con algunas diferencias considerables. El cuarto era compartido por un mínimo de 16 mozos. En cada cubículo dormían dos, debían doblarse como sardinas para poder acostarse y, además, al llegar la hora de dormir les cerraban la compuerta y no podían salir de allí hasta la jornada siguiente. Vamos, que dormían en un “hotelito” de lo más encantador.
En el despacho del gerente es donde se encontraba el libro mayor -o libro de cuentas- y ahí es donde se escribían todas y cada una de las transacciones comerciales que se realizaban. Los mercaderes hanseáticos permanecieron en Bergen durante 400 años con una indudable dominación de Bryggen. Fue en 1536 cuando el rey decidió obligarlos a convertirse en ciudadanos noruegos o, de no ser así, deberían regresar a sus países de origen. A partir de ahí la influencia hanseática comenzó a declinar en la ciudad.
Tras una interesantísima visita al Museo Hanseático continuamos con nuestro tour. La siguiente parada, o mejor dicho, el siguiente viaje, sería en funicular.
Para poder admirar las hermosas vistas de Bergen sin cansarse demasiado hay dos opciones: el funicular y el teleférico. Nosotros cogimos el funicular Fløibanen, situado en el centro de la ciudad, a unos 150 m. de Bryggen. El ascenso nos lleva al monte Fløyen, una de las siete colinas de la ciudad, que se encuentra a 320 metros sobre el nivel del mar.
Es una de las atracciones turísticas de la ciudad de Bergen, por lo que hay que tener un poco de paciencia si se desea cogerlo, y sino… ¡A darle a la patilla!
El ascenso en el funicular Fløibanen dura entre cinco y seis minutos, dependiendo de las veces que pare, pues es una línea regular y tiene paradas intermedias. De cualquier forma, no se hace un trayecto largo y, aunque hay algún túnel, la mayor parte del tiempo se puede ir disfrutando de maravillosas vistas.
La cola para subir al funicular nos partió al grupo en dos, de modo que mientras unos ya estábamos arriba el resto viajaba en el siguiente funicular, así que pudimos hacerles fotos desde la cima.
Las vistas desde la cima del monte Fløyen son espectaculares. De un lado a otro puedes divisar toda la ciudad, los fiordos, las montañas y el mar, y sólo con ir girando la cabeza.
El resto del grupo tardó como cinco minutos hasta llegar a la cima de la montaña. Ahí en primera fila tenemos a Amelia y Goyo preparados con sus cámaras para inmortalizar el momento. ¡Ellos tienen una foto nuestra en ese mismo instante!
En el mirador hay una cafetería-restaurante y una tienda de souvenirs, de manera que, uno puede sentarse allí durante un buen rato y refrescarse mientras admiras una bella panorámica de la ciudad de Bergen.
Rayo, Ignacio y Goyo disfrutaron de lo lindo fotografiando a diestro y siniestro. Era un no parar… ¡Temíamos que fueran a quedarse sin “carrete”!
Desde el monte Fløyen, se podían divisar antiguas casa de madera que se arropaban unas a otras colina arriba, cada cual más coqueta que la anterior. Sin duda, sus propietarios tienen unas vistas privilegiadas de la ciudad de Bergen.
En la cima del monte Fløyen tienes muchísimas posibilidades para practicar senderismo, pues desde allí parten numerosas rutas. Nosotros decidimos que eso nos iba a quitar mucho tiempo y lo que hicimos fue bajarnos por el camino hasta el centro de la ciudad, en lugar de volver a coger el funicular.
¡Pero había unos senderistas chiquitillos súper guapos descansando sentaditos en las escaleras! ¡Para comérselos todos! ¡Preciosos!
El camino de regreso hacia el centro histórico de Bergen se disfruta sí o sí. Porque no puedo imaginar a ninguna persona que no aprecie el paisaje que en su descenso se va divisando -y respirando-.
Por el camino os encontraréis a una mujer troll, con ojos de un azul intenso. Lo cual nos lleva a recordar el por qué los noruegos siempre miran el culo a las mujeres. Es para ver si tienen cola de vaca y saber si son mujeres o trolls -como comentábamos en Flåm-. Nosotros creemos que hoy en día es más vicio que otra cosa, pero ellos aseguran que es conveniente mirarlo bien -el culo- para asegurarse.
El descenso transcurrió por un bosque de cuento plagado de pinos y abedules seculares. El sol apretaba, pero la sombra de los árboles nos proporcionaba la protección necesaria. Y pensar que en Bergen teníamos miedo a la lluvia. ¡Madre mía! ¡Pero si nos hizo un tiempo magnífico!
Conforme bajábamos, la bahía de Vågen se iba acercando más y más, y con ella el final del trayecto. Nosotros no dejábamos de admirar las distintas panorámicas que se nos ofrecían.
Ninillas disfrutó y padeció la bajada del monte Fløyen a partes iguales. La disfrutó porque el paseo era increíblemente hermoso, pero las agujetas de los 418 escalones al mirador de Fjellstua en Ålesund, las notó a cada paso.
No nos negaréis que la siguiente fotografía es una imagen idílica, con el verde de la ladera y el sol intentando colarse por entre las ramas de los abedules. ¡Preciosa!
Aunque los 45 minutos empleados en el camino de bajada habían sido tremendamente hermosos, no llenaron nuestros estómagos, y éstos empezaron a hacerse notar. ¡Había llegado la hora de comer!
Ya en la parte baja, pudimos apreciar desde cerca el encanto de las calles empedradas de Bergen, con sus casitas de madera cada una de un color. La verdad es que Bergen… ¡Es una ciudad preciosa!
Aproximadamente a unos 150 metros desde donde comienza el ascenso al monte Fløyen, se encuentra el Mercado del Pescado. Así que allí nos dirigirnos sin pensarlo más. El Fisketorget está situado en pleno centro de la ciudad, al lado del puerto, en la bahía de Vågen. El mercado viene siendo el centro de comercio histórico de Bergen desde muchos años atrás. En la actualidad, está más enfocado a turistas que a residentes, y no se puede comparar con lo que fue una vez, pero aún con todo la visita es obligada porque para cualquier foráneo resulta todo un espectáculo y puede ser una buena forma de ver los hábitos de consumo de los locales.
En el Mercado del Pescado -Fisketorget-, como su propio nombre indica, se puede encontrar sobre todo pescado y marisco, pero dado que a día de hoy es un punto turístico fundamental, también podremos ver souvenirs, pieles, fruta… Todo vale con tal de vender.
Pasearse por este conjunto de tenderetes resulta de lo más entretenido. Para nuestra sorpresa, en prácticamente todos hablan español y, por supuesto, todos están encantados de poder venderte algo. Nos llamó la atención -en el primero de los puestos- la gran variedad de caviares que había, y aún más que la simpática dependienta que nos los ofrecía era precisamente española.
Se llamaba Alba y era de Barcelona, llevaba un año viviendo en Noruega y nos dio a probar absolutamente todos los caviares que tenía en el puesto hasta que nos decidimos. El de la siguiente imagen era de arenque.
También degustamos el de salmón salvaje y el de piscifactoría -ganaba el salvaje por goleada-, y los dos que os mostramos a continuación: el de capelina -izquierda- y el de algas con wasabi -derecha-. Finalmente, nosotros nos decidimos por llevarnos el de arenque y el de salmón salvaje puesto que son los que nos resultaron más sabrosos.
En el Mercado del Marisco, además del caviar se puede encontrar salmón en todas sus modalidades -salvaje, marinado en coñac, ahumado a alta temperatura, ahumado con eneldo…-, bacalao, nécoras, centollos rellenos, ballena… Todo ello a precios altos, claro que si le sumas que Noruega es caro de por sí y que estás en un mercado muy turístico, pues… Aún así, menos el marisco, en todos los puestos ofrecen pruebas gratuitas de salmón, bacalao, ballena y caviar para que los curiosos se vayan animando en las compras.
El marisco puedes verlo vivo en vivero y pedir que te lo cocinen allí mismo, es marisco local y no podemos opinar sobre él, nosotros nos decidimos en nuestra comida por otros productos que os mostraremos en breve.
Os preguntaréis qué demonios es este trozo de carne negra. Para empezar no es carne, sino pescado, concretamente… ¡ballena! Ésta sí que la probamos, y para que os hagáis una idea, no sabe ni a carne ni a pescado, nos recordó mucho el sabor de la cecina con la textura del atún. ¡A nosotros nos gustó!
En el propio mercado hay una zona de bancos donde uno selecciona lo que desea comer, tanto si está preparado como si desea que se lo cocinen -caso de los crustáceos-. No resulta especialmente caro y, desde luego, mucho más económico que dirigirse a un restaurante. Nosotros nos quedamos allí a comer a base de bocadillos, gambas, ballena…. así como distintos tipos de salmón. El que os muestra Goyo en la siguiente fotografía es el ahumado a alta temperatura, el que más nos gustó a todos por goleada.
Desde el banco en el que comimos, pudimos disfrutar una vez más de unas fantásticas vistas sobre el muelle, con alguna que otra gaviota volando a ras del agua. Ay… ¡Qué bien se estaba allí!
Tras la comilona, llegó la hora de levar anclas -nunca mejor dicho- y nos fuimos a patear la ciudad. Teníamos tiempo de sobra…
Nos dirigíamos hacia la parte nueva de la ciudad y, cada vez que echábamos la mirada atrás, las vistas nos sobrecogían. Hileras de casas de madera, cada una de un color, se esparcían por la colina. Parecían estar dándonos la bienvenida a Bergen.
Mientras tanto, la ciudad colorida y bulliciosa mostraba su cara más amable. La calles estaban repletas de gente en un día soleado que animaba a todos -turistas y locales- a pasear por Bergen. ¡Cómo cambian las ciudades cuando reciben la luz del sol!
Nos encontramos algún que otro escenario en pleno proceso de montaje y es que, aquel día, empezaba en Bergen el popular Nattjazz -Jazz nocturno-. De hecho, por la mañana los Reyes de Noruega habían estado en el acto de inauguración y andaba todo el centro algo revuelto.
Anduvimos hasta el final de la ancha avenida Torgalmenningen hasta divisar St. Johannes Kirken -para nosotros, Iglesia de San Juan-. Por supuesto, la Iglesia estaba después de una empinada cuesta, seguida para más inri de unos 70 escalones. ¡Madre mía! ¡Las agujetas iban a acabar con Ninillas! La Iglesia es de culto luterano, como casi todas las de Noruega, y está construida en ladrillo con líneas rectas. El campanario se sitúa sobre la torre central, al igual que la entrada, y es flanqueada por otras dos torres más pequeñas.
Lo mejor de todo es que después de la cuesta y tras los casi 70 escalones, St. Johannes Kirken estaba cerrada a cal y canto. ¡Toma St. Johannes! Eso sí, pudimos vivir en primera persona como un nudista, pero nudista total, aporreaba la puerta de la iglesia. Le fotografiamos, ¡faltaría más! Pero no hemos querido incluir la imagen para no herir sensibilidades. Bueno, eso y que el “tipo” tampoco es que estuviera cañón.
Dimos una vuelta por los alrededores hasta llegar al campus universitario, y allí la estampa que se nos presentó fue ésta.
Allí estaban un número importante de estudiantes noruegos “quemados”, mejor dicho, achicharrados por el sol. Faltaba darles la vuelta para que se quemaran por ambos lados. Aún así, no nos negaréis que la fotografía transmite buen rollito. La verdad es que nos entraron ganas de tumbarnos allí con ellos. ¡Algunos iban incluso en ropa interior!
¡Ah! Por cierto, las barbacoas noruegas al borde de los jardines noruegos son tremendamente limpias, eso sí, echan humo como todas. Aquí os dejo la comida que la inmensa mayoría de los estudiantes iban a degustar ese día -había varias por la zona-.
Volvimos sobre nuestros pasos hasta llegar a la zona de Vågsalmenningen -la más noble de la ciudad-, y allí, justamente al lado de la Oficina de Turismo, encontramos la estatua de Ludvig Holberg. La escultura es obra de Johan Borjeson y data de 1884. Se erigió como homenaje a este gran dramaturgo y ensayista escandinavo.
El paseo que hicimos por el centro histórico nos hizo tomarle el pulso a la ciudad. Tomando conciencia de que Bergen está llena de tradición y de historia, al tiempo que es poseedora de ese encanto especial y ambiente de los pueblos pequeños. Al mismo tiempo, y dado su enclave, es una ciudad que vive intensamente la naturaleza sin dejar atrás su interés por la cultura.
Se nos estaba acabando el tiempo en Bergen, se acercaban las 5:30 PM y el Empress no esperaba. Había que dirigirse al puerto para embarcarnos de nuevo.
Camino del barco el sol daba de cara sobre las fincas de Bryggen. Era el momento ideal para sacar estas singulares casitas como se merecían. ¡Click!
¡Y otro click más! Éste segundo costó más que el primero porque los autobuses no dejaban de hacer la parada correspondiente en el apeadero, y era imposible pillar una vista despejada, pero al final… ¡Lo conseguimos!
Apenas habíamos andado unos 20 metros cuando a nuestra izquierda, amarrado en el muelle, nos encontramos con el Statsraad Lehmkuhl. Un velero de madera de tres mástiles aparejados construido en Alemania en 1914. Formó parte de la Marina Alemana hasta finales de la primera Gran Guerra, que fue cuando los ingleses lo confiscaron como botín de guerra. Fue en 1923 cuando Noruega lo adquirió y lo rebautizó en honor a un exministro noruego llamado Kristoffer Lehmkuhl. En la Segunda Guerra Mundial, Alemania volvió a hacerse con su control. Finalizada la guerra se repatrió a Noruega y se convirtió en buque-escuela. En la actualidad, este precioso velero está gestionado por una fundación que lleva su nombre y está dedicado a la enseñanza. En Noruega es uno de los veleros más antiguos y no es difícil verlo navegar por las aguas de Bergen.
De hecho, una vez que embarcamos, pudimos ver al Statsraad Lehmkuhl en todo su esplendor, surcando las aguas azules. Prueba de que está en plena forma a pesar de su edad. Además, fue muy graciosa la historia de esta fotografía: Rayo y Goyo divisaron sus mástiles mientras tomaban un café en la cubierta 10 del Empress, y salieron corriendo -cámara en mano- para no perderse este momento.
Desde la cubierta 10, donde algunos pasajeros ya estaban ataviados con su traje de baño dispuestos a darse un chapuzón, vimos como el Empress zarpaba de Bergen camino al siguiente destino: Stavanger.
Pero para salir de la bahía, el Empress tuvo que pasar por debajo de varios puentes, aunque éste de la imagen fue crucial. Bueno, en realidad la maniobra fue orquestada por el capitán del barco -Arkadiusz Brañka-, el pasaje -entre los que nos incluimos- se limitó a aplaudir cuando se dio cuenta que apenas faltó metro y medio para tocar el puente. ¡Impresionante momento! ¡Creímos que nos lo cargábamos!
Quedaban aún muchas horas de luz y el paisaje que divisábamos era precioso. Pequeñas islitas aparecían de la nada en cualquier parte. Era como si la costa las hubiera “parido” allí mismo.
Desde el Empress también podíamos apreciar las estelas que dejaban sobre el mar los barcos más pequeños, que surcaban las aguas a gran velocidad sobre un “decorado” de cine.
Ninillas acababa de ducharse, y aunque tenía prisa para arreglarse y bajar a la “Cena con el Capitán”, no pudo resistirse a echar un vistazo desde la ventana del camarote y disfrutar de las espectaculares vistas.
Aquella noche, o mejor dicho tarde, si tenemos en cuenta que aún era de día, era la Cena de Gala del Empress, ¡con el Capitán! El pasaje era invitado a un cocktail en el Salón Broadway mientras disfrutábamos de un espectáculo justo antes de pasar al restaurante.
No perdimos el tiempo y aprovechamos para brindar, pues la ocasión lo merecía. ¡Inolvidable viaje! ¡Que se repita!
Ésta fue la carta de nuestra Cena de Gala. No lo pusieron nada fácil, pero al final no hubo más remedio y tuvimos que elegir. Finalmente el Capitán comunicó que no podía asistir a la misma, dado que no puede dejar el Puente de Mando en ningún momento mientras se navega por un fiordos, y mucho menos saliendo del puerto, velando ante todo por la seguridad de los pasajeros del Empress.
Para el plato principal, Ninillas se decantó por unos Fettuccini en salsa de lima con gambas a la plancha. Perfectos de punto y exquisitos.
Rayo, por su parte, optó por el Solomillo de ternera al estilo mediterráneo con verduras a la provenzal y patatas “macaire”, también muy rico.
Todos los integrantes del BlogTrip nos agenciamos unas piñas coladas y unos mojitos, y nos fuimos a la discoteca de la cubierta 10 a terminar la noche como se merecía: ¡Por todo lo alto!
Lo dimos todo sobre la pista, pero como suele ocurrir en estas ocasiones, siempre hay alguno que da más que ninguno, y ése fue Ignacio. No podemos más que definirlo con dos palabras: ¡Qué crack!
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13 comentarios a “Crucero por los Fiordos Noruegos - Pullmantur BlogTrip - (Capítulo 2/3)”
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Mi suegra lo sta disfrutando sta semana…dice que es espectacular!!!!
En dos palabras: IM PRESIONANTE (Y eso q voy todavía por la mitad leyéndolo)
Ya lo he leído entero! Al final son 3 las palabras que lo defines: SUPER IM PRESIONANTE!! Sois increibles cucharetes
Pongo a Dios por testigo que iré a los fiordos noruegos! Me ha enamorado vuestra aventura, una delicia leeros.. … en serio, mi más sincera enhorabuena chicos.
Vaya pasada de viaje, que envidia…..
Quiero vivir en esa casita blanca de la foto!! La que tiene el jardín enorme!!
Esta viaje es mi proximo proyecto , este año no a podido ser pero lo hago si o si
El capitulo 3 lo viviré yo directamente :). Maleta preparada!!!Gracias por toda la info
El crucero es una pasada, las vistas impresionantes, todo estupendo, y tanto los camareros, como los de animación, etc. excelentes personas, bueno hasta el próximo que creo será muy pronto.
Buenos días!!
El 30 de junio hago este mismo crucero, y quería saber si el recorrido que hicisteis es una excursión contratada, o cogisteis el autobús de Flam a Voss, el tren a Voss a Myrdal y el tren de Flam a Voss, por vuestra cuenta.
En caso de ser una excursión contratada, podrías decirme donde la contratasteis
Muchas gracias
Un saludo
Hola Nacho, te va a encantar este crucero! Prepárate para disfrutar!
La excursión que hicimos es la que se puede contratar en Pullmantur, lo tienes en su web. La excursión de Flåm a la que te refieres se llama “Imágenes de Noruega”: http://www.pullmantur.es/excursiones/cruceros/fiordos-del-norte/flaam/excursiones.html (Que se puede realizar en un sentido o en otro, dependiendo de los horarios)
Muchas gracias por la información.
Gran “Cuaderno de Bitácora” el que nos habéis relatado, la verdad que es leerlo y dar más ganas aun de ir, porque todos los sitios parecen sacados de un cuento y son una autentica pasada, las fotos impresionantes incluso las que están hechas dentro del autobús.
Muy buen trabajo, enhorabuena!!!
Un saludo
buenos dias, yo hago este mismo crucero el 16/06 espero disfrutar tanto como vosotros, y enhorabuena por este gran cuaderno de bitácora. sois inmensos.
Es adictivo, desde que os recibo no puedo parar de mirar todas vuestras sugerencias y me alegra cuando recibo uno más, sois lo mejor en español, me encata vuestra presentación y el curre que hay detrás. Un beso y abrazo,GRACIAS POR VUESTRO TRABAJO, nos alegrais la vida.